El cierre de la Universidad de Valladolid. Javier Gomez Acebo
En febrero de 1975, hace 50 años, se cerró la Universidad de Valladolid, entonces cabeza del distrito universitario al que pertenecía la provincia de Santander. Más de un millar de alumnos de aquí fueron afectados por el cierre, con todas las consecuencias; pérdida de curso, de matrículas, trastoque de vidas, de planes de servicio militar etc. El pasado día 14 de febrero organizado por el entonces estudiante y desde poco después abogado
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En febrero de 1975, hace 50 años, se cerró la Universidad de Valladolid, entonces cabeza del distrito universitario al que pertenecía la provincia de Santander. Más de un millar de alumnos de aquí fueron afectados por el cierre, con todas las consecuencias; pérdida de curso, de matrículas, trastoque de vidas, de planes de servicio militar etc. El pasado día 14 de febrero organizado por el entonces estudiante y desde poco después abogado Carlos Gallego ,se ha celebrado una jornada en Valladolid para rememorar y analizar los hechos y el entorno en que se produjo el cierre, del que si bien las causas próximas eran perfectamente conocidas, pues las invocadas fueron que al entonces Rector y profesor de ginecología D. Luis del Sol le habían tirado una salva de huevos, la sospecha de una causa remota, como era el ensayo para un escarmiento general de las universidades, como política dimanante directamente de la centralidad madrileña, nunca ha sido abandonada. La desafección con el régimen de Franco no solo en Valladolid, sino en todas las universidades del Estado era constante y seguramente el cierre respondió a una forma de intentar acabar con aquella contestación. El ambiente en Valladolid con una elevada conflictividad ya en los años anteriores había subido muchos enteros a raíz de que la policía entrara en la Facultad de Filosofía y letras a desalojarnos en un recital que estaba dando la cantautora Elisa Serna.
El organizador del evento, sabedor de mi conocimiento directo del conflicto universitario de aquellos años, me invitó a participar en una de las mesas que tenía como título ?El movimiento estudiantil en la Universidad de Valladolid en los años que precedieron a su cierre? a lo que accedí gustoso. Recojo en este escrito parte de lo expuesto en el acto presencial y algo de lo que no pude decir por la brevedad del tiempo concedido.
La jornada había comenzado con una mesa en la que representantes de la sociedad vallisoletana de aquellos años expusieron desde la óptica de la historia, la cultura, la prensa, las parroquias y el mundo sindical la encrucijada político cultural en la que se encontraba la ciudad de Valladolid de aquella década.
Los componentes de la mesa en la que yo participaba, éramos estudiantes o lo habían sido en los años inmediatamente anteriores, en mi caso en el último curso por lo que había vivido intensamente los años anteriores al cierre.
La obrerización de la ciudad consecuencia de la fuerte industrialización, había sido explicada por otros participantes residentes en la ciudad, pero yo, santanderino, era ajeno a muchas de sus consecuencias, aunque no a las luchas obreras que se produjeron durante mi estancia. A mí me parecía y así lo expuse, que el crecimiento de la clase media, comercio, turismo profesiones liberales? marcaba una de las pautas de la conflictividad social, no tanto porque hubiera una movilización, como sucedía con la clase obrera, cuanto porque empezaba a haber una clara desafección ideológica con el régimen. Los estudiantes aprendíamos en la Universidad y enseñábamos en nuestras casas y en nuestros entornos: la caspa del régimen empezaba a ser demasiado pesada y lustros de desafección académica con él habían tomado cuerpo. Un periódico como era el Norte de Castilla intensamente inspirado por Miguel Delibes ,estaba totalmente alineado política y culturalmente con la renovación y la transformación del país, e informaba permanentemente del conflicto universitario y de la conflictividad social. Al distrito universitario además de la provincia de Santander le correspondían entre otras las del País Vasco, permanentemente en llamas como, continuó durante tanto tiempo, y los miles de estudiantes vascos eran un poderoso grupo de protesta. El proceso de Burgos fue un buen ejemplo de lo que escribo. La barbarie norteamericana en el sudeste asiático era de atenta lectura en la prensa diaria, especialmente, en el diario Madrid hasta su cierre y posterior voladura
Los partidos entonces ilegales, eran incansables en sus reivindicaciones y actividades, puntuales en los aspectos educativos pero generales en sus alternativas para la salida del régimen franquista. El PCE sin duda el más numeroso y organizado dentro y fuera de la Universidad, era el que marcaba la pauta y para muchos de nosotros, las propuestas de Amnistía General para Presos y Exiliados políticos, Elecciones Generales Libres, Gobierno de Coalición, Reconciliación Nacional que conformaban el "Pacto por la Libertad" de dicho partido, eran valores absolutamente irrechazables. La actividad de otros partidos singularmente el Partido del Trabajo también es digna de mención y algunos de los militantes de uno y otro padecieron feroz represión policial, con secuelas físicas que aún perduran en algunos casos.
