Escaño Cero.- ¡Salvar a Blancanieves!
Soy feminista. Sí, soy feminista y he crecido leyendo los cuentos de los Hermanos Grimm y otros muchos poblados de princesas, hadas, príncipes encantados. Pero no soy feminista por haber leído estos cuentos, sino porque me parece que una sociedad no puede ser enteramente democrática si todos sus miembros no gozan de los mismos derechos y obligaciones y, desde luego, que a nadie se le discrimine en razón de su sexo.
Pero volvamos a los cuentos, a Cenicienta, Blancanieves, por ejemplo. Resulta que, según nos dicen desde los aledaños del poder, estos cuentos consagran un modelo de mujer objeto.
Yo, la verdad, es que me he quedado sin habla al enterarme de que los cuentos de mi infancia forman parte de un complot para que las mujeres estén subyugadas por los hombres y que, por tanto, estos cuentos hay que "rescribirlos" o quizá suprimirlos no vayan a envenenar las mentes de las niñas, convirtiéndolas en mujercitas objeto deseosas de que aparezca un príncipe azul montado en un caballo blanco.
La verdad es que me resisto a creer que alguien serio nos quiera convencer de tamaño disparate. Pero es que, además, yo no sé que la ministra Aido y otras mujeres militen en su especial feminismo, pero es que me parece absolutamente normal que cuando eres niña te dejes entusiasmar por la magia de los cuentos y soñar, claro que sí, con un príncipe azul. ¿Por qué no? Incluso cuando somos mayores, seguimos soñando con que llegue un "principe azul", que cada cual sueña con las cualidades que le viene en gana.
Educar enseñando que todos somos iguales es algo que ni se discute, pero eso nada tiene que ver con que las niñas continúen leyendo cuentos de princesas y de hadas. Es más, me parece sanísimo crecer jugando a las princesas, en vez de a esas vampiras que se han puesto de moda.
La ministra Aido ya le dio una patada a la gramática con lo de llamar "miembras" a las mujeres que formaban parte de una comisión parlamentaria. De la misma manera que es un auténtico disparate el afán de feminizar las palabras. Ya saben árbol, y su femenino árbal, tenedor y en femenino tenedora, teléfono y en femenino telefona... en fin, no sólo es un disparate sino una ridiculez, una solemne majadería. Pero ahora arremeter contra Blancanieves, Cenicienta, La Bella Durmiente del Bosque, etc, me parece ya que entra en el terreno del esperpento.
Basta de hacer ingeniería social. Me parece estupendo que Aido y sus amigas si tienen hijas no les den a leer el cuento de Cenicienta, pero permítanos a los demás hacer lo que nos venga en gana. Si se ponen a bucear en la Literatura y deciden suprimir todo lo que no es estrictamente feminista creo que cualquier día decretarán que no se puede leer la Odisea, en vista de lo machista y rancio que les puede resultar Ulises.
La verdad es que quienes defienden semejantes estupideces hacen un flaco favor a la causa del feminismo. Yo me tomo el feminismo demasiado en serio, pero hay quien juega al juego de la señorita Pepis en versión feminista. Por lo pronto, pido ayuda para salvar a las princesas y hadas de mi infancia, para salvar a Blancanieves, a Cenicienta, a la Bella Durmiente. Es más, voy a escribir un libro de princesas y hadas a la vieja usanza.
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