Europa camina desvariada
¿HEMOS LLEGADO AL FINAL DE LA EDAD CONTEMPORANEA? Por Juan Goti Ordeñana Catedrático jubilado de la Universidad de Valladolid
La historia de estos dos siglos no ha sido una evolución para mejorar, sino todo lo contrario, en este tiempo se ha tomado tales desviaciones que ha destruido todo el edificio que había edificado su sabiduría.
Esta última era que comenzó con la ruptura de la tradición, cuando la Ilustración quiso poner en manos del hombre la dirección del mundo, desechando la acción de Dios y creando su propia concepción de la sociedad, parece que ha llegado a su agotamiento. Se creyó que el hombre podría mejorar la convivencia anterior regida por un orden eterno, y desechó la ley natural, para proceder a la creación de unas leyes a medida de sus pretensiones. No tenemos más que ver a donde ha derivado: dos guerras mundiales, y unos gobiernos dictatoriales, más o menos disimulados, donde se le ha dejado abandonado a la persona. Se gobierna a beneficio de grupos que despóticamente dominan la sociedad. Desde las alturas del poder, se han creado cortinas sombrías, con el dominio de los medios de publicidad, que embaucan a la población, escondiendo la realidad.
Ahora se habla de ciudadanos, pero en realidad son súbditos, pues nadie puede actuar más que como se ordena desde arriba. Y si ahora el ciudadano está lejos del ejercicio de las decisiones políticas, las líneas que se anuncian van a ser peores. Se pretende llegar a una globalización, donde ya ni se sabrá de donde proceden las directrices políticas. Para lo que se crean ideales utópicos, que hacen olvidar la consideración de la persona como tal, que había sido la línea de investigación de la doctrina tradicional. Se dirigen los estudios a la economía como único centro del mundo, y se deja apartado a la persona, como un instrumento que estorba en la nueva concepción del orbe.
La sociedad nació, cuando el hombre se hizo consciente de que tenía que repartir los bienes con los demás, y la evolución consistió ir descubriendo qué era la persona. Esta evolución no fue fácil ni rápida, hay civilizaciones, que no han avanzado en el estudio de la persona, y muchas han llegado hasta tiempos recientes sin plantearlo. La cultura de occidente, sin embargo, supo concebir el problema del hombre y fue evolucionando en su conocimiento. Así descubrió, que había un orden por encima de esta realidad diaria a la que había que atenerse, para una buena convivencia social, así Cicerón en su segundo libro de las Leyes nos dice: «Considero que ésta fue la opinión de los más sabios, que la ley ni es una invención del ingenio de los hombres, ni la decisión arbitraria de los pueblos, sino algo eterno que reina sobre el universo mundo con la sabiduría de ordenar y prohibir. Así decían, que aquella ley primera y última estaba en la mente de Dios mandando y prohibiendo con toda razón. Por lo que aquella ley que Dios dio al género humano es justa y digna de alabanza; es por tanto la mente racional de un ser sabio idóneo para ordenar y prohibir».
Desde que se perdió esta idea de la Ley eterna, y la pusimos en la votación del pueblo, se perpetró el engaño, puesto que se hace votar con una publicidad que condiciona la resolución de las personas, que no votarían así si conocieran la realidad. Los candidatos que son votados no respetan los deseos de sus votantes, sino el de aquellos que los han designado para a esa candidatura. En realidad, las leyes son para llenar las exigencias de los que mandan, no las necesidades de la sociedad.
Por haber olvidado aquel derecho natural, antes citado, que es «algo eterno que reina sobre el universo mundo con la sabiduría de ordenar y prohibir», y someterlo al capricho de unos poderosos, es la situación en la que nos encontramos, sin los grandes elementos éticos que fundamentan la sociedad: una moral, una religión y una percepción de la historia y la cultura para una recta interpretación de la convivencia. De modo que, por haber perdido estas dimensiones de la sociedad la política de Europa, inevitablemente, marcha a la deriva. Estamos en un tiempo en el que conviene reflexionar que debemos volver a las líneas básicas de la marcha de la sociedad, y para ello deberíamos volver al consejo de Cicerón: «Por tanto, como aquella mente divina es la suprema ley, y así cuando hay una perfecta razón en el hombre, es que esta idea se ha asentado en la mente del sabio».
Europa, con el rechazo de estos elementos, que la cultura occidental ha producido, camina desvariada. Ha olvidado que la tradición había sido un caminar descubriendo lo que es la persona en este mundo, y en su lugar está promovido un naturismo, en el que le confunde con el cosmos, donde el hombre ya no tiene ninguna significación, de modo que se le considera como un elemento más, donde se da prioridad a los animales salvajes, y el respeto a la marcha de la naturaleza por sí misma.
En dos siglos se ha destruido toda la creación intelectual y ética de la cultura de occidente, no ha sido un cambio, sino un derrumbar las columnas en las que se había basado la cultura de Occidente: la religión, la moral, y la filosofía. Con lo que el edificio que se había construido durante siglos, en estos momentos, se está tambaleando, y se anuncia que puede ser sustituida por un islamismo que ha sabido guardar sus elementos inalterados durante siglos, sin ninguna evolución.
Europa, la cultura de Occidente, en dos siglos, se la ha echado por tierra, ha quedado sin sus columnas fundamentales, con lo que ha quedado sin interés. Aquellas primeras promesas de avances sociales han sido un engaño, y se ha montado una montaña de intereses, olvidando las necesidades de las personas. Ya la política no es para atender a los ciudadanos, sino para responder a los grandes intereses económicos, que han estructurado la sociedad según sus ganancias, con total olvido de la atención a las personas sencillas.
La historia de estos dos siglos no ha sido una evolución para mejorar, sino todo lo contrario, en este tiempo se ha tomado tales desviaciones que ha destruido todo el edificio que había edificado su sabiduría. Las tradiciones que habían elaborado el ser de la persona occidental se han desahuciado, los grandes valores que llevaron a esta sociedad a la apreciación del ser humano, se han invertido y considerado como elemento perturbador del orden en el cosmos. Hemos hecho una evolución sin la racionalidad tradicional de la cultura occidental, y soportamos dictaduras que destruyen la consideración de la persona.
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