Gran parte de la batalla ideológica giraba en torno a la creciente tendencia a la asalarizacion de los licenciados universitarios, uno de los ejes de los análisis del PCE, cuyo acierto he constatado durante décadas como abogado laboralista, pero que entonces no era más que un novedoso análisis derivado de un libro escrito por varios autores coordinado por el célebre Radovan Richta.
Los estudiantes de derecho teníamos además el factor adicional del conocimiento académico de algunas de las lacras del régimen. Recuerdo la primera clase de Derecho Penal del catedrático D. Marino Barbero Santos, en la que empezó hablando tímidamente, diciéndonos que venía de Friburgo, y a medida que avanzaba la clase fue hablando de las características totalitarias del régimen de Franco, con las comparaciones oportunas a los regímenes totalitarios de la Segunda Guerra Mundial. Como defensor de la abolición de la pena de muerte se encendió contra su permanencia en la legislación española y se encendió aún más al hablar de que en el Consejo de Burgos se pedía dicha pena para los procesados Escribo que recuerdo la primera, porqué a la primera siguieron todas las demás, convirtiendo sus clases en un mitin permanente contra el franquismo, en un mitin en defensa de la libertad de prensa, en un mitin en contra de la discriminación de la mujer en materias como adulterio e igualdad? de lo que muchos de nosotros no podíamos evadirnos y quizá esa fuera la causa por la que sus clases estaban siempre abarrotadas. También eran objeto de análisis más o menos exhaustivos, algunos de los escándalos que iban jalonando la vida económica del país, el caso Matesa fue el primero que recuerdo, al que siguieron el caso Sofico, el del aceite de Redondela, que pese a la ausencia de información no dejaban de ser analizados por muchos de nuestros profesores, que cambiaron en muchos de nosotros la ciega obediencia en la que habíamos sido educados, por rebelión y desafección a la dictadura. Posteriormente Barbero Santos fue el instructor del caso Filesa instrucción que para sus exalumnos como yo era dogma de fe.
La gran masa crítica del movimiento estudiantil estaba en las facultades de Ciencias en conjunto mucho más numerosas en alumnado que la Facultad de Derecho, pero los de derecho teníamos una ventaja educativa, por un conocimiento más preciso desde el punto de vista legal, de que convertía a España en un país totalitario y políticamente atrasado. A las reivindicaciones generales políticas nosotros, a menudo, incluíamos otras que eran desconocidas o no aparecían como prioritarias, tales como la abolición de la pena de muerte, la prohibición de la tortura, el reconocimiento del derecho al divorcio, al aborto, a la igualdad de los hijos, a la igualdad jurídica de la mujer, pues para nosotros era materia de estudio a diferencia de lo que sucedía en las otras facultades.
Muchas de las ansias de cambio habían entrado por las fronteras, las influencias de los movimientos estudiantiles en otros países habían tenido una clara influencia entre nosotros. El mayo francés nos había enseñado entre otras cosas que el sexo no era pecado y no tenía por qué ser delito en sí mismo y cambiamos el miedo al infierno nocturno por el miedo diurno a la brigada político social. La diferencia de trato en el adulterio entre hombres y mujeres que nos explicaba D Marino Barbero era absolutamente significativa. El turismo que entraba por las fronteras nos hacía sentirnos a menudo avergonzados, los santanderinos con la Universidad Internacional de Verano lo aquejábamos a menudo.
En la mesa redonda en la que se había tratado la situación general de Valladolid y muy especialmente la participación de algunos párrocos en ayuda, tanto a los movimientos vecinales y obreros, cuanto estudiantiles sobre todo durante el cierre en la llamada Universidad paralela me hizo recordar que el Concilio Vaticano II celebrado unos años antes, había significado el comienzo de una cierta renovación de la Iglesia, pero que no podíamos confundir la participación personal de algunas excelentes personas vinculadas a ella, con el comportamiento general que había mantenido la iglesia durante toda la dictadura franquista, de la que había sido soporte y cómplice y había continuado siéndolo y ni entonces ni ahora, añadía, había pedido perdón.
Lo aquí expuesto no es ni resumen ni la visión de lo que expusieron los demás participantes, es exclusivamente la mía de lo que expuse y parte de lo que no pude exponer por falta de tiempo.
Javier Gómez-Acebo.
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