Un centenario olvidado....
Pedro Arce.- Va a finalizar el año 2014 y ha pasado desapercibido un hecho que, en su momento, tuvo una amplia repercusión en nuestra región; me refiero al Centenario de la I Copa del Rey aérea que ganó Salvador Hedilla.

Hacía escasamente cuatro años que se había producido el primer vuelo en nuestra región; exactamente el 8 de septiembre de 1910, cuando Ferdinand Pascal consigue elevar un aparato desde el aeródromo de La Albericia, realizar un corto vuelo y volver a aterrizar sin novedad.
…Pero en el verano del año 1913 habían sobrevolado nuestra bahía y nuestros verdes prados, dos aviadores de Cantabria, Juan Pombo y Salvador Hedilla, que se hicieron habituales, para admiración y regocijo de las gentes. Incluso Pombo había arrojado un ramo de flores con una misiva del alcalde a los Reyes cuando en barco se disponían a llegar a nuestra ciudad para tomar posesión del Palacio Real de la Magdalena.
Corría el año 1914...
En esta primavera de 1914, el Real Aero Club de Santander, fundado el año anterior, creó la Copa Montañesa de Aviación, cuyo premio era una copa o trofeo donado por el rey Alfonso XIII y 8.000 Ptas. en metálico a aquél aviador que cubriera en un solo día la máxima distancia con partida o llegada desde Santander durante los meses de mayo, junio y julio del año 1914.
Juan Pombo lo intentó con Enrique Bolado volando hacia Granada el 17 de junio, viaje que pretendían realizar en tres etapas, aunque por las malas condiciones meteorológicas y debido a la niebla intensa chocó contra unos árboles, destrozando el aparato y resultando los aviadores con contusiones y quemaduras; pronto adquirió un nuevo aeroplano, similar al anterior, al que bautizó como San Ignacio II.
La Copa Montañesa había sido tentada por afamados aviadores del momento, pero se acababa el mes de julio y se temía que pudiera quedar desierta. Julio Adaro intenta llegar a La Albericia, pero resulta fallido y no puede participar; Hermenegildo Montero envía un telegrama en el que dice que sale hacia Santander, pero no llega hasta La Albericia; quien si llega por ferrocarril es el director de la Escuela Civil de Aviación e ingeniero asturiano, Manuel Menéndez, con su Deperdussin.
El último día del mes de julio, último día con posibilidad de participar en esta competición, tres aviadores se dispusieron a competir desde el aeródromo de La Albericia. El campo de La Albericia estuvo durante toda la noche anterior animado, con muchas personas que no deseaban perderse el momento del despegue de los aviadores con sus aparatos, ni el ambiente aeronáutico, por lo que permanecieron toda la noche en la zona...
Juan Pombo se dirigió hacia el Este con la intención de llegar hasta París, aunque hubo de tomar tierra en la playa de Laredo por una fuga en el depósito de gasolina y tardó mucho en reparar la avería, por lo que a media tarde regresó a Santander. El ingeniero asturiano Manuel Menéndez con un Deperdussin se adentró por la cuenca del Asón para atravesar Los Tornos y pasar a tierras castellanas, pero cuando volaba a 2.000 m. de altura atravesando la Cordillera Cantábrica se le desprendió parte del capot y hubo de hacer un aterrizaje de emergencia en un monte de Soba, dónde rompió la hélice y sufrió daños en el tren de aterrizaje.
El último en despegar fue Salvador Hedilla, con su Vendôme, al que había bautizado con el nombre “Santander”, el cual también tomó rumbo al Este con la intención de llegar hasta París; desconociendo la suerte de sus compañeros, tomó tierra en Zarauz dónde repostó su Vendôme, siguió la costa francesa de Las Landas aterrizando en Lesparren, en la Gironde, dónde fue tomado por espía alemán, dadas sus características de fuerte cuerpo, rubio,… y aclarada la situación y realizado el repostaje de su aparato, pudo continuar con la intención de llegar hasta París, aunque una fuerte turbulencia le llevó hasta Chateauneuf, cerca de Anguleme, dónde fue detenido y nuevamente tomado por espía alemán. Allí acabó su viaje, cuyo retorno a Santander hizo en tren, pero fue el ganador de la competición aeronáutica.
De eso hace ya cien años, un Centenario que ha pasado desapercibido.
¡Es una pena!
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