Noticias de Cantabria
07-11-2017 12:00

¡Entierro de Hedilla….!

Hoy se han cumplido cien años del entierro de Salvador Hedilla Pineda; se ha conmemorado dicho acontecimiento junto al mausoleo que los santanderinos erigieron con sus donaciones en la tumba del aviador.

El acto ha estado presidido por la alcaldesa de Santander, Gema Igual, el alcalde de Arnuero, lugar dónde nació Hedilla, José Manuel Igual, el delegado del Gobierno, Samuel Ruiz, el delegado de defensa, Ignacio Yáñez, familiares del aviador y casi todo el pueblo de Castillo (Arnuero), que se habían trasladado a Santander para la ocasión. Además otras muchas personas que quisieron unirse al acto, especialmente los Veteranos del Ejército del Aire, con su presidente a la cabeza, Ramón Martín Lorch.

El acto fue sencillo, emotivo y muy luminoso, como corresponde a un día otoñal, que contrastaba con el día muy lluvioso que hizo hace cien años, día que pudimos recordar quienes hemos intervenido en el acto para recordar diversos aspectos del aviador trasmerano.

Salvador Hedilla de muy joven se había ido de su casa en busca de mejores horizontes y así transitó por Santander, Gijón y La Coruña, desde donde dio el salto a la ciudad argentina de Buenos Aires en la que empezó desde abajo, pero logró labrarse un buen porvenir, acabando con un negocio de venta de vehículos ingleses Thames, que le procuraron una buena posición; además participó en competiciones ciclistas, motociclistas y de carreras de coches, ganando siempre las pruebas en las que participó.

Pero en 1910 conoció en mundo de la naciente aviación y quedó fascinado, lo que le cambió bruscamente la vida, pues dedicó todos sus esfuerzos a volar, a enseñar a volar y a construir aeroplanos. ¡Y todo ello lo hizo muy bien!. Había aprendido en la “universidad de la vida” y él no había nacido para segundón ni para hacer las cosas mal.

Volaba por puro placer, pero también competía y ganó las tres grandes copas del momentos: la Copa Montañesa (1914), la Copa Mediterránea (1916) y la Copa Tibidabo (1917); hizo la hazaña de ser el primero que atravesó en un aeroplano desde Barcelona a Palma de Mallorca, abriendo una vía que ahora recorren más de veintiséis millones de personas.

En Santander, después en Madrid y, más tarde, en Barcelona se dedicó a la construcción de aeroplanos; y en este terreno también fue un experto, tanto en el Monocoque de su invención, como en los aeroplanos Vendôme que, con licencia y muy mejorados, construyó en la fábrica de Pujol, Comabella y Cía. que él dirigía; y en esta misma fábrica, construyó el Kondor Taube y el Spad VII “España” para la Aviación Nacional, que él mismo probó a plena satisfacción.

El prestigio que alcanzó en los cuatro años que se dedicó al mundo aéreo (1913-1917), se vio recompensado en los múltiples homenajes, medallas, calles dedicadas y monumentos que se le concedieron ya en vida y, de forma especial, tras su muerte.

Pero una tarde aciaga del 30 de octubre de 1917, en un vuelo sobre el espacio de lo que hoy es el aeropuerto del Prat de Llobregat tuvo la desdicha de entrar en pérdida con el “Hedilla Monocoque, Pujol Nº 5”, aeroplano que él mismo había construido, estrellándose contra el suelo catalán y falleciendo en el acto, tanto él, como su acompañante.

El entierro fue en Santander, una semana después y ello concitó a miles de santanderinos que quisieron unirse al duelo de la familia del piloto, hasta el punto que los medios de comunicación de la época proclamaron que, ¡No se había visto algo igual desde el entierro de Menéndez Pelayo!.

 

Hemos celebrado este centenario con orgullo por el valiente y leal aviador y mejor persona y durante un año se han realizado diversas actividades, a las que he contribuido modestamente con la publicación de un libro, “Salvador Hedilla, un piloto audaz” y varias conferencias que he impartido en otras tantas localidades de Cantabria.

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