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Opinión 15-02-2022 06:04

LA AGRARICULTURA ES LA PRIMERA Y PRINCIPAL INDUSTRIA Por Juan Goti Ordeñana Catedrático jubilado de la Universidad de Valladolid

En un principio, hace muchos miles de años, la humanidad se proveía de alimentos recogiendo los frutos que daba la naturaleza, y cazando lo animales que encontraba en los bosques. Leyendo a Mircea Eliade advertí el valor de la agricultura y de los animales domésticos.

 

Se ha levando, en este tiempo, una polémica de gran envergadura, y de repente se nos ha presentado como un hecho amenazante. La gran industria del campo, que fue la primera y, aún ahora, la principal, se nos propone como problema, por intereses difíciles de comprender. Es verdad, que la ordenación de esta materia requiere un profundo examen y probablemente encontrar una nueva ordenación, pero es inadmisible que el ministro de consumo, en lugar de proponer el tema a una discusión interna, desbarre en un periódico extranjero infravalorando la producción de carne y poniendo en cuestión las granjas españolas.

En un principio, hace muchos miles de años, la humanidad se proveía de alimentos recogiendo los frutos que daba la naturaleza, y cazando lo animales que encontraba en los bosques. Leyendo a Mircea Eliade advertí el valor de la agricultura y de los animales domésticos. Este autor argumenta que el descubrimiento del cultivo de los alimentos alrededor de la casa y el domesticar animales, ha sido el mayor invento de la humanidad. Pues con este paso se asentó el hombre, pudo elaborar alimentos con programación de su trabajo, y organizar la vida de una forma acomodada a las necesidades de los seres humanos. Esta acomodación a un sistema de vida sedentaria ha dado lugar a todo el desarrollo social que se ha seguido hasta este tiempo.

No hay duda, que después de tan larga historia de la forma de laborar el campo, y el cambio que supone la nueva maquinaria, la producción necesite una profunda revisión, porque hay que contar con las exigencias de la calidad, de las necesidades de higiene y de la contaminación, que lleva a extremar la atención. Pero por encima de todo hay que reconocer el valor que tiene la agricultura, porque en realidad «la industria agrícola» ha sido en la historia la más importante y aún hoy día permanece como la más necesaria para abastecer de alimentos a todas las poblaciones. Cuando, ahora, se nos amenaza con una alimentación elaborada artificialmente.

En tiempos modernos se han inventado toda clase de industrias, y se han creado toda clase de fábricas, pero a pesar de ello, permanece como la industria más importante y principal la labor del campo, porque constituye el alimento primordial y esencial de la humanidad. Hoy la restauración es básica en el actual progresismo, que tanto se admira.

En mi niñez, aun vi, cómo las personas del campo vivían con la producción de su caserío, con unos pequeños terrenos y sus pocas vacas que le servían para el trabajo, y así subsistía la familia. Aquella sencillez del trabajo del campo se ha complicado con la industrialización, y se ha

pasado a grandes explotaciones con maquinaria, donde la exigencia de calidad de la producción se ha hecho necesario. Entonces cada labrador era consciente del cuidado que tenía que tener de su huerta, porque era su propia subsistencia, pero ahora las grandes explotaciones primeramente se interesan por la rentabilidad, por lo que requiere una Administración que regule las condiciones de producción y distribución de los alimentos que se lanzan al mercado.

Nació la agricultura de una forma sencilla y así ha durado hasta nuestros tiempos, y no requería transformaciones de los alimentos, en la casa se hacía el pan, y en la medida que se podía se cocía la carne y el pescado. Se inventó el silo y hórreo para la conservación de los alimentos. Hasta hace pocos años el proceso de transformación de alimentos, no requería grandes trabajos, pero en los últimos tiempos se ha ido haciendo cada vez más complicado, requiriendo una difícil ordenación oficial.

Esa industria alimentaria en el momento actual, comprendiendo la agricultura, la ganadería y la pesca, se ha convertido en actividad industrial, quitando al agricultor su independencia y obligándole a ponerse en manos de las grandes empresas distribuidoras que son las que en realidad llevan la marcha de este movimiento industrial. Hay que abastecer a una población de unos siete mil millones en el mundo, esto exige producciones masivas, que requieren una complicada organización, por lo que esta industria tan importante ha caído en manos de grandes financieros, que elaboran y transportan los alimentos a lugares muy distantes de la de producción. Se menaza en estos momentos, con dejar la producción del campo, y suplirlo con una alimentación hecho artificialmente, esta parece la idea de la izquierda progresista. Se amenaza con un terrible futuro.

El ministro de consumo, Alberto Garzón, ha manifestado algo que no es nuevo, pues viene establecido por los altos niveles del poder, y aceptado por las izquierdas, se ha introducido calladamente, con limitación y condiciones, la producción de los pequeños labradores. ¿Por qué si no ha venido a poner en crisis la calidad de la producción de las «macrogranjas», y a dejar claro, en distintas ocasiones, su oposición a la ganadería intensiva? Idea no nueva, ya se propuso en la comunidad europea, por César Luena, cuando llegó a cavilar del «riesgo pandémico» de explotaciones ganaderas de España, al decir que: «Las pandemias son cada vez más frecuentes y están impulsadas por las mismas transformaciones ambientales que la pérdida de biodiversidad y el cambio climático». Por tanto, el problema no es sólo del ministro de consumo, sino que la izquierda marcha en la misma línea.

La pregunta ante esto es: ¿A dónde nos puede conducir esta ideología progresista que pone en duda, sin saber ordenar, la tradicional industria agrícola española?

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