Noticias de Cantabria
14-12-2009 09:00

La noche de las antorchas

No habían pasado más de dos horas, cuando el simpático del muchacho regresó a la velocidad que le daban sus piernas, y, al parecer, sus miedos, dado el semblante de susto que presentaba su rostro.”¿Qué te sucede jovencito?”, le pregunté. “Verá usted, he bebido agua en la fuente de Nas Odnesor, y, a continuación, oí una voz como venida del cielo”, me contestó.

Corría el año...,  que más da. Puede ser hoy, pudo ser ayer, y podrá  ser mañana. Los niños siempre son niños, y debemos quererlos y respetarlos,  pues son cosecha inigualable. Salió Oiluj-  de 14 años de edad- a pasear por las inmediaciones de  la casita de campo donde pasaba los fines de semana,  en compañía de sus progenitores. Anduvo escoltado por su fiel perro “Naybet”, que le lamía en sus mejillas, como cuando se dan besos de caridad entre hermanos. Me tropecé con él, y le dije: “¿Adónde vas con tanta prisa, muchacho? Quizá, a disfrutar del campo en este día de asueto, tan hermoso, tan alegre...”. “Desde luego, señor Zepol. Usted ya sabe como disfruto de la naturaleza en compañía del chucho...”, me afirmo.

No habían pasado más de dos horas, cuando el simpático del muchacho regresó  a la velocidad que le daban sus piernas, y, al parecer, sus miedos, dado el semblante de susto que presentaba su rostro. “¿Qué te sucede jovencito?”, le pregunté. “Verá usted, he bebido agua en la fuente de Nas Odnesor, y, a continuación, oí una voz como venida del cielo”, me contestó.

Dicha voz, me informó que “la felicidad no está en este mundo, sino en el otro”. Después, “Naybet” y yo caímos en un profundo sueño, y por nuestras mentes pasaron- al galope- cientos de personas encapuchadas, que portaban antorchas con mangos negros y pronunciaban la palabra “hambre”. Continuando diciendo: “Pan, pan para todos nuestros hermanos que sufren la más cruel de las enfermedades: hambre”.

Al poco, mi sueño o visión me llevó a una gran gruta donde se pronunciaron las siguientes invocaciones: “ ¡Señor, que vean!, ¡Señor, que oigan!, ¡Señor, que anden!...”.Al final, y entre humos y nieblas, surgieron gentes con rostros irreconocibles- ni vivos ni muertos-, que se zambulleron en enormes bañeras... Todos cantaban y alababan al “Dios de todas las religiones”.

“Así finalizó nuestra noche, la noche de las antorchas”, señor Zepol. “¿Cree usted, en verdad, que alguien admitirá nuestras extraordinarias vivencias? Me llamarán mentiroso, embustero, exagerado... Aunque poseo un positivo testigo: mi camarada Naybet”, me comentó. “Nadie propagará esos improperios contra ti y el can, muchachote”, le dije. Habrás de servirte de una estratagema que jamás falla. Di, pregona, difunde todo y cada una de las imágenes de las que habéis sido testigos. Todo es tan maravilloso que, desde luego, no debe ser callado. Pero hazlo como si se tratase de un juego, es decir, ni mientas, ni siquiera describas la verdad, ni expliques, ni siquiera dialogues... Coméntale a tu profesor que, a ser posible, os  ponga una redacción pequeña- como deberes para casa-: un cuento. Pues bien, como tal narración tu imaginación  tendrá rienda suelta para poder explayarse, y así, el mundo entero conocerá vuestra experiencia única e irrepetible. Hablad de vuestro cuento, nadie se lo creerá pero todos serán voceros del mismo, todos serán voceros de “La noche de las antorchas”.

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