Noticias de Cantabria
25-02-2013 10:30

En resumen.

Mariano Rajoy ha salido más que airoso de su primer debate sobre el estado de la Nación. El presidente es un buen parlamentario, con experiencia, correoso, capaz de asestar golpes al contrario sin que se le mueva un cabello



 La satisfacción por el resultado del debate era patente entre los populares que andaban relajados por los pasillos del Congreso bien dispuestos a hablar con los periodistas.

   Lo cierto es que para Mariano Rajoy salir airoso del debate no era ni mucho menos tarea fácil. El caso Bárcenas, la ministra de Sanidad más que cuestionada, el aumento del paro, el sector sanitario, el de la educación y el de la Justicia, en pie de guerra, etc, etc, etc, parecían que iban a suponer un lastre imposible de superar para el Jefe de Gobierno. Pero Rajoy, que domina los entresijos del debate parlamentario, fue con la lección aprendida y sobre todo dispuesto a fajarse con sus adversarios. Atacó sin piedad a Alfredo Pérez Rubalcaba, se presentó conciliador con Duran LLeida y despachó con guante blanco a Aitor Esteban, portavoz del PNV. Con Rosa Díez ha estado menos agrio que en otras ocasiones, sin ocultar el desinterés e impaciencia que le provoca la Izquierda Plural y otros grupos minoritarios de la Cámara.

   Pero si para Rajoy suponía pasar un examen en este su primer debate sobre el estado de la Nación, también Alfredo Pérez Rubalcaba se examinaba. El líder de la oposición planteó al presidente los problemas reales de los ciudadanos. El de Rubalcaba fue un buen discurso, serio, realista, aunque quizá le faltó sistematizarlo y sobre todo haber dado más relieve a sus propuestas para superar la crisis económica, política y moral que padece nuestro país. A mi juicio, el error de Rubalcaba fue, como en otras ocasiones, dejar al descubierto que el PSOE no tiene un modelo de Estado. Reprochar al Tribunal Constitucional haber limado de elementos inconstitucionales el Estatuto de Cataluña ha sido un error colosal. A lo que parece el señor Rubalcaba hubiese preferido que el Tribunal Constitucional cometiera una ilegalidad no depurando los aspectos inconstitucionales del Estatuto para que los nacionalistas catalanes estén contentos.

   Pretender abrir la Constitución en canal para ir no sabe dónde, lo es mucho más. Apuntar que a lo mejor la salida es un "Estado federal" es más que un brindis al sol, porque la España de las autonomías es un Estado mucho más descentralizado que si fuera un Estado federal. En ese sentido, Rosa Díez es más clara y contundente y sí tiene una hoja de ruta: modificar la Constitución para acabar con las dualidades y triplicidades en el actual modelo de Estado. En mi opinión, a estas alturas del partido es evidente que por más reformas que se hagan a la Constitución los nacionalistas nunca estarán colmados. Su fin es la independencia, de manera que de poco sirve que los demás continúen cediendo terreno porque lo que ellos quieren es todo el terreno.

   Pero volviendo a otros aspectos del discurso de Rubalcaba ya digo que a mí me parece que el líder de la oposición estuvo más que acertado. El problema de Rubalcaba es Rubalcaba. Es decir, ese mismo discurso hubiera sido demoledor y habría tenido mayor repercusión en la política española si hubiera sido expuesto por otro socialista con menos pasado político y, sobre todo, que no esté marcado por haber estado sentado a la vera de Rodríguez Zapatero.

   En mi opinión, Pérez Rubalcaba ha salido del debate más o menos como había entrado, es decir ni es más ni menos líder del PSOE, ni tiene más o menos influencia, ni ha convencido a los votantes perdidos por más que haya que reconocerle, insisto, en que fue capaz de llevar a la Cámara los problemas reales de los ciudadanos.

   Claro que Pérez Rubalcaba no ha tenido suerte en este debate. Si algo le faltaba a Rubalcaba fue que casi a la misma hora en que él debatía con Mariano Rajoy, el secretario de los socialistas catalanes, Pere Navarro, se lanzara a pedir la abdicación del Rey. La petición no pudo ser más inoportuna y, sobre todo, ha servido para desviar la atención de lo principal, el debate sobre el estado de la Nación.

   Pero después de un debate de este calado, la pregunta es ¿y ahora qué? La respuesta pasa por la capacidad que tenga Mariano Rajoy de no creer que tener mayoría absoluta es un cheque en blanco para hacer lo que le viene en gana. El presidente gobierna ensimismado en sus propias razones. En esto, Rubalcaba tiene toda la razón: este Gobierno ha roto todos los consensos sociales que se habían sentado a lo largo de los años, y cada vez hay más ciudadanos que rechazan el modelo que poco ha poco va instaurando el Gobierno popular con la excusa de que es consecuencia de la crisis económica. En resumen, estamos como estábamos.

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