Una justicia bajo sospechaJosé Antonio Avila López
Las leyes deberían redactarse de forma más simple, que no lleven a la confusión, y mientras no sea así, la justicia seguirá estando bajo sospecha.
Es muy cierto que el poder legislativo y el poder ejecutivo van de la mano, y que acaban por solaparse bajo la figura de la mayoría absoluta o la coalición de turno, y lo hacen alimentando discusiones en los medios radiotelevisivos hasta el hartazgo. Mientras estos poderes acaparan las discusiones, en la sombra va pasando desapercibido el poder judicial, porque más allá de si una determinada ley es o no lo más justa posible, lo que todo el mundo espera es que mientras esté vigente, esta ley se cumpla de firma imparcial, rápida y diligente, y debe cumplirse sobre cualquier miembro de la sociedad, y en el caso de que la ley no guste, ya tendrá el pueblo, a través de sus representantes, estipulada la manera de reformarla o eliminarla por otra.
Lo que está claro y meridiano es que ni el poder judicial tiene un funcionamiento ejemplar, ni el ciudadano posee formas de enmendarlo, validarlo o penalizarlo. Todo ello es caldo de cultivo para la aparición de intereses personales, y para la corrupción de la justicia. Es imprescindible para una sociedad saludable aplicar la justicia de una forma luminosa, clara, eficaz y rápida. ¿Cómo ha podido sobrevivir hasta hoy el dicho hecha la ley, hecha la trampa? Porque es verdad, ya que nuestro sistema judicial se presta a ello con sus plazos interminables, sus requisitos y sus burocracias. Además, el propio lenguaje jurídico es oscuro y complejo... ¿Para cuándo un lenguaje jurídico lo más sencillo y adaptado a la comprensión de la ciudadanía? Las leyes deberían redactarse de forma más simple, que no lleven a la confusión, y mientras no sea así, la justicia seguirá estando bajo sospecha.
José Antonio Avila López
Asesor político y corrector de textos
Ex concejal Ayuntamiento Rubí
08191 Rubí (Barcelona)
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