¿Qué queda tras el debate?
Los debates son puestas en escena para consumo de los afines y denuesto de los adversarios y, salvo excepciones, así que se apagan los focos, el personal olvida las grandes palabras dichas desde la tribuna del Congreso. Pese a todo, son útiles y sirven de plataforma para lanzar mensajes a los ciudadanos.
Los debates son puestas en escena para consumo de los afines y denuesto de los adversarios y, salvo excepciones, así que se apagan los focos, el personal olvida las grandes palabras dichas desde la tribuna del Congreso. Pese a todo, son útiles y sirven de plataforma para lanzar mensajes a los ciudadanos. En esta ocasión los del presidente Mariano Rajoy fueron esencialmente, dos: animar al personal sembrando la idea de que hemos dejado atrás lo peor de la crisis y fijar de manera inequívoca la negativa del Gobierno a la celebración de una consulta independentista en Cataluña.
Al jefe de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, el debate le sirvió para refutar el optimismo del presidente del Gobierno recordando una y otra vez que no se puede dar por superada la crisis visto que tenemos más de cinco millones de parados. Le sirvió para eso y, de paso, para intentar reafirmar el liderazgo ante los suyos entretenidos como están con las quinielas de las primarias.
Hablando de liderazgo, también hemos podido comprobar los equilibrios a los que obliga la política y las coaliciones. Fue el caso de Josep Antoni Durán Lleida, portavoz de CiU, a quien escuchamos reclamando del Gobierno la autorización para celebrar la consulta sobre el llamado "derecho a decidir" -eufemismo para no hablar de autodeterminación- cuando es sabido que Durán y su partido, Unió, no son independentistas. Pero su socio, Artur Mas, sí, y ésa es la contradicción o el teatro al que obliga la servidumbre política.
En fin, el único compromiso firme que nos deja el debate, compromiso con fecha -la de este viernes al término del Consejo de Ministros- es la puesta en marcha de la "tarifa plana" de 100 euros de cuota a la Seguridad Social para nuevos contratos de trabajo de más de tres años de duración. Todo lo demás, al igual que las palabras de las críticas de los portavoces de los diferentes partidos están ya camino del olvido.
Con esto no quiero decir que los debates no sean importantes. Lo son y cumplen una función pedagógica imprescindible puesto que el sistema democrático es un régimen de opinión pública. Y, a la manera de las competiciones de automovilísticas, sirven, también, para comprobar lo que podríamos llamar el "estado dialéctico" de los diferentes líderes políticos a los que hemos visto ya calentando motores para la cercana campaña electoral de las elecciones al Parlamento Europeo. Pero esa es otra historia.
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