Frasio
¡Muchas personas conocen a Frasio!. Eufrasio Sainz Peón (Torrelavega, 1927) nació al lado de La Llama y de la castiza Plazuela de San Bartolomé, en una casa que antaño había sido una antigua ermita y se ha dedicado profesionalmente al trato de ganado, en una ciudad que ha sido paradigma de las ferias ganaderas, primero en La Llama y después en el Mercado Nacional de Ganados.

¡Muchas personas conocen a Frasio!. Eufrasio Sainz Peón (Torrelavega, 1927) nació al lado de La Llama y de la castiza Plazuela de San Bartolomé, en una casa que antaño había sido una antigua ermita y se ha dedicado profesionalmente al trato de ganado, en una ciudad que ha sido paradigma de las ferias ganaderas, primero en La Llama y después en el Mercado Nacional de Ganados.
Asistió de niño al Grupo Escolar del Este o del Mortuorio (Hoy Colegio “José Mª de Pereda”), incorporándose en la primera promoción del ya lejano año de 1933, cuando se inauguró el centro, guardando del mismo un agradecido recuerdo; recuerda, por ejemplo, que el curso 1936-37 no dio comienzo en septiembre porque el Colegio se utilizó para instalaciones militares, ya que enfrente del mismo acampó un batallón de las Fuerzas Nacionales.
Muy pronto ayudó a su familia en las tareas ganaderas, ya fuera en Torrelavega, Barreda o Rinconeda y también siguió la estela paterna y se dedicó al trato del ganado, comprando y vendiendo reses vacunas; guarda como un tesoro su primer carnet de “Chalán”, pues así se llamaban hace décadas a los tratantes de ganado.
Y como tal ha recorrido casi toda Cantabria, ha visitado miles de cuadras, ha hablado con miles de ganaderos y personas con las que se ha encontrado y ha transitado carreteras y camberas para adquirir reses; habitual también en las muchas ferias de ganado que se celebraban en Torrelavega, Solares, Sarón, Orejo, Beranga, Cabezón, etc.. Y ello salvo el tiempo que estuvo en el Servicio Militar, que realizó en Aviación y durante un tiempo estuvo destinado en el entonces Destacamento Aéreo del Aeródromo de La Albericia (Santander).
Tiene un conocimiento de muchos pueblos y lugares de Cantabria que alcanza a personas, sitios, historias y curiosidades que es digno de admirar y un placer escucharle, pues es un amenísimo conversador.
Es una persona que destaca por su bonhomía y deseo de servir a los demás; pero hoy le traigo a colación por dos de sus características innatas: su prodigiosa memoria y los conocimientos que posee, adquiridos en la universidad de la vida.
De esta prodigiosa memoria que atesora, se supone que es innata y que la Naturaleza le dotó muy bien; pero también su interés por conocer cosas, retener lo aprendido y practicar diariamente, tendrá su influencia.
Lo que destaca sobremanera, son los conocimientos que tiene de Cantabria, pues conoce cualquier rincón de la misma. Pero aún destaca mucho más en sus conocimientos de las personas, la trayectoria vital de cada una de ellas, las relaciones entre las mismas, etc. Y de esto sabe, de quién no conoció y buscó la información y, también, de quién conoció y trató directamente. De todos recuerda aspectos generales y detalles que a otros nos parecerían insignificantes.
Es decir, tiene unos conocimientos enciclopédicos (El “disco duro” casi completo) y muchos de quienes le conocemos le solemos animar a que escriba y traslade a papel todas las experiencias que atesora, para que queden plasmadas para el futuro, pues sería una pena que se perdieran. ¡Y cuando la Naturaleza te dota de una memoria prodigiosa y de unos conocimientos especiales, parecería solidario compartirlo con los demás!.
El conocimiento que posee de Torrelavega y su zona es tal que no existe cronista que le supere; como digo, muchos le hemos solicitado que transcriba los mismos en el papel, para constancia de generaciones futuras.
Muchas otras cualidades le adornan, aunque él se muestre muy educado, prudente y reservado. Les recordaré una que ya conté en un artículo que publiqué en esta misma columna hace unos dos años y que se refería a Carpio, “el último pasiego de la Braguía”, a quién se le había condenado a pagar los daños de un vehículo que había atropellado una vaca suya que murió en el accidente; y Carpio decía: “Y a mí, ¿quién me paga la vaca?”… La Justicia le llegó a embargar lo que más quería, sus vacas, y esto desató una tempestad de solidaridad hacia Carpio, especialmente en Selaya.
Cuando de esto se enteró Frasio, fue a visitarle, pedirle permiso y abrir una cuenta en una entidad bancaria de Selaya; para eso, Carpio debió autorizarlo y firmarlo, a su manera, pues no sabía leer ni escribir. Sin embargo, no se llegó a abrir la cuenta, pues pronto llegó un anónimo de tres mil euros que casi paga el gasto; el resto lo hizo Frasio con una urna que se colocó en un conocido bar de Selaya, que Carpio solía frecuentar cuando bajaba a esta localidad.
Carpio, “el último pasiego de la Braguía” como decían algunos, continuó atendiendo a sus gallinas, perros y vacas hasta que una enfermedad pulmonar, ocasionada quizás por sus deficientes condiciones de vida en aquellas alturas de Cantabria, ha acabado con él. Estuvo ingresado en Valdecilla, pues el mal le había hecho mella en su correoso cuerpo y pasó el final de sus días en Santa Clotilde, de dónde llegó a decir que “nunca había dormido en una cama con sábanas”. Y en estos centros asistenciales, allí estaba Frasio y sus amigos, para hacerle compañía en sus últimos días.
¡Esto lo dice todo del espíritu generoso de Frasio!
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