De izquierdas y derechas
En la vida política, desde antiguo, hay una manía a calificar todas las tendencias políticas de izquierdas o de derechas, pero para muchas personas las cosas no son tan claras, sino que estos términos son tan ambiguos, que el ciudadano normal no conoce el contenido de cada partido, por lo que vota más por sentimientos, que por el conocimiento de programas e ideologías.
Estas orientaciones deberían hacer referencia a políticas de reforma social o conservadoras. Pero no es así exactamente, la derecha marca una inclinación por la vida y el pensamiento equilibrado de la persona, mientras la izquierda al no encontrar una acción en el campo de la reforma social, por estar hoy el trabajador situado en la clase media, se ha inclinado por buscar áreas extrañas de ideologías subversivas, con lo que se apartan de los principios base de la democracia: «dignidad de la persona, igualdad y libertad», como fueron enunciados en la revolución francesa. Aunque no fue una ideología inventada de aquellos revolucionarios, sino que lo asumieron de la tradicional doctrina cristiana, con la novedad de proponerlo evitando todo el sentido religioso que tiene. Con lo que se inició la secularización de la política con ignorancia del origen de sus principios.
Considerando las tendencias, desde un punto histórico y referirse a aspectos jurídicos, tenemos que partir del «JUS» romano, donde por la recta actuación dio el nombre de derecho a la misma ciencia jurídica. Por esto desde antiguo se empezó a distinguir los que se atenían a la legalidad, por lo que actuaban según Derecho, y a los que mostraban la tendencia contraria que se calificó de «sinistra», y con una muy mala reputación. Así fue durante muchos siglos de historia. Pero con motivo de la Revolución francesa se empezaron a trastocar los términos, pues los jacobinos, se quisieron significar como revolucionarios de izquierdas, y valorizaron a esta tendencia. Luego cada vez se ha ido significando este término como un valor político, y como pretenden algunos como motor del avance social, objetivo que nunca lo han conseguido, sino que su efecto ha sido todo lo contrario
Observando el recorrido de estas tendencias no podemos dejar de advertir, cómo, en primer lugar, aquellos jacobinos cuando se hicieron con el gobierno en la Asamblea Nacional dieron lugar a una etapa conocida como el «Régimen del Terror», formado por un Comité de Salvación Pública, un cuerpo colegiado encabezado por Maximiliano Robespierre, quien definió este terror como «la aplicación de la justicia de manera rápida, severa e inflexible», con un elevado número de ejecuciones entre ellos el monarca Luis XVI. Luego han seguido gobiernos de izquierdas que se significaron por la destrucción de la sociedad con innumerables muertos, como la Revolución Rusa, la china de Mao Tse-tung, el mayor genocida de la historia, la Cuba de Fidel Castro, la Venezuela de Chaves-Maduro, etc., que deberían llevar a
reflexionar a dónde conduce la izquierda, y en consecuencia si tiene sentido.
No obstante este historial, la izquierda en España, hoy día, se siente intérprete y árbitro de la ética social, y llega a marcar el ideal de las costumbres sociales. Y añadiendo todo tipo de calificativos degradantes a quien quiere defender los principios básicos de la democracia.
Con los tiempos modernos por una mala interpretación de los principios de la República Francesa se ha cambiado el sentido del orden social, se ha valorado sólo el ser de izquierdas, pero no el contenido de aquella ideología. La tendencia al mantenimiento del orden, sobre todo de la naturaleza, se está revistiendo de calificativos de derechas, extrema derecha, o peores epítetos, mientras que las izquierdas que constituyen movimientos que quieren romper el orden establecido, se tienen por ser los legítimos políticos, «lo políticamente correcto», los que van a traer la salvación de la humanidad. ¿Este trastrueque del concepto del derecho tiene alguna posibilidad de mejorar la sociedad?
Llegan a tanto estos cambios de ideología que hoy los partidos tradicionales no se atreven a calificarse de derechas, y si lo hace, no con la suficiente claridad para ser considerados como tales, sino que dirán ser de «centro derecha», que traducido a la locución vulgar es «un café descafeinado y con sacarina». Creyendo que así van a arrastrar con esta definición la masa de la población, es decir, esa clase media que ha pasado a ser el pacífico ciudadano al conseguir un nivel de vida suficiente para vivir sin agobios. Mas no es así, observemos las elecciones andaluzas: el firmarse ser de derechas ha producido un efecto, que ha hecho templar a todos los partidos tradicionales, y sobre todo a los de extrema izquierda. Hay que ver con qué atributos se les ha tratado de denigrar.
Sin embargo, las izquierdas no tienden hacia el centro, sino que quieren pasarse, aun de la extrema izquierda, llegando a marcar campos de actuación que llevan a la destrucción del estatus social existente, trastrocando la convivencia social, y a la larga a esas dictaduras que estamos viendo en Cuba y en Venezuela, tendentes a la destrucción de España. Hay motivo para hacer una sincera y profunda reflexión.
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