La puerta de la vida
Otro concepto que ha variado, gracias al paso de los años que todo lo cura, es el de madre soltera. Mujeres latinoamericanas –hermanas nuestras procedentes de Perú, Ecuador, Colombia...–, brotan como flores hermosas por nuestras ciudades españolas. Han llegado a nuestro país embarazadas y sin papeles...
Han tenido que pasar muchos años para que la mujer pudiera emanciparse y vivir su vida tal como Dios manda. En tiempos pasados, nuestras féminas estaban condenadas –de por vida– a esperar que cualquier caballero andante les declarase su amor y, así, poder casarse, lo que era la meta final de su carrera como mujeres de carne y hueso. Lo mismo que nosotros somos también de la misma materia, de carne y hueso, o de hueso y carne... que algún día se comerán las hormigas con sumo placer.
Otro concepto que ha variado, gracias al paso de los años que todo lo cura, es el de madre soltera. Mujeres latinoamericanas –hermanas nuestras procedentes de Perú, Ecuador, Colombia...–, brotan como flores hermosas por nuestras ciudades españolas. Han llegado a nuestro país embarazadas y sin papeles, con la esperanza de conseguirlos, aunque no los conseguirán con la vigente Ley de Extranjería cuando sus retoños saquen su cabecitas por “la puerta de la vida” que toda hembra lleva en sus adentros y que sufre dolores de muerte al dar a luz: angelitos del cielo llamados niños/as. ¡Qué felicidad, vive Dios!
Los médicos –ella y él– psicólogos, asistentes sociales... deben hacer un seguimiento, cuidar, asesorar, y lo que hiciera faltar hacer para que las futuras madres que lo quisieran –a su voluntad– se convirtiesen en tales. ¡Ojalá! Que el miedo personal a lo desconocido no impida que vengan a este mundo los niños/as deseados –futuras simientes del amanecer– que tienen derecho a la vida: sus vidas. Dad amor (generosidad) a esos retoños cuando lleguen a esta vida: tiernos, bellos y agradecidos, con ojos pequeños, manos pequeñas, cabecitas y amplios corazones que palpitan al respirar. Una, dos, tres... mil y una palpitaciones. ¡Pobres niños!
Empezando un nuevo milenio, a nivel social todavía quedan temas pendientes que resolver: uno de ellos es la igualdad entre hombres y mujeres dentro del mundo del trabajo. Nuestras féminas tienen talento y lo están demostrando a cada momento, escriben libros y se sientas en las cátedras universitarias... formando parte del organigrama social por méritos propios: son mujeres siglo XXI. Erikson mantuvo que las mujeres estaban destinadas a cuidar niños. Se equivocó, como buen ser humano que era.
Y, sin embargo, llegó el momento de comprender que la mujer está dotada de razón, memoria, entendimiento y voluntad, pero también de corazón para sentir y amar. Se abrió para las hijas de Eva el mundo cultural de las universidades, y el resultado fue tremendamente satisfactorio: medicina, abogacía, ingeniería... toda clase de profesiones son ejercidas actualmente a las mil maravillas, para bien de ellas y del mundo entero.
Las madres de nuestros hijos tienen gran capacidad de sacrificio, pues son, sobre todo, personas dispuestas a amar: aman lo bueno y lo malo también. Sí es cierto que son genéticamente distintas a nosotros, pero no olvido que son maravillosamente complementarias. Si perdiera mi esposa, mis ojos quedarían oscuros y la brújula casera nunca marcaría el norte. Recuerdo sus desvelos y trabajos -inquietudes- para conmigo y los míos y, viéndola, sé que las demás mujeres tienen un lugar privilegiado en el corazón de sus maridos.
En las empresas, públicas y privadas, se hallan ya muchas mujeres desempeñando labores propias de hombres, pero sin perder para nada su identidad femenina. Debo reconocer que, en las últimas, no son pagadas en la misma moneda, pero en las primeras han alcanzado el nivel “súum cuique” (a cada cual lo suyo). Muchas veces, por desgracia, sufren el consabido acoso sexual por parte de jefes y compañeros, teniendo que abandonar sus puestos de trabajo antes que someterse a satisfacer deseos sexuales de desaprensivos y aprovechados. Denunciad estas conductas para salvaguardar vuestra libertad sexual.
Quien ama y respeta a una mujer está amando y respetando al mundo entero. No olvidemos que, si nosotros estamos pernoctando en este valle de lágrimas, se lo debemos a ellas. Detrás de un hombre hecho siempre se encuentra una mujer hecha. “La mujer quiere ser amada sin razón, sin motivo: no porque sea hermosa o buena o bien educada o graciosa o espiritual, sino porque es” (Amiel, diario íntimo II).
Evidentemente, si las mujeres fueran mayoritarias en los Gobiernos mundiales, habrían ciertas garantías de que las guerras fuesen a menos y, desde luego, no tan cruentas como los son ahora: las primeras son, por lo general, pacifistas.
En el siglo XX, nuestras féminas fueron reconocidas como seres capaces e inteligentes, tal y como debía de ser: con los mismos derechos que los hombres, y, por consiguiente, con las mismas obligaciones. ¡Faltaría más!
Hoy por hoy, en los albores del siglo XXI, a ellas –nuestras hijas de Eva– les queda mucho camino que recorrer en la consecución de sus derechos en los países que no son verdaderamente democráticos, pero hemos de reconocer que nos encontramos -nosotros los hombres– con una pléyade de mujeres valientes e inteligentes –belleza aparte–, que forman la vanguardia de las que convenimos en denominar “Mujeres siglo XXI”. Honra y salud para ellas, pues así también honramos a nuestras propias madres. Ellas, las mujeres, nos están enseñando cómo y cuándo trabajar.
“Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mucho que culpáis"
Sor Juana Inés de la Cruz, Redondillas, III.
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