¿POR QUÉ NOS ASUSTA LA PALABRA ULTRA? Por Juan Goti Ordeñana Catedrático jubilado de la Universidad de Valladolid
En el escudo de España, y con gran honra de la tradición, tenemos el término PLUS ULTRA, más allá, y éste fue el lema del primer avión español, pilotado por Ramón Franco, que atravesó el Atlántico, y que pude ver en un museo en Argentina. Pero ahora lo vemos como un insulto a ciertos partidos.

En el escudo de España, y con gran honra de la tradición, tenemos el término PLUS ULTRA, más allá, y éste fue el lema del primer avión español, pilotado por Ramón Franco, que atravesó el Atlántico, y que pude ver en un museo en Argentina. Pero ahora lo vemos como un insulto a ciertos partidos. Lo cual es una antítesis, puesto que, es un término, que hace referencia a un progreso, que fue causa del mayor descubrimiento del mundo, cuando fuimos adelante, y por lo que aparece en nuestro escudo, como motivo de honor. Pero hoy día las izquierdas lo utilizan como el mayor insulto a un partido.
De modo que, según la tradición que tenemos, ULTRA quiere decir que está más allá de lo vulgar, de los cuotidiano, y que podría llegar a ser una aspiración de las personas, pero nuestros políticos con un progresismo propio y prevaricador, deberían explicar qué entienden por ULTRA, ya que lo que pretenden es destruir lo que favorece al avance, al progreso y al desarrollo de la persona. Por el contrario, han optado por el movimiento «Woke», es decir, se han despertado para destruir la cultura occidental, que ha sido la gran creación de la humanidad, y así han dilatado su acción por campos que, vedados el hombre, despliegan ideologías destructoras de la naturaleza y de la persona.
Por este progresismo «Woke», ya no pueden ser admitidos en sus círculos ni los católicos, ni los liberales, ni a cualquiera que se pueda calificar de derechas, los cuáles si quieren sobrevivir, tienen que ocultarse o disimular con cierta discreción, mimetizándose con el paisaje y callando a todo el mar de barbaridades que pueda hacer una izquierda desbordada, que aprovechando las ventajas que le da el momento de poder actual, se les consiente cometer todo tipo de tropelías y desafueros. Ahí están los escándalos de las juergas de Ábalos, de la familia de la mujer del presidente, de ministros, de Monedero, Errejón y demás políticos comprometidos en algún afer.
No obstante, todo el que se manifieste en contra al poder actual o contra la ideología reinante es acusado de odio, y es causa para entregarle en manos de una represalia feroz. Cuídate de exteriorizar tu inclinación hacia la derecha, pues hay campos en los que no debes declararte, aunque sea muy educadamente, todo lo opuesto a este progresismo es provocativo y de mal gusto.
La juventud, en las universidades, por ese carácter informal que tenía en otros tiempos, se inclinó a ser progre, como si fuera lo normal, lo que el aire universitario exigía. El joven estudiante creía que tenía que elegir en esos momentos, como dice Savater: «Mientras el progresismo no iba más allá de lamentar en canciones y piezas de teatro los abusos del capitalismo, cuyas ventajas liberales aprovechaban los jóvenes con más avidez que nadie, la cosa marchó sobre ruedas». Por lo que apuntarse al socialismo y regodearse en actos de protesta, era lo que se llevaba y lo que te abría puertas para un futuro, por ello pareció que era como una obligación inclinarse por el movimiento de izquierda.
Pero las orientaciones de la izquierda en sus años de poder con su progresismo, es algo muy distinto de lo que se considera como progreso de la sociedad, puesto que, más bien, se ha dirigido a una destrucción de España: con el reconocimiento de los separatismos de los países catalán y vasco y alguno más si se llega a esa fase de progreso; con enfrentamiento a los símbolos tradicionales de la patria; olvido, por mucho que afirme, de una democracia real; marginación de la educación que se le ha robado a la familia; con una justicia desigual, si eres hombre o mujer y político o ciudadano normal, pues el Tribunal Constitucional resuelve como última instancia según un derecho progresista; y destrucción del derecho penal ya que si la mujer acusa desaparece «la presunción de inocencia»; y con la hecatombe de la biología, puesto que el sexo depende de la voluntad no de la naturaleza.
