Stonehenge
El pasado 21 de junio, día del solsticio de verano, tuve ocasión de asistir a la noche más corta del año y al día más largo en el hemisferio Norte en un monumento megalítico, tipo crómlech, de finales del Neolítico (de hace aproximadamente unos 4500 años), situado cerca de Amesbury, en el condado de Wiltshire, Inglaterra, a unos quince kilómetros al norte de Salisbury…

Fue una ocasión única, que reunió en este lugar, con una compleja y perfecta organización, a miles de personas de todas las edades, condiciones y nacionalidades (druidas y paganos incluidos) en un espectáculo único que me dejó atónito; pude observar a las personas reunirse en torno a este mítico monumento, tocando sus piedras (en las visitas habituales, tan sólo se puede observar a distancia, como ya había tenido ocasión de comprobarlo hace no muchos años), entre cánticos, yoga, danzas y diversas manifestaciones folklóricas y gastronómicas.
Quizás algunas manifestaciones espontáneas fueron un tanto curiosas y estrambóticas y también hubo algún tipo de consumo de droga, como han dejado de manifiesto algunas crónicas periodísticas, a pesar del perfecto control policial existente en un extenso recinto habilitado en el entorno de Stonehenge.
Stonehenge, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1986, está constituido por enormes bloques de piedra (megalitos) colocados en cuatro circunferencias concéntricas, teniendo el círculo exterior un diámetro de treinta metros; está formado por 32 enormes bloques rectangulares de arenisca, procedentes de las montañas de Preseli (Gales), habiendo siendo transportadas, probablemente, utilizando bolas de madera o piedra o cojinetes a modo de rodamientos y no con troncos como se pensó originalmente. Estos bloques estaban coronados por enormes dinteles de piedra, quedando aún siete en su sitio original, tal como se muestra en la fotografía. Y aún en su interior existe una losa de arenisca, conocida como el “altar” (transportada desde una región próxima a Milford Haven), en la cual estuve aposentado durante un buen rato, observando lo que sucedía a mi alrededor y obteniendo magníficas fotos.
Todo este conjunto está rodeado por un foso circular de 104 m. de diámetro y este lugar formó parte de un conjunto monumental mucho más amplio, como la “avenida” que tiene una longitud de unos tres kilómetros, probablemente de carácter ceremonial o procesional; cerca se encuentra la “piedra del sacrificio” y la “piedra talón”…
Cada solsticio de verano consigue que el sol al salir, atraviese el eje de la construcción, lo que nos hace pensar que quién construyó este monumento poseía conocimientos de astronomía y bien pudo ser un observatorio astronómico; al caer el sol, se oculta atravesando el último rayo de sol el eje dónde se han hallado multitud de huesos de animales y objetos, lugar dónde se celebraban grandes fiestas al anochecer, como ha sucedido este año. Todo ello sigue siendo un misterio, pero es evidente que bien pudo tratarse de un templo de carácter religioso o monumento funerario…
Y todo este misterio hace que cada año muchos miles de personas se den cita en su entorno… ¡Estar en ese lugar y ese día supone una experiencia difícil de olvidar!.
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