Noticias de Cantabria
27-05-2013 13:22

Creo firmemente que mi ciudad siempre estuvo ahí...

“Creo firmemente que mi ciudad siempre estuvo ahí, y afirmo, donde se encuentra: que es una ciudad abierta a todas las ideas, a todas las gentes.

Con sencillez y humanidad…Porque a pesar de la mala educación de sus ciudadanos, porque a pesar de que tiene los pavimentos de sus calles medio levantados, porque a pesar de tantas vallas publicitarias…es ‘Felicidad’ la mejor de las ciudades del mundo”

 Siempre he reconocido que  mi ciudad es infernal, infame, sucia y quizá un tanto molesta. Según es costumbre en mí, y siempre  que puedo-y sí no puedo hago por poder-, bajo a mi ciudad ‘Felicidad’- y quiero reconocer  que ‘la felicidad está dentro de nosotros’-, para encontrarme con algún viejo amigo…, sí aún me queda alguno.

Se me antoja que es sucia, molesta, con mil ruidos por doquier. Veo muchas vallas con publicidades tontas e indiferentes, mensajes sin ton ni son en las pantallas de plasma, TFT, LCD, LED, OLED…, los pavimentos de las calles siempre levantados (que  por h o por b…no se han podido hacer antes) y ahora muchos de mi ciudad los asientan al mismo tiempo.

Me torcí un tobillo el otro día, claro está que tuve algo de culpa en la caída: iba mirando hacia una chica-un bombón- y ¡caracoles!: paré en el suelo de una de las calles de adoquines levantados. ¡Mejor!, así estaré de baja unos cuantos días, pagará el ayuntamiento de mi ciudad. ¡Les está muy bien…! Diréis que soy un vago de esos de atar…: trabajo poco y me pagan peor, esta es la realidad de los mundos de hoy en día.

Suelo ir una o dos veces a mi ciudad ‘Felicidad’ y, cuando lo hago, me siento como un ser extraño: piso el asfalto y siempre quiero dar marcha atrás, pero nunca lo hago. Me siento como un paleto-¡vivan los paletos, porque son personas como todos…!-, y sé realmente que hay de todo, y mucho bueno, y mucho malo, pero…tengo un amigo que es una verdadera persona de los pies a la cabeza, como vulgarmente se dice.

Sin embargo, tengo que comentaros que existen dos instantes en que mi ciudad me parece maravillosa en todos los sentidos: a) cuando aparecen esas mañanas azules y también frías de invierno, y el sol se refleja en el café donde siempre tomo mi descafeinado con leche y sin azúcar, y acaricia las viejas piedras de mi calle de la Esperanza y los escaparates- de viejos libros- de las tiendas allí ubicadas, y b) el otro momento casi mágico es cuando surgen esas noches de verano que llevan un aire suave y dulce, al mismo tiempo que amansa a las personas y acalla remordimientos contraídos a lo largo de muchos días…: todo invita a caminar, despacio, muy despacio, diría uno. Y miro al cielo-como viajando en el tiempo- ¡cualquier tiempo pasado fue mejor!-, azul claro contagioso, y escucho que una voz lejana, me dice: “Felicidad es fiel reflejo de la  Historia_universal, el pasado y el presente fiel reflejo de lo que ha de venir…”.

Creo firmemente que mi ciudad siempre estuvo ahí, y afirmo, donde se encuentra: que es una ciudad abierta a todas las ideas, a todas las gentes. Con sencillez y humanidad…Porque a pesar de la mala educación de sus ciudadanos, porque a pesar de que tiene los pavimentos de sus calles medio levantados, porque a pesar de tantas vallas publicitarias…es ‘Felicidad’ la mejor de las ciudades del mundo. Con su sencillez, con su humanidad…cautivadora que, al primer golpe de vista y a la primera sensación, entiende uno que está ahí…porque siempre estuvo.

 

Era tarde y tenía mucha prisa. Poca gente circulaba por la calle; sólo un hombre sentado sobre las escaleras de un portal, quien me dijo: “¡Eh!, escuche...”. Paré mis pasos, preguntándole: “¿Le ocurre algo?”. Cruzamos nuestras miradas, mientras sostenía en sus dedos un cigarrillo apagado, diciéndome: “¿Me da fuego?”. Yo no fumo, le contesté.

¿Quién sería aquel personaje? Vestía ropas cansadas por el tiempo, sin afeitar, y tendría sobre setenta y siete años. Volviendo sobre lo andado, le dije: “Tome, tome...0,60 euros”. No pido limosna y nunca la he pedido, me contestó. Para enmendar mi anterior error, continué diciéndole: “¿Quiere tomar un vino?”. Al instante, respondió: “Poco bebo y cuando lo hago me lo pago yo”. Le pregunté después: “¿Cuál es su nombre?”. Y él me contestó: “Nadie”. ¡Hermosa respuesta!, de “Nadie” que se convertía en un nuevo amigo para siempre…recordar.

Por mi cabeza circulaban mil y una preguntas, y le interpelé: “¿Qué desea entonces?”. Al momento, contestó: “¡Hablar!, hace más de un siglo que no hablo con nadie”. Le sonsaqué si contaba con familia y contestó que tenía tres hijos y cuatro nietos. “Más vale no hablar...; y, con la vejez, pierde uno hasta los buenos amigos”, concluyó diciendo. 

He leído poco y me han contado algunas cosas sobre los ancianos. Allí se encontraba una de esas criaturas solitarias, un semejante que sólo solicitaba “hablar”...y una cerilla que no se la pude dar. Verdaderamente era alguien que estaba mendigando humanidad; bueno..., sí era realmente un ser que estaba solo.

Me arrepentí después de no haber estado más tiempo con él-ahora que está de moda no arrepentirse de nada (ni los políticos cuando mienten o se equivocan, ni los economistas cuando yerran en sus pronósticos...)-, con su soledad y sus miedos, su aislamiento..., que será el que uno tendrá a pocos años vista, si la sociedad en la que estamos inmersos no cambia sus costumbres deshumanizadas.

Cuando viejos comienzan nuestras grandes limitaciones físicas e intelectuales y entonces el afecto, la comprensión, el cariño...suplen unas y otras. El último recorrido de mi corta o larga vida la veo más llevadera dentro de la convivencia familiar y no aislada en tristes residencias que, aunque bien atendidas y limpias, son paredes muertas de mi propia soledad. Hay un antiguo proverbios_chinos que dice: “De jóvenes somos hombres, de viejos, niños”. Pues bien, ¡cuidemos a los niños! 

 

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