La esperpéntica primera República Española
Mucho se ha hablado y escrito de la Segunda República Española, pero mucho menos de la Primera, que ha pasado como de puntillas por la Historia.

En 1968 se armó “La Gloriosa”, echando del país a la reina Isabel II, en una época en que España era un desastre de país, sumido en la corrupción y el caciquismo y alejada del progreso que se estaba consagrando en Europa.
Pero La Gloriosa tampoco nos trajo la estabilidad, ni el progreso, ni la justicia. Trajimos a un rey foráneo, Amadeo I de Saboya, asiduo veraneante de Santander, en cuyas playas tomaba baños que eran la admiración de todos. Pero, aburrido y hastiado, se marchó de España, dejándonos aquella frase lapidaria de que “los españoles son ingobernables”.
Y al día siguiente de su marcha, los españoles de entonces, acuciados por una crisis económica descomunal, con un nivel de paro y miseria insoportable, con una población al límite de su resistencia política, económica y moral y con unos gobernantes incapaces de afrontar las reformas estructurales básicas, se llegó a la proclamación de la Primera República Española, hecho que sucedió el día 11 de febrero de 1973.
Aquel “espejismo” republicano duró hasta el 29 de diciembre de 1874 –poco más de diez meses- y tuvimos cuatro presidentes:
- Estanislao Figueras (4 meses)
- Francisco Pi y Margall (37 días)
- Nicolás Salmerón (50 días)
- Emilio Castelar (4 meses)
Como se puede colegir, sus mandatos fueron efímeros; salvo Figueras, los otros tres tuvieron calles en Santander y los dos últimos, aún cuelga su nombre de sendas calles de nuestro callejero.
El desarrollo de la vida en este tiempo republicano, fue de auténtico esperpento, propio de una opereta bufa, si no fuera porque se produjeron hechos gravísimos que supusieron derramamiento de sangre a mansalva.
Todo empezó con Pi y Margall, presidente federalista, ¡¿Les suena?!, que estuvo a punto de romper este país en mil pedazos con su invento, sumiéndole en un caos tremendo. Planteó un proyecto de constitución federal que se vio desbordado por la declaración de múltiples repúblicas independientes: Cataluña, Málaga, Cádiz, Valencia, Castellón, Granada, Sevilla, Alcoy, Algeciras, Almansa, Andújar, Bailén, Motril, Tarifa, Torrevieja, Cartagena… ¡Una situación caótica y delirante!. Además, muchas de ellas pelearon con sus vecinos, en una situación trágico-cómica que acabó como el rosario de la aurora. El NE, Sur de España, toda la zona Mediterránea ardía en deseos independentistas que difundían con ardor y fuego.
Pi y Margall se vio superado por esta situación esperpéntica y había casos de verdadero delirio, como cuando la república de Jumilla amenazó a la de Murcia: “La nación jumillana desea vivir en paz con todas las naciones vecinas y, sobre todo, con la nación murciana, pero si hoyara su territorio, Jumilla defenderá, como los héroes del Dos de Mayo, y triunfará en la demanda…”.
Cartagena se declara independiente, soberana y neutral entre Jumilla y Murcia, mientras los cartagineses, guiados por el héroe popular Toñete (Antonio Gálvez), asaltan las instituciones, se hacen con el control del Arsenal y de la Flota y tras encontrar una vieja bandera roja, turca, aún con una media luna de color blanco, se la repinta en rojo y la enarbolan como pendón en el castillo de Galeras. ¡Les va sonando!.
Mientras tanto, las Cortes rechazan el proyecto federalista, dimite Pi y Margall, quién no era partidario de emplear la fuerza contra los cantonalistas (“…mi idea es conceder lo que el pueblo pide”, decía y su sucesor, Nicolás Salmerón, quien envía tropas a Cartagena en un intento de sofocar la independencia declarada, pues el tal “Toñete” llegó a organizar una marcha sobre Madrid, llegando hasta Chinchilla, dónde fue derrotado y tuvo que regresar a Cartagena, dónde fue cercado por el ejército nacional, ya bajo la presidencia de Emilio Castelar..
Estas acciones del cerco militar a Cartagena, fueron dirigidas, con gran éxito militar, por el General Ceballos, torrelaveguense él y curtido en mil batallas, desde su ingreso en la milicia en 1833, pues había participado activamente en las Guerras Carlistas y en otras escaramuzas a que nos tenía acostumbrados la España de entonces. Por ello se le concedió la Medalla de la Guerra Civil 1873-74, con el pasador de Cartagena, que vino a sumarse a las muchas condecoraciones que ya adornaban su pecho; le quiero homenajear, poniendo su imagen en este artículo a quién llegaría a ser Marques de Torrelavega.
¡Y no crean que no eran bravos los de Cartagena!. Una vez que los rebeldes se hicieron con la Flota del Arsenal de Cartagena, sacaron los barcos al Mediterráneo y bombardearon Alicante y Almería, llegando a desembarcar en esta última (¡Años más tarde les imitaron en Normandía!). Los cartageneros estaban crecidos y llegaron a acuñar moneda propia, como las “pesetas cantonales” y, ¡Lo más esperpéntico!, se pusieron en contacto con el gobierno de los Estados Unidos de América, pidiéndoles ayuda (armas y pertrechos) y ofreciéndose a ingresar como un nuevo estado de la Unión; tras ardua discusión del Congreso, el entonces presidente americano, el general Ulises S. Grant, rechazó el ofrecimiento para no tener problemas con España, despreciando la tentadora posibilidad de poner en territorio europeo, una base americana.
La experiencia republicana acabó con el general Pavía, entrando en el Congreso de los Diputados el 3 de enero de 1974; era el final de la Primera República, aunque oficialmente continuaron casi otro año más, con el general Serrano al frente “nominalmente” de la misma, quien ostentó la presidencia hasta final de año y sin Cortes que pudieran controlar su acción de gobierno.
Y un último apunte: la Primera República mantuvo la bandera de España roja y gualda, pues en esta época parece que a nadie le producía urticaria la presencia de la misma.
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Comentarios(2):
Detallado apunte histórico el que firma Pedro Arce y que buena parte de la población española ignora porque tampoco se ha puesto demasiado interés en explicarlo en las aulas. Fueron décadas del siglo XIX que historiadores y profesores parecen querer dejar en el olvido porque el reinado de Isabel II fue una catástrofe presidida por la degradación de la vida política y moral que convirtió la monarquía constitucional en un mal ejemplo que no debiera repetirse jamás.
Esto no teiene arreglo porque los que nos gobiernan eran los mas tontos de la clase y nunca han trabajado