Caza mayor y caos, por Manuel Olmeda
Muchas veces, por no decir siempre, uno propone y las circunstancias disponen. Ortega, con buen criterio, las humaniza envolviéndolas de referencias personales. Sin embargo, su campo de actuación se extiende más allá del propio individuo ocupando áreas que afectan a coyunturas u objetos. En este caso pensaba escribir sobre el reparto del Fondo Comunitario y la propuesta de moción efectuada por Vox. La resolución tomada por el (des)gobierno y la casa real, sobre el llamado rey emérito, impone un cambio drástico en epígrafe y contenido del artículo. Estoy convencido de que él no ha tomado esta decisión porque, al parecer, ha dicho en varias ocasiones que antes de abandonar España se pegaba un tiro. Reflexión demasiado honda y poco sutil para que él protagonizara su escapada.
Hace unos días -bajo el título “Del rey abajo, todos”- daba cuenta de cuán largas habían sido las manos de quienes han tenido un papel destacado en estos cuarenta años de sólida paz. Según experiencias vividas, parece que los políticos adscritos a doctrinas marxistas, más o menos extremas, baten récords en las apropiaciones irregulares. Luego compensan dicha incontinencia echando culpas al antagonista, culpas que dicho competidor admite generalmente sin ninguna aprensión y con indulgencia plena. Abierto todavía el proceso de investigación, intacto su derecho a la presunción de inocencia, don Juan Carlos recibe los mayores embates de su vida hasta el punto de verse obligado a abandonar el país por el descrédito ocasionado debido a delaciones dolosas e irrisorias avideces republicanas.
Nuestra democracia exhibe varios trastornos que la debilitan notablemente. El principal, desde mi punto de vista, apunta a una izquierda incapaz de asumir su derrota en la Guerra Civil que ellos mismos fomentaron. Considera que el régimen surgido en el setenta y ocho, cuya influencia fue notoria, es continuación directa del franquismo y su derrota, renovando la República, significaría la victoria definitiva del Frente Popular; es decir, conseguiría al fin su triunfo sobre el “fascismo”. Este revisionismo histórico, iniciado por Zapatero para “tensar” la sociedad a efectos electorales, condiciona dramáticamente nuestro futuro. Ahora Sánchez y Podemos lo llevan a un paroxismo de consecuencias, tal vez, apocalípticas. ¿Qué oculto interés lleva a actualizar asuntos reales que se presumen indiciarios hace años? ¿Es una cacería al uso? Ruido se ha generado mucho.
El creado conflicto tiene escaso atractivo para una sociedad pragmática cuyo empirismo le muestra la función discreta, estabilizadora, de una monarquía parlamentaria. Solo minorías radicales -con diversos intereses espurios- pretenden acabar con la Institución Monárquica, freno institucional para conseguir caducos objetivos políticos contrarios al bienestar ciudadano. Mi mundo político-social consta de personas (muchas), personajes (pocos) y personajillos (por encima de las estimaciones). Examinar el escenario actual requiere una valoración ecuánime de los actores destacados en esta cruzada, no nos engañemos, contra la Jefatura del Estado. A veces, la ausencia de pruebas no es sinónimo de inocencia sino de cínico oscurantismo. Me refiero a Sánchez, no al rey padre.
Empecemos por el acusado. Juan Carlos, rey emérito, tuvo un papel fundamental -no único- en el cambio dictadura-democracia; tan irreprochable, que ha servido de análisis al mundo entero. Nadie niega lapsos ni sombras durante su larga gestión real. Pero el primer punto y la aportación particular, específica, en importantes áreas comerciales son factores incontestables de desarrollo nacional, amén de bienestar ciudadano. Tal actividad debiera ser reconocida y compensadora de cualquier tacha. Por supuesto, si se demostrara comisión de delitos, debiera ser juzgado como otro ciudadano pues las leyes, en sus palabras, “son iguales para todos”. Quizás fuera bueno aclarar, antes de seguir, que los políticos (con mayor o menor responsabilidad) han prostituido la democracia y robado a manos llenas. Salvo cabezas de turco, ¿conocen a algún político que haya pagado sus delitos y devuelto lo escamoteado? Yo, no.
Pablo Iglesias, aunado a UP, proyecta acabar con la monarquía e instaurar la república. El derecho le asiste, pero figurar como vicepresidente segundo del gobierno implica (o debiera) mostrar fidelidad a la Constitución y ser algo más comedido en sus expresiones estentóreas. Al fin y al cabo, este régimen constitucional -que tanto agrede- le permite vivir cual potentado cuando, por sus cualidades personales muy comunes, insignificantes, debiera ocupar todavía el piso social de Vallecas. ¿Qué contraprestaciones ha brindado este personajillo al país? Respondan ustedes mismos, amables lectores. Para estar acorde con dicha contribución material, ética y estética, por ausencia de fuerza moral, este sujeto debería callar. Es inconcebible que tanto maestro Ciruela de lecciones a diestra y siniestra.
Muchos advierten que este farragoso episodio del rey Juan Carlos es una cortina de humo para esconder gestiones luctuosas, lamentables, respecto a la pandemia y al duro momento económico. Sánchez se va de vacaciones abandonando una España pandémica y empobrecida. Ha demostrado en veintiséis meses tal grado de ineptitud, de molicie, que resulta difícil encontrar algún gobernante con parecidas peculiaridades. Mentiroso compulsivo, cínico, fatuo, vividor, nos lleva a la ruina total. Condescendiente con Podemos, independentistas y Bildu, ha iniciado un camino rupturista, amenazante para la convivencia democrática y unidad nacional. Creo, incluso, que su aportación a la salida del rey emérito fue vertebral, aunque se dice que Felipe VI y Sánchez planificaron, mano a mano, su salida. Conjeturo que la mano del presidente es sedicente, artera, taimada; violenta, funesta, sobre la garganta monárquica.
Pese a palabras respetuosas, tranquilizadoras, del PSOE gobernante, ha empezado la caza mayor sobre Felipe VI. La consigna trazadora ya está lanzada. Basta leer entrelíneas, realizar minuciosas exégesis a sumisos y subvencionados medios audiovisuales, para darse cuenta de que se ha formado un sólido soporte perfectamente armado. Hasta las propias juventudes socialistas ventean afectos y motivaciones republicanas, agitando las calles. Asimismo, partidos coaligados o que favorecieron la moción de censura exigen la abdicación del rey actual, vademécum para lograr sus aspiraciones, como condición previa si Sánchez desea aprobar los presupuestos. Aspiran a quebrar el régimen constitucional del que la corona es santo y seña.
La encerrona de Sánchez, tal vez, le cueste a la monarquía y a España terribles chascos. Antes, presuntamente, el rey emérito era culpable de conductas irregulares. Ahora se suma la “indignidad” del hijo que reprueba a su padre solo por un eco deforme, sin estar incurso en ningún procedimiento judicial. ¡Qué puede esperarse de un Jefe de Estado tan inconsistente! Como digo la trompetería ya se ha puesto en marcha y los salva patrias de baratija están radiantes. La pieza se ha cobrado en nombre del pueblo, pero sin el pueblo; al modo absolutista. Históricamente la República ha traído el caos.
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