El alcalde de la villa de Tresviso…

He tenido ocasión de conocer a algunos de los últimos alcaldes del municipio cántabro de Tresviso, algunos de ellos personas que no han salido del anonimato, aunque otros han alcanzado cierta fama y han traspasado las fronteras de su territorio y hasta el de Cantabria; y eso lo sabe bien el actual alcalde, Francisco Javier Campo Campo, reconocido, prestigioso y premiado quesero. Por poner un ejemplo, en 1991, Tresviso tuvo una alcaldesa, Rosa Vellido, por vez primera en su historia, y en ello debo reconocer que yo tuve algo que ver, aunque no sea el momento de contarlo…

Ya antes había tenido contactos con Tresviso y así a mediados de la década de los años ochenta del siglo pasado, ejerciendo como Vicepresidente Ejecutivo de la Cruz Roja de Cantabria, solicitamos ayuda a los Ayuntamientos de nuestra región y Tresviso fue uno de los más generosos, pues con menos de un centenar de vecinos, nos concedió 25.000 Ptas., que en aquellos tiempos era una suma considerable. Y subimos un grupo de dirigentes de la Cruz Roja, acompañados por dos ilustres lebaniegos, Pepelito Calvo y Máximo Lobato, a Tresviso a imponerle la Medalla de Plata de la Cruz Roja a su alcalde, Victorino Campo, quien nos obsequió con una generosa degustación de queso. Este mismo alcalde, Victorino, envió un escrito a la prensa regional en enero de 1985, donde hacía ver que los mozos tresvisanos tenían problemas para casarse por lo aislado de la villa; recibió numerosas cartas y llamadas telefónicas de candidatas y organizó la Fiesta de las Mujeres el 4 de mayo de ese mismo año, primer encuentro de los trece mozos casaderos con las candidatas que subieron al pueblo…

Pero yo hoy quiero recordar a otro alcalde, Juan María López, quien ejercía tal cargo en 1881 cuando el Rey Alfonso XII fue a cazar a los Picos de Europa en el mes de septiembre de aquel año, acompañado de su hermana, la infanta Mª Isabel; y el 14 de ese mes, festividad de la Cruz en Potes, decidió visitar la villa de Tresviso y se cuenta que el Rey Alfonso XII había hecho saber al alcalde tresvisano que, para ser reconocido por el alcalde, iría cubierto con la prenda de cabeza y así llegó a la villa de Tresviso con todo su séquito, saludando al alcalde, momento en que el monarca preguntó si ya sabía quién era el rey, a lo que el bueno de Juan María, le espetó:

* “¡Cómo no seas tú o yo!”

Al Rey le hizo gracia esta salida del alcalde y le nombró Caballero Descubierto, invitándole a ir al Palacio Real. Después brindaron con vino y el Rey probó el queso picón de Tresviso, mientras el encuentro fue amenizado con tambor y panderetas, tocándose tonadas populares del lugar y bailándose el Trepeletré, quedando la comitiva real muy satisfecha de esta visita. El propio Rey fue obsequiado con un queso picón e invitó al alcalde a visitarle en su Palacio Real de Madrid.

Y, efectivamente, días más tarde, el alcalde Juan María López fue a Madrid a visitar al Rey al Palacio Real, vestido con las prendas tradicionales del lugar: chaqueta, montera, calzón y corizas; según algunas informaciones, la montera era baja, de copa y con ala triangular de terciopelo, dispuesta a un lado. Y así ha sido descrita por el investigador Gustavo Cotera.

Y esta visita no pasó inadvertida y ha sido relatada por varias fuentes como una curiosidad del alcalde de la villa tresvisana.

El alcalde Juan María López llevaba al Palacio Real una “preciosa monterita y un dengue” para la Princesa de Asturias; y como no podía ser menos, quesos con los que obsequiar a sus egregios personajes, por lo que Tresviso debiera de reivindicar su queso como “Proveedor de la Casa Real”. Incluso llevó los cantares que tanto le gustaron a la Infanta Doña Isabel cuando los escuchó en Tresviso, escritos, tal como le había pedido.

Y allí se presentó Juan María López en el Palacio Real de Madrid el 11 de octubre de 1881, coincidiendo con el enviado de la Reina de Inglaterra para entregar a Alfonso XII la Orden de la Jarretera; iba vestido, como ya se ha afirmado, al uso de Tresviso, con la “coriza, calzón, chaqueta y montera”, encontrándose a la entrada con la imagen de los alabarderos, la música y aquella impresionante escalinata.

El Rey, que esperaba al representante de la Reina de Inglaterra vestido de gala, cuando vio entrar al alcalde de Tresviso, exclamó:

* “Mi querido alcalde de Tresviso... ¡Cuánto celebro que Vd. se haya resuelto a venir a verme!”

Juan María López, persona de aplomo y dominando la situación sin complejos de ningún tipo, contestó al Rey:

* “Señor… ¡Cómo no había yo de venir a ofrecer mis respetos a V. M., en un sitio tan bueno, si antes V. M. se dignó honrarnos a mí y a mis convecinos, visitándonos en las escabrosidades de los Picos de Europa, que son sitios nada cómodos!”

Y cuando Juan María López vio a la Infanta Doña Isabel, ataviada con traje de gala para recibir al representante británico, salió de su boca este piropo:

* “¡Señora!... Si en los Picos de Europa viéramos, como aquí veo yo ahora, el brillo de Vuestra Alteza, no necesitaríamos la luz del sol para vivir contentos”

Estos hechos, acaecidos hace ya cerca de siglo y medio, ha pasado a los anales de la historia de Tresviso y mantiene viva la memoria de este intrépido alcalde, Juan María López; los tresvisanos y, especialmente, algunos de sus descendientes, recuerdan y guardan estos hechos con especial cariño.

¡Yo solo quiero contribuir a recordarlo!