Noticias de Cantabria
Opinión 27-03-2018 11:00

Sra. Alcaldesa

Creo que no nos conocemos. No recuerdo haberla visto nunca por aquí y ninguno de mis conocidos y parientes tampoco, aunque todos podríamos estar equivocados y si fuere así le pedimos disculpas por el error.

De todas maneras, debe comprendernos pues por aquí pasa mucha gente sobre todo niños, muchos niños y niñas de todas las edades. Nos encanta cuando llegan, aunque a veces les tenemos miedo, vienen con esquileros y cubos y nos persiguen por entre las pozas. Cuando cogen a alguno de nosotros gritan alborotados ¡mamá! ¡papá! ¡abuelo! Todo tipo de gritos para que algún adulto se acerque y les diga quién es de nosotros el cautivo. ¿Qué somos? ¿cómo nos llamamos? y la milenaria pregunta de si ¿esto se come? Generalmente la recomendación es que se nos suelte porque somos demasiado pequeños, los más mayores vivimos un poquito más alejados y en cuevas más profundas. Debería de ver usted señora la cara que se les queda cuando algunos lo que se encuentran es una estrella de mar sonriente, sorprendidos de ver que somos como las que ven en sus libros infantiles.

Últimamente era distinto, pues venimos sobreviviendo con muchas dificultades, lamentando profundamente no haber tenido la suerte que han tenido los nuestros en otros lugares en los que se respeta la naturaleza, se respeta la biodiversidad y se respeta el paisaje. Es una pena que usted no haya pensado como piensan otros que esto era un regalo de la naturaleza que había que preservar…

Nosotros creemos que lo que se debe de hacer aquí es salvar este lugar. Vivimos en unos cientos de metros cuadrados, en cuevas que nosotros llamamos gateras, pegados a las rocas y deambulando en las bañeras inter marearles, a menudo conocidas como pozas o charcos. Otros prefieren enterrarse en la arena. Cuando la marea sube nos invaden otras especies como son los peces que buscan entre nosotros su sustento, por lo que nos apresuramos a escondernos, aunque algunos no tienen la suerte de librarse: la cadena trófica es así. Es un espectáculo ver a los pulpos cambiar de color, avalanzarse sobre sus presas o lanzar la tinta para esconderse cuando un depredador mayor que ellos les ataca.

Los cormoranes, gaviotas y charranes están siempre vigilantes en la isla y la verdad es que unas veces nos atacan a nosotros, pero otras prefieren hacerlo a alguno de nuestros depredadores. Menudo susto cuando alguno de nosotros corre despavorido huyendo del peligro y al entrar en una cueva se encuentra con un enemigo mayor como esos feroces congrios que tanto tememos. Hay unos que se llaman mazurganos, que para no tener problemas dicen que se meten entre dos lastras estrechas y pasan allí su vida sin salir para nada: si usted un día se acerca mucho, más todavía y mira entre las rendijas de las lastras, es posible que vea dos ojos que la observan fijamente. Seguramente es un mazurgano.

Nuestra vida últimamente era difícil, pero ahora estamos extremadamente preocupados porque sabemos que una plaga se cierne sobre nosotros, sobre nuestras casas, sobre nuestras rocas y sobre nuestras cuevas y que la oscuridad va a caer sobre nosotros como una plaga en Egipto. Sabemos que van a cubrirnos bajo una enorme manta de arena que acabara con toda la fauna y flora de este lugar. Lo sabemos porque así lo han publicado en el boletín oficial del Estado de 23 de febrero de 2016.

Sabemos que han decidido poner fin a un ecosistema que vivió aquí durante los últimos cientos de miles de años. En realidad, no sabemos cuántos, pero debajo de las piedras de la escollera que acaban de construir, se encuentran los restos de unas edificaciones de la época romana, que dieron lugar a sostener que Santander es el Portus Victoriae de César Augusto. En aquella época Hermes, el dios protector de los caminos cuidaba de esta zona, y sabemos que una imagen de él se encuentra en el museo de arqueología de la ciudad tras ser hallado aquí mismo. Siglos más tarde con otros dioses, se construyó una ermita dedicada a la Magdalena, protectora de desamparados y enfermos. El nombre que lleva este lugar de “La Magdalena” es un hagiotopónimo, o sea el nombre de un lugar santo. A nosotros nos hubiera gustado que el manto protector nos hubiera dado acogida y salvado. Por eso le dirigimos esta carta. La comunidad de fauna y flora que todavía resistimos, le pedimos que piense la infancia que viene, le pedimos que recapacite pensando en todos esos niños y niñas que a partir de ahora no podrán llevar en su memoria algunos de los mejores recuerdos de su vida como les llevan los adultos a los que hoy estas obras desgarran.

Por favor señora alcaldesa, hágalo, sea nuestra alcaldesa y hágalo.

Comprenda también que si no lo hace nos veremos obligados a declararla a usted persona “non grata” en esta playa y a rogarle que nunca aparezca ni pasee por encima de nuestras tumbas.

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Comentarios(3):

Paco - 31-03-2018

Será mejor remover rellenando la playa con miles de toneladas de arena, lo cual sí que destroza cualquier atisbo de vida. Esperemos que con esta solución se recupere la fauna y flora destruida con tanto relleno. Lo que sí se debería hacer es prohibir los redeños.

yomismoenmimismidad - 26-03-2018

Nuestra querida alcaldesa no aparece por La Magdalena, ni casi por ningún sitio debido al poco tiempo que le dejan libre sus intensos estudos de magisterio a los que dedica toda su atención, estoy seguro de que cuando los finalice tendrá tiempo de recapacitar y atender a tan razonable peticion. Mientras no está para nada, estudiar, estudiar y estudiar ese es su empeño.

Cantabro - 02-04-2018

En otros lugares se arrojaron cubos de hormigón y más tarde pintados se convirtieron en un éxito turistico;demos tiempo a la finalización de la obra y quizá soluciona más problemas que el de la arena.