Rajoy también tuvo abuelo

Mariano Rajoy también tuvo abuelo, como Zapatero, pero presume y alardea menos de él. Concretamente se llamaba Enrique Rajoy Leloup y fue uno de los principales artífices del Estatuto gallego de 1936 ¡joder! Fue republicano y galleguista y por un azar se libró del piquete de falangistas que le buscaban para fusilarle. Tuvo que habitar un exilio interior fuera de la Universidad y el Colegio de Abogados, aunque el candidato de la oposición nunca ha alardeado de su tronco familiar aunque los tontos le llamaran franquista.

Es más deportista que Zapatero, jugó de pivot antes de decantarse por el fútbol (forojo del Real Madrid) y, sobre todo, la bicicleta. Ya no nos acordamos, pero Rajoy ha retransmitido vueltas con José María García. Dice que si sólo tuviera un euro compraría el Marca.

El problema es que le pierde la comida, como a muchos otros, y ya ha suprimido la cena. En lo que coincide con ZP, otro hijo de la alta burguesía, pero con rencor social, es en la querencia familiar; salvo causa mayor, reserva el desayuno para su mujer (trabaja en Telefónica) y sus dos hijos, uno de los cuales, por cierto, fue reprendido por ridiculizar a Zapatero.

Llegado el momento, tiene la seriedad pétrea del registrador de la propiedad, pero lo alivia con el humor galaico del que hace gala. Si le preguntan por el eslalón sentimental de Sarkozy, contesta que él es de Pontevedra. Alfonso Guerra le llamó mariposón en el Congreso, y es verdad que andaba mucho de un sitio para otro. En el pueblo de Pepiño Blanco se salió de la carretera con un utilitario y se desbarrancó sin cinturón de seguridad. Se partió la cara en sentido literal, según manifiesta. Necesitó de seis horas de cirugía estética y se dejó la barba para reconocerse en el espejo.

Que es un hombre tranquilo lo demostró en el carril de aceleración del 11-M al 14-M, tras el que cualquiera más nervioso habría declinado las falsedades socialistas sobre kamikazes y cosas semejantes, además del acoso a las sedes del PP y la ruptura, diga lo que diga Rubalcaba, de la jornada de reflexión, y el pendulazo electoral de un censo dolido y confundido. Tuvo que remodelar al partido con el desgaste personal que eso conlleva. No faltaron entre los suyos quienes no le dieron ni un año en la oposición. Ha crecido como orador parlamentario frente a la falta de sintaxis de Zapatero, y no es zascandil ni con el dinero ni con el terrorismo. Al contrario de ZP, que saltó del escaño silencioso o silente, que diría algún popular comunicador mañanero, a la Moncloca, Rajoy se ha bregado en varios ministerios, incluido el estrasante Interior, junto a su leal Ana Pastor. También allí fue un hombre posado.