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Cantabria 16-12-2012 21:49

Carpio...

Carpio, el de la Braguía, Policarpo Saínz Saínz (1933-2012), ha fallecido hace unos días

Pero, ¿Quién era Carpio?. Carpio era el último pastor pasiego, que vivía en su cabaña de la Braguía, casi en lo alto del puerto, a caballo entre los valles del Pas y Pisueña, entre La Vega y Selaya, dónde el duro invierno tiende en sus días más duros una sábana blanca sobre el verde tapiz de sus prados; vivió de forma sencilla, con sus vacas pintas a las que cuidaba con mimo, sus gallinas, su inseparable perro y no tenía más lujos que los que poseían sus animales, pues en su cabaña no había luz eléctrica, ni agua corriente,… y tan sólo una  desvencijada cocina y un jergón eran sus enseres… ¡Nunca precisó más!.
        

A Carpio se le podía ver picando el dalle, segando, transportando la hierba en el popular cuévano pasiego o con el también popular “belortu”; el resto del tiempo lo pasaba cuidando el ganado, observando el paisaje, meditando en las alturas… ajeno a todo lo que sucediera en esta aldea global en que hemos convertido la Tierra; él no tenía televisión, no leía la prensa, no estaba preocupado por la bolsa o la prima de riesgo; se puede decir que era feliz en su pequeño mundo.
        

Solía bajar cada cierto tiempo a Selaya en busca de lo más imprescindible para su sustento y ¡Nunca! dejaba de asistir a la fiesta mayor de los pasiegos, la Virgen de Valvanuz, para lo cual se