Cataluña, desmemoria y engaño, por Jesús Salamanca Alonso
Ya en 1934, un sector de catalanes condenó a Cataluña y allegó mil y una desgracias a esa comunidad. Y siempre en nombre de la unilateralidad.
Hemos comprobado que hay que actuar en Cataluña porque se ha destrozado la convivencia, se está reprimiendo a la mitad de la población, se persigue a la bandera nacional, diariamente vulnera la Constitución y las leyes el propio Parlamento catalán, los tribunales ajustan sentencias para no molestar y desde la propia presidencia se insta a cargar las calles de violencia y a reclamar en favor de los mal llamados "presos políticos" que, dicho sea, son golpistas descontrolados y aprovechados. En breve llegará otro fin de semana y no sería extraño que, a modo de fiesta reivindicativa, volvieran a la carga los reconocidos grupos que siembran el terror.
Todo empezó en esa comunidad autónoma para tapar el famoso 3% y por el alto grado de corrupción existente, pero no sabemos cómo va a terminar. No es la primera vez que sucede. Semejantes episodios ya los ha vivido nuestra historia contemporánea: desde la anulación de la República catalana (en 1934 la Generalitat proclamó unilateralmente esa) a la detención del Cuerpo de Mossos de Escuadra, también en 1934, y la detención de Compànys y sus cómplices; en ello la República española supo ser tajante, sin mostrar la cobardía que mostró el gobierno de Rajoy (artículo 155 a medias y de mala gana) y la que muestra el de Pedro Sánchez (raudo y decidido con los muertos, pero ineficaz e irresponsable con la realidad catalana)
Es muy conocido el pensamiento de los pueblos que no conocen sus acontecimientos pasados ("Los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla"). Miren por dónde, un sector de los catalanes condenó a Cataluña y allegó mil y una desgracias a esa comunidad: recuerden que en 1934 la Generalitat proclamó la República Catalana. Y lo hizo de forma unilateral. ¿Eso les suena a ustedes de algo? Repito: "proclamó unilateralmente la República catalana". Como en estos tiempos. No han aprendido nada.
Recientemente, un tal Carles Puigdemont proclamó la independencia de Cataluña... ¿cómo?... ¡unilateralmente! Pasados 85 años vuelven a sentirse por encima de la ley. Incluso van más lejos: elaboran su propia historia, pero una historia salpicada de sandeces, mediocridades y falsedades; de ello tiene mucha culpa el engendro de ¿historiadores? de la Academia de la Historia de Cataluña, donde "historiadores fantasma" predican historias inventadas más propias de cuento que de realidad. No se cortan explicando que Marco Polo, Santa Teresa, Miguel Cervantes o Rodrigo de Triana eran catalanes. Lo hacen de forma cutre, ruin y torticera; hasta llegan a hablar del reino de Cataluña, donde meten a Aragón y a Valencia. Ya pueden reírse si lo desean.
Pero volvamos a aquello de la "unilateralidad". Ante aquel churro de proclamación de República catalana, el entonces presidente de la República española, Niceto Alcalá-Zamora y Torres, así como el presidente de gobierno, Alejandro Lerroux, no se cortaron lo más mínimo y aplicaron la ley con todas las consecuencias; es decir, proclamaron el Estado de Guerra y ordenaron la detención del gobierno catalán al completo. La Guardia Civil hizo gala de su benemérito don y arrestó a los Mossos de Escuadra. En aquella ocasión habían comprometido sus actos con el gobierno catalán, a la vez que desobedecían la "invitación" del gobierno español de mantenerse fieles a la legalidad.
Durante años, los sucesivos gobiernos españoles han doblado la cerviz ante las formaciones catalanas para poder llegar y/o permanecer en el poder; eso ha condicionado a los sucesivos gobiernos catalanes para envalentonarse. Y tantas veces lo han hecho, que ya se creían imprescindibles. Nadie es imprescindible más allá de cuanto queramos que lo sea. Tan solo "lumbre, comida y bebida son imprescindible para la vida", como reza el refrán.
Nada de lo sucedido ha sido por casualidad y mucho menos improvisado. Los acontecimientos estaban programados para llevarlos a cabo tan pronto como se publicara o filtrara la sentencia, incluso muchos la esperábamos más dura. Lo que no esperábamos es la doble postura del Gobierno; es decir, una postura a conveniencia, como tampoco esperábamos que los golpistas echaran más gasolina al fuego desde el hotel donde cumplen condena. Y, como ya se esperaba, en estos días está el actual gobierno catalán investigando a los Mossos para realizar una fuerte purga entre ellos. Ayer supimos que cientos de Mossos están reclamando urgentemente una pasarela específica para pasarse a la Guardia Civil y a la Policía Nacional. Es un hecho que la cercana colaboración contra la adversidad de los terroristas independentistas ha hermanado a un gran sector policial.
Con respecto a la sentencia del golpe de Estado, el funcionamiento del Estado de Derecho me ofrece serias dudas. Escuché a un periodista alemán que la legislación española tiene aún mucho camino por recorrer hasta converger con Europa. Sí es cierto que hay una gran decepción en España con muchos jueces actuales y con muchas sentencias: no sé si es que desconocen la ley (lo dudo) o es que retuercen las palabras hasta que llegan a donde quieren llegar (de ello doy fe); es decir, primero deciden la condena y después adaptan los hechos a ello para poder acomodar la sentencia (Lo dicho es "uno de los grandes peligros de la separación de poderes" por la que tanto trabajó Montesquieu).
De lo que no tengo duda es de que, en muchas ocasiones, suelen estar muy alejados de lo que es el sentido común. Y seguramente me dirán que se ciñen a la ley.... Pues, señores, propongan al Legislativo los cambios necesarios. Cada vez duele más explicar la diferencia entre lo justo y lo legal. Todos hemos visto que hubo violencia en Cataluña, y mucha, pero la sentencia había que adaptarla a la normativa europea para que no la tumbaran, en vez de adaptarla a la realidad de lo sucedido. ¿Entienden ahora al periodista alemán y la falta de convergencia?
Algunos jueces me recuerden a don Miguel de Unamuno -- pero no el Miguel Unamuno que refleja Amenábar en su "Mientras dure la guerra"-- cuando decía que "No es raro encontrarse con ladrones que predican contra el robo para que los demás no les hagan la competencia".
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