La botadura del Centro Botín
Como para tantos santanderino, parte de mi vida ha sido y es la bahía. Muchos recordarán como yo, que cuando se botaba un barco en Corcho, porque aunque el nombre del astillero cambiara para nosotros la botadura siempre era en Corcho, era una fiesta popular a la que asistíamos alborotados, los niños los que más.
Hacía mucho tiempo que en Santander no asistíamos a una, creo que varias décadas y supongo que hoy somos relativamente pocos, los que tenemos esos felices recuerdos que incluso en algún caso en la lejana infancia, fueron acompañados de corrernos la clase con el riesgo y castigo correspondiente.
Para mí, la inauguración del Centro Botín, más que una inauguración, mucho más, es como una botadura de las de mi infancia. Como cualquier embarcación en el pasado, de las que se construían en Corcho, y no quiero buscar en mi memoria los nombres de las sociedades, ya lo he dicho, porque siempre fue Corcho, después de años de construcción a la orilla del mar, viendo avanzar desde la nada en las gradas del astillero el futuro barco, esperábamos ansiosos el momento de la botadura, que se convertía en noticia en la ciudad. Y así ha sido lo del Centro, le hemos visto crecer poco a poco, como veíamos crecer antes los barcos en San Martín, sólo que este en vez de navegar por los océanos navegará por los mares de la cultura y el arte. Y como en el pasado la botadura de cualquier barco, también esta estuvo acompañada de ribereños. No sabemos cómo eran en los Reales Astilleros de Guarnizo cuando en el siglo XVIII, bajo el impulso del marqués de Ensenada, se botaron allí algunos de los mejores navíos de la flota. Pero estoy seguro de que sería algo parecido.
Cuando escribo esto no me engaño, sé que en tierra sigue la polémica de si habría que hacerlo aquí o habría que hacerlo allá. Yo para ello, para dirimir la polémica llevo en el móvil unas fotos en las que se ve que en donde hoy está atracado el Centro Botín, durante los últimos 30 años había aparcados decenas de camiones camino de ida o vuelta a gran Bretaña. Porque aquello, no nos engañemos y no lo olvidemos era un parking, sabiamente separado de la ciudad por una autovía de cuatro carriles, herederos en parte del ferrocarril portuario de cuando los muelles eran el centro industrial de la ciudad.
Pero bueno, aquí como muchos sitios, a menudo somos desagradecidos hasta para los regalos, y no es mi intención reeditar pasadas polémicas, a menudo convertidas en disparatadas polémicas acerca del sitio, método, o personalidad del donante, a quien modestamente declaro mi agradecimiento. Pero si quiero reivindicar una vez más, como vengo haciendo desde hace años, que esta botadura justifica aún más que el acceso desde el aeropuerto pueda hacerse a través de la bahía, y no únicamente por carretera través de las zonas industriales que rodean la entrada a la ciudad. Entre todos debemos reivindicar la conexión marítima del centro de la ciudad con el aeropuerto Severiano Ballesteros, no digo de forma permanente, ni exclusiva, ni excluyente, digo que tenemos una posibilidad turística que no tiene ninguna otra ciudad española, y que es un reclamo que debemos explotar. Ojalá los vientos sean propicios en esta singladura que comienza.
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