¿POR QUÉ NO PASA EL RÍO? Por JUAN GOTI ORDEÑANA Catedrático jubilado de la Universidad de Valladolid
Al contemplar la marcha actual de nuestra política, y un presidente cercado con multitud de dificultades y circundado de pleitos, nos lleva a analizar las ideas de nuestros grandes filósofos.
Al contemplar la marcha actual de nuestra política, y un presidente cercado con multitud de dificultades y circundado de pleitos, nos lleva a analizar las ideas de nuestros grandes filósofos. No es difícil, en tales circunstancias, como haría Heráclito, asimilar el acontecer de los hechos con el río de la historia: el agua corre, corre, corre siempre, nunca vuelve atrás hacia sus fuentes, por ello en estos momentos tan críticos, en los que estamos viviendo, corresponde avivar los sentidos, y esperar que lleguemos a un cambio. Ello no obsta para que el Gobierno reitere sus aspiraciones y sus anacrónicos caminos, a la vez que con acaparadores e interesados comportamientos venga a comprometer el devenir de la sociedad dormida, con el encanto de los discursos fáciles y vacíos, cuando no contradictorios.
Nuestros pensadores clásicos fueron más reflexivos, y por ello gozaron de gran fuerza de predicción al trazar en parábolas o fábulas los comportamientos humanos. En estos momentos recuerdo a Gracián cuando en el Criticón, en la crisis novena de la segunda parte, que titula Anfiteatro de monstruosidades, dice: «Pasaba un río, y río de lo que pasa entre márgenes opuestas, coronada de flores la una y de frutos la otra; prado aquélla de delicias, asilo esta de seguridades. Escondíanse allí entre las rosas las serpientes, entre los claveles los áspides y bramaban las hambrientas fieras, rodeando a quien tragarse. En medio de tan evidentes riesgos estaba descansando un hombre, sí lo es un necio, pues pudiendo pasar el río y meterse en salvo de la otra parte, se estaba muy descuidado, cogiendo flores, coronándose de rosas, y de cuando en cuando volviendo la mira a contemplar el río y ver correr sus cristales. Dábale voces un cuervo, acordándole su peligro y convidándole a pasarse a la otra banda con menos dificultad hoy que mañana. Mas él, muy a lo necio, respondía que estaba esperando acabase de correr el río para poderle pasar sin mojarse»
Nuestro presidente, en medio de todos los peligros y acusaciones, de ningún modo quiere perder la corona de laurel de ser el pacificador del mundo, para lo que no ha dudado en inclinarse con la rosa socialista por la guerra que se ha levantado en el Oriente próximo, situación envuelta en la serpiente del pecado de la incomprensión de los pueblos semitas, y pretende ver clavada la rosa socialista sobre el clima del Medio oriente, que se ondea con tanta sangre. En compensación está dispuesto a reconocer la nacionalidad de Gaza, aunque en estos momentos no se sabe lo que puede comprender, y sin advertir la descomposición que supone en el concierto mundial.
No duda en coronarse con laurel ante el mundo como gran pacificador de la humanidad, para lo que ha lanzado la última alianza de civilizaciones, sin definir los límites de este descabellado invento, pues parece que cree, que consiste en ponerse el pañuelo palestino, y lanzar al aire la paz general de Palestina y del Oriente Medio, sin saber el alcance de esta proclamación y, mucho menos, los medios a empeñar en el negocio, que lleva ya miles de muertos. Y cuando las partes le piden explicación se encierra en su bola de cristal. Entre tanto los mandatarios españoles y franceses huyen de plantear el propio problema terrorista. ¡Pretende arreglar la casa ajena mientras el lío está en la propia!
No podía faltar el proyecto para solucionar el hambre en el mundo, por lo que lógicamente deja el camino libre a todos los pueblos africanos para entrar en España, les recoge en las islas Canarias, y fuerza a las Comunidades
Autónomas a que tengan que acogerles, sin tener idea de qué va ser de ellos, pues después proveerles unos medios donde alojarse, se les invita a que vivan libres sin ningún proyecto para ellos. Pero como no tienen idea de la libertad, nadie se responsabiliza de las trasgresiones que producen, mientras vive asustada la población. Entre tanto promueve su sueño universalista sin dar ninguna solución a tan intrincado problema de la inmigración. Así andan deambulando los emigrantes ilegales por todo el territorio español sin posibilidad de solución.
Dedicado a sus ideales de grandeza no advierte las fieras que le rodean. Por una parte, la inutilidad de su Gobierno, aunque muy numeroso, no se entera que está parado, que la ineficacia de su Administración es manifiesta, por muchas soflamas que lancen al unísono, es evidente que llevamos años con un Gobierno que no da un palo al agua. No obstante, está a la expectativa de llegar a dominar todos los poderes del Estado. Mientras, por otra parte, tiene una lucha con las Autonomías que no están bajo su dirección, ya porque no consigue que prosperen los pleitos que ha iniciado contra ellas, pleitos con acusaciones ridículas, pero en los que parece que le va la vida, porque se orientan a ocultar los pleitos que tiene encima por su familia y por sus ministros, y porque las acusaciones de sus hombres de confianza le comprometen en un futuro muy negro.
Se le dan voces desde el pueblo y la oposición, mostrándole el peligro y convidándole a que pase a la otra orilla evitando la floresta, que, aunque muy colorista, resulta totalmente ineficaz en política, y que se avenga a por los frutos de una convivencia que ya estaba orientada. Que pase a la otra orilla de una economía sana y de la productividad, para el progreso de la sociedad con menos dificultad hoy que mañana. «Mas él, muy a lo necio, responde que está esperando acabase de correr el río para poderle pasar sin mojarse».
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