La Ciudad de los perros es así. Mariano Cabrero Bárcena es escritor
Los amantes de los perros entienden perfectamente que éstos últimos no son sus hijos. Que los mismos no hablan italiano, francés, español. Entienden también que son listos, te entienden y comprenden?, pero no hablan. No te contestan. Ya entiendo que muchos humanos tampoco escuchan y no saben o no desea dialogar. No contestan, pero otros sí. La Ciudad de los perros es así.
Los amantes de los perros entienden perfectamente que éstos últimos no son sus hijos. Que los mismos no hablan italiano, francés, español. Entienden también que son listos, te entienden y comprenden?, pero no hablan. No te contestan. Ya entiendo que muchos humanos tampoco escuchan y no saben o no desea dialogar. No contestan, pero otros sí. La Ciudad de los perros es así.
Es lógico proteger a los hijos por parte de los padres. Esa superprotección que da lugar a ?hijos de cristal? o, dicho de otro, a cuervos que te sacaran los ojos. Pero dejemos- por un momento-a los humanos para poner nuestra mirada en las mascotas. Se dice: ??que en este mundo de Dios (el ?Dios de todas las religiones?) existen cuatro perros por cada niño?. De hecho, coexisten edificios en el que hay más perros que humanos. ¿A dónde vamos a parar?
Hasta aquí todo nos parece bien, dicho sea de paso. Los perros-algunos- tienen esa mirada triste y lánguida que te desarman y, por tanto, te obligan a quererlos como si no hubiera un mañana: para ellos y para nosotros. Pero no confundamos nuestros papeles a interpretar. Es ya famosa la frase que se atribuye a Lord Byron: ?Cuanto más conozco a los hombres (mujeres también entiendo) más quiero a mi perro?. Entiendo que en ocasiones es bastante cierto. Pero existen humanos y humanos. Y nos podemos dividir en tres categorías: personas, gente y gentuza.
Sigamos con los perros. Hoy por hoy, el negocio que mueve ?las mascotas? es grandioso. El capitalismo no puede estar más contento. He visto y comprobado perros con bufandas y andar sobre cochecitos de verdad, como personas humanas que somos. Las cuales se morirían de frio por el aspecto que llevaban. Los cannes suelen tener el cuerpo de pelo para taparse, asimismo.
Entiendo que igual que respeto a mi vecino/vecina cuando éstos me respetan, el dueño de la mascota y ella que le acompaña deberían respetar a los que no poseemos correas en las manos. Todos entendemos que la soledad es poderosa. Qué no es lo mismo estar solo que ser un solitario de vocación. Pero hay que comprender que nuestras mascotas no son el principio, medio o fin de nuestras propias vidas. Existen matrimonios, parejas sentimentales (hombre/hombre y mujer/mujer, que son seres humanos como todos nosotros) en nuestras vidas?que ya no desean tener hijos (que son la esperanza del mañana).
Pero uno desea comentar: ¿Os van a pagar vuestras mascotas vuestras pensiones?. Uno entiende que ¡no!
La Coruña, 7 de diciembre de 2025
Mariano Cabrero Bárcena es escritor
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