¡Que Fe tenemos los españoles!

Se necesita tener una memoria excelente para olvidarse de todas las promesas que nos han hecho los líderes políticos. Unas consisten en mejorar el futuro imperfecto y otras en rectificar el pasado irreparable, pero las que han tenido más éxito de público han sido las económicas. Eso de ofrecernos a casi todos una moderada cantidad de euros, que nunca vienen mal, es algo que no falla más que por su incumplimiento. Yo, que he vivido tantas épocas distintas, pensaba que todo el mundo está dispuesto a acudir cuando lo llaman a engaño, pero resulta que no. Según un sondeo "Flash", de Metroscopia, la retahíla de promesas electorales se ha encontrado con la mayor indiferencia. Si no con la mayor, con una indiferencia bastante crecidita.

Es confortador que el sufrido pueblo español haya alcanzado la madurez democrática al cabo de pocos años. Ya sabe que lo que se dice durante los períodos electorales debe entrarle por un oído y salirle por el otro. A quienes se les queda dentro es que es tonto del culo, aunque posteriormente lo use para recordar a quienes le mintieron. Cada vez queda menos gente que crea en los caldos concentrados y en esos crecepelos que se venden acompañados de unas tijeritas, para que los calvos puedan cortarse el cabello, en caso de que les impida la visión.

Lo bueno es que no somos rencorosos. El pueblo perdona a los embusteros y comprende que para intentar ganar las elecciones le digan que vamos a ganarnos la vida en mejores condiciones. Al parecer la participación prevista en las urnas apenas desborda el 70 por ciento. ¿Qué cifra alcanzaría si no se hubiera gastado tanto dinero en mítines y tanta saliva en declaraciones? Quizá el número permanecería invariable. La verdadera fe no se define por creer en lo que no se ve, sino por creer en lo que no se verá nunca.