Dos ambiciosos y un destino

Mirad si estarán las cosas fuera de quicio que un ateo irredento como yo lleva un día entero musitando por las esquinas, como un poseso, "dios mío, dios mío", viendo cómo se resquebraja la que parecía tan sólida fachada (¡cielos!, ¿he dicho fachada?) del edificio madrileño de Génova 13 Rue del Percebe.

La condesa consorte de Murillo tiene un savoir faire bien distinto al de Gallardón, por lo que sus ambiciones y anhelos pasan desapercibidos. El alcalde de Madrid, tan inteligente, brillante y culto, despliega una torpeza política solo comparable a la de Rajoy. Enseña el plumero cada dos por tres y anuncia a bombo y platillo todo lo que desea. Y eso se paga.

Aguirre no se queda atrás en ansias presidenciales pero las vive de otra manera. Claro que cuando le tocan los pelendengues, como en esta ocasión de las listas, salta como una tigresa y esgrime los mismos argumentos que Gallardón. "Si Alberto va, yo también". "Si Alberto dimite, yo también". Y a los madrileños que les den. He aquí para lo que sirven los votantes. Deberían de recibir el castigo de la abstención.

Aguirre y la extrema derecha del partido que la jalea creen haber ganado la guerra de sucesión, que era lo que en el fondo les importaba a ambos. Porque lo que sí ha quedado claro es que ni la presidencia de una Comunidad Autónoma ni una alcaldía eran los destinos políticos apetecidos por los dos contendientes. Madrid es para ellos apenas una aldea, una plaza de segunda.

Doña Espe es la niña consentida del PP. Sus errores no suelen pasarle factura. Unos cachetes y ya está. Como cuando confesó en una entrevista que "no es que haga números a final de mes, ¡es que muchas veces no llego!". Hay que tener morro para decir eso cobrando 100.742 euros anuales más gastos de representación. O como cuando dijo que su casa, un palacete en el centro de Madrid, es muy difícil y cara de mantener caliente porque tiene los techos muy altos.

Mariano Rajoy dice estar harto de los dos, de su proverbial enemistad. Pero lo que ha querido ser un gesto de firmeza por su parte, no ha sido más que otra muestra de debilidad. Para colmo, seis alcaldes irán en las listas del PP. Es probable que Aguirre salga indemne de esta batalla, pero quizás Gallardón y Rajoy hayan cavado su tumba.