De Bares y Cenas
Anda revuelto el patio hispano por los casos de corrupción que se están destapando y que dejan con el culo al aire a miembros y miembras intocables de los partidos de ambas tendencias políticas.
Y da igual ser el primo de zumosol catalán, que yerno del mismísimo descendiente de los Borbones franceses, contador de euros del PP o escribidor del PSOE con nombre de mujer. Aquí, la cuestión es trincar e irse de rositas.
¿Alguien se acuerda ya de Roldán o de Juan Guerra el “elmano” del azotador de la España que no iba a reconocer la madre que la parió? ¿Devolvieron lo sisado a los españoles?
La cultura del pelotazo y del tonto el que no trinca en política ha sido bien vista en España tanto por los que se beneficiaban de ella como por los que en su fuero interno aspiraban a entrar en ella para seguir con las buenas costumbres patrias.
¿Qué se puede esperar de un país de pícaros que echó hace dos siglos a los franceses, el enciclopedismo y a la ilustración a garrotazos y navajazos para acabar matándose posteriormente entre ellos en guerras civiles cíclicas?
Ahora que llevamos 38 años de democracia, todos de acuerdo a la hora de meter la mano en la caja y llevarse la comisión correspondiente. La política del calamar y del tú más ha llevado al esperpento actual, a la quiebra económica del país y a una desconfianza total en los políticos por parte de la ciudadanía.
No hay más que tomarse un blanco en cualquiera de los bares de la ciudad, agudizar el oído y escuchar las conversaciones de los licenciados de la barra y el pincho sobre políticos de uno y otro signo. Aunque quizás lo más sorprendente es que todos los parroquianos se apuntarían al trinque (si les dejaran y pudieran).
De cenas, todos coinciden que mejor en restaurantes caros, donde pagar con la Visa Oro de la administración (la suya, la mía) percebes, langosta y menús que no soñaron nunca dar cuenta de ellos ni ciegos de alcohol. Y no quiero señalar a nadie para no dejar en el olvido a quienes engrosaron la lista y la barriga de chupapercebes.
Las empresas dando sabrosas comisiones en comidas y cenas, eufemísticamente denominadas de negocios, para poder hacerse con contratos y seguir con su actividad. Y ya se sabe, o hay maletín o hay maleta y billete de tren hacia la emigración alemana para los empleados. Lo llamaban contabilidad “B”, lo anotaban en libretitas escolares y hasta se atrevían a grabar y filmar conversaciones por aquello de que “uno vale más por lo que calla que por lo que habla”. Aquí paz y luego gloria.
Y mira por donde Bar y Cenas se juntaron en un mismo vocablo, Bárcenas, para hacernos el retrato fiel de la España cañí que hace sonrojar a Alemania y a cualquier país serio. Aunque ya se sabe, en nuestro estado garantista, todo el mundo es “presunto inocente hasta que no se demuestre lo contrario”.
Faltaría más.
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