Noticias de Cantabria
25-06-2016 16:00

Homenaje al piloto Salvador Hedilla

En el día de hoy ha tenido lugar un sencillo homenaje al piloto cántabro Salvador Hedilla Pineda (Castillo Siete Villas-Arnuero, 1882 – Barcelona, 1917), por parte de la Asociación de Veteranos del Ejército del Aire de Santander, con motivo del XXV aniversario de su creación.

Durante toda la semana se han ido sucediendo múltiples actividades, como las conferencias pronunciadas en la UIMP por el general Muñoz Castresana o el Vicerrector de la institución, Rodrigo Martínez del Val; en el propio Palacio de la Magdalena se ha instalado una sencilla exposición sobre el referido aviador Salvador Hedilla, uno de cuyos elementos es la Copa Montañesa de Aviación que ganó en 1914, al cubrir en un solo día los 635 kilómetros que separaban Santander de Châteuneuf, en Angulema (Francia).

El homenaje del día de hoy, celebrado en el mausoleo que el piloto tiene en el cementerio de Ciriego, ha sido ofrecido por los miembros de la citada asociación y, tras las oraciones del capellán del camposanto, la teniente de alcalde del Ayuntamiento de Santander, Ana María González Pescador, ha colocado un ramo de flores sobre la tumba de Hedilla.

La semana finalizará con otros actos, entre los que se cuenta un concierto de música clásica que tendrá lugar hoy, a las 20:00 horas, en el Paraninfo de la UIMP en Las Llamas y mañana, viernes, finalizarán los actos con un homenaje al aviador Salvador Hedilla en su lugar natal, Castillo Siete Villas, que tendrá lugar a las 12:00 horas, con la intervención de las autoridades, el homenaje a los caídos y la interpretación de los himnos del Ejército del Aire y del Himno Nacional.

Salvador Hedilla trabajó de joven en el campo junto a sus padres y hermanos, que eran labradores; a los trece años ya trabajaba en una fábrica de salazones y siente inclinación por el mundo de la mecánica, trasladándose a Gijón. En 1901 emigró a Argentina y en Buenos Aires trabaja duro y se hizo mecánico en una compañía de ferrocarriles; más tarde se estableció por su cuenta y crea un taller de bicicletas y después, en 1909, llegó a montar el primer taller de reparaciones de automóviles que hubo en la ciudad porteña.

Interesado por el nuevo mundo de la aviación, liquidó su negocio y regresó a Europa. Aprendió a volar en Francia en la escuela de vuelo de Robert Morane en Issy-les-Molineaux, obteniendo el “brevet” en el aeródromo de Juvisi y el Real Aero Club de España le asigna el número 41 de piloto; adquirió un monoplano Morane-Borel y, tras unas exhibiciones en Gijón, se presentó en Santander, donde la espectacularidad de sus vuelos y su gran simpatía le hicieron muy popular.

En 1914 se marchó a Cuba, quizás en busca de laureles y fortuna y allí, en su breve estancia, entre el entusiasmo de la colonia española, realizó muy importantes vuelos, especialmente la apuesta que cruzó con el aviador cubano Domingo Rosillo, al que ganó los mil pesos de oro que estaban en juego. Muy poco después, en febrero de 1915, regresa a Santander a bordo del trasatlántico Alfonso XIII, buque que se hundiría tres días después de arribar en la bahía santanderina, con la suerte de que ya estaba desembarcado su aeroplano.

A su regreso a España fue nombrado profesor de la Escuela Nacional de Pilotos de Getafe, donde alternó sus clases de pilotaje con la construcción de un original monoplano, dotado de múltiples innovaciones ideadas por él. Hedilla se inspiró en su Vendôme para diseñar su propio aeroplano, el “Monocoque I” que construyó en el taller madrileño de Amalio Diaz y bautizado como “Salvador”. Era un aparato monocasco, de madera recubierta de contrachapado y tela, con un motor Le Rhône de 60 CV y se comportó bien y con rapidez…

Marchó a Barcelona contratado por la empresa Pujol, Comabella y Cía, fabricantes de aeroplanos, que le puso al frente de sus talleres y de la escuela de pilotos, creada a su amparo. Allí fabricó el “Monocoque II” –llamado también “Monocoque Pujol nº 5”- que tenía un motor Le Rhône de 90 HP y el “Hedilla-Anzani” que era movido por un motor Anzani de 45 HP. Los tres aparatos son utilizados en la escuela catalana que él dirige.

El 2 de julio de 1916 realizó una de sus mayores proezas, volando desde Barcelona a Palma de Mallorca en el Monocoque Pujol nº 5. Fue así el primero que alcanzó la ‘Isla de la calma’ por el aire y ganó la Copa del Mediterráneo donada por el Rey. Pocos días más tarde voló de Barcelona a Santander, también con el mismo aparato.

Falleció el 30 de octubre de 1917, con treinta y cinco años, al estrellarse cerca de la desembocadura del Llobregat el monoplano que pilotaba, precisamente el Monocoque Pujo nº 5. Sus restos reposan en el cementerio de Ciriego, bajo un sencillo monumento rematado por un minúsculo monoplano de bronce.

 

 

 

 

 

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