Con todo este programa se ha dejado el plácido sentido de la vida que tenía el ciudadano español. Se le ha incrustado un trastrueque en la mente y en la sociedad, y se le ha calificado y amenazado de ULTRA, si pretende seguir con la línea tradicional y lógica que tiene la mayoría de los ciudadanos. De modo que hay inquisidores que persiguen cualquier declaración conservadora, y peor si es derechista.
Todavía la sociedad no ha advertido a donde le dirige este progresismo para destruirlo, pero se está constatando alguna sublevación en el ánimo de los jóvenes universitarios. Probar lo prohibido siempre ha sido sugestivo para la juventud, y ahora como lo prohibido es el derechismo supone algo tentativo inclinarse hacia la derecha para nuestros universitarios. Hecho que tanto el presidente y su vice y ministra de Hacienda, han advertido, por lo que han lanzado todas las soflamas contra las universidades privadas que no dominan. Por lo que, no olvides a lo ULTRA, que recuerda las grandezas de España, y que está frente al progresismo inútil, destructor y demoledor.
No debemos olvidar a lo ULTRA, que nos recuerda la grandeza de España, y frente a un progresismo inútil, devastador y letal para la cultura europea, debemos valorar lo que supuso el PLUS ULTRA, al ofrecer la cultura tradicional de Europa a todo un nuevo continente. Fue un enorme adelanto en el desarrollo de los pueblos, y en el descubrimiento de la persona.
Debemos, por tanto, valorar lo que supone un PLUS ULTRA: el comunicar la cultura tradicional de Europa a todo un nuevo continente; enorme adelanto en el desarrollo de los pueblos y en el descubrimiento de la persona. Por lo que en estos tiempos nos debemos preguntar ¿si no será necesario ir PLUS ULTRA, más allá, para superar este progresismo de la izquierda-sinistra?
No es que sea nuevo el que los conservadores se lancen por la libertad de expresión. En el siglo XI, surgió la preocupación por la reforma de la Iglesia. El motivo fue la creación del monasterio de Cluny, en una boscosa colina de Borgoña, para conservar el espíritu original de la Iglesia, para lo que introdujeron el lema de «libertas Ecclesiae», con lo que se introdujo la idea de independencia de la Iglesia del poder civil, que se valora en los momentos actuales. Ahora a semejanza de aquella revolución se necesita luchar por el lema por «la libertad de expresión», volver a lo que ha sido la cultura de Occidente. Es necesario como en aquella ocasión volver al arma de los conservadores «libertad», en estos momentos en que se programan amordazar a la prensa.
Por lo que no debemos olvidar a lo ULTRA, que nos recuerda las grandezas de España, y frente a un progresismo inútil, destructor y demoledor de la cultura europea, debemos valorar lo que supuso el PLUS ULTRA, el elevar a la cultura tradicional de Europa a todo un nuevo continente. Fue un enorme adelanto en el desarrollo de unos pueblos, y en el descubrimiento de la persona.
Hace un par de meses leí en Le Monde este grito de angustia: «La libertad de expresión se ha convertido en el arma de los conservadores». ¡Qué escándalo, ya no respetan nada! Si siguen así las cosas, habrá que imponer la censura. Y hace dos o tres días nos estremecimos con este titular de El País, que es como un Le Monde para andar por casa: «La ultraderecha se acomoda en la Universidad». ¡Lo que nos faltaba! Como diría el vulgo, ¡cágate, lorito! Después de leer las dos grandes páginas firmadas por Elisa Silió, algunas cosas resultan discutibles. Por ejemplo, la calificación de «ultra». Conozco a gente de Libertad sin Ira, de S´acabat, he colaborado con ellos cuando me lo han pedido y desde luego no les tengo por «ultras» en el sentido reprobable que aplicaría a Podemos o a Bildu. También tengo estima -no sólo personal sino política- a la gente de Neos, empezando por su presidente, Jaime Mayor Oreja, calificados como «ultracatólicos» y «ultraliberales».
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