El esclavo

Muchos son los que critican a nuestro Presidente, Miguel Angel Revilla, por sus infinitas apariciones televisivas, en programas nada culturales, en donde la gente le ríe sus chistes y gracias. Otros, al contrario, le defienden, alegando que es el mejor embajador de Cantabria en España y que, encima, la publicidad nos sale gratis.

Pues bien, ha llegado la hora de dedicar un comentario a sus apariciones televisivas en programas con regidor (personaje que se ocupa de dirigir los aplausos o silbidos del público del plató) las cuales estarían completamente justificadas si no figurara el rótulo de “Presidente de Cantabria”, bajo su nombre.

El ciudadano Miguel A. Revilla tiene todo el derecho del mundo a prodigarse en cuantos programas le plazca, vestido con o sin albarcas, comiendo sobaos o quesadas y hasta cantando la “Fuente de Cacho”, si ello interesa a las productoras. Recientemente un chaval de Torrelavega, modelo y bien parecido, acaba de ganar “Gran Hermano” y nadie ha echado las campanas al vuelo ni a llamado a retreta por sus apariciones.

La última de nuestro Presidente me ha dejado un mal sabor de boca. En una entrevista con Jesús Quintero, el “loco de la colina”, el presidente Revilla ha declarado que su ex-mujer “se quedó con aquella casa que yo había ganado después de muchísimos años trabajando...”, declaración totalmente desafortunada y con un tufillo machista. Y ello porque, en un matrimonio, los bienes son de ambos cónyuges, con independencia de quien trabaje fuera del hogar. ¿Acaso el trabajo de criar hijos y ocuparse de la casa no es también trabajar? Que yo sepa, su ex-mujer era enfermera, es decir que también habría aportado algo al pecunio común que sirvió para la adquisición del domicilio conyugal. Además, como cualquier jurista sabe, el reparto de los bienes en una separación se realiza de mutuo acuerdo y mediante convenio o por decisión judicial. Es decir, que ni su mujer “se quedó”, ni él exclusivamente la “había ganado después de muchísimos años trabajando”. Flaco favor ha hecho el Sr. Presidente o el ciudadano Revilla a la causa de las mujeres divorciadas o en instancias de divorcio.

Y es que la erótica del poder acaba convirtiendo a los gobernantes en semidioses que levitan por encima de todos y se creen sus propias exageraciones. Le ocurrió a González, le ocurrió a Aznar y, mucho me temo, que nuestro presidente cántabro haya iniciado dicho camino.

Por ello, conviene recordar esa imagen que se producía en Roma al pasar por el Arco del Triunfo los generales que retornaban victoriosos de la batalla. Un esclavo sujetaba sobre su cabeza la corona de laurel y le sugería al oído: “Hominem te esse memento”, o dicho de otro modo, “Recuerda que eres humano”.

Por ello, urge la convocatoria, por concurso de méritos o libre designación, de una plaza de “esclavo” en el Gobierno de Cantabria, para que acompañe a nuestro Presidente en todas sus giras, en taxi o en avión, sosteniendo la bolsa con anchoas y sobaos y susurrándole al oído: “Recuerda que eres humano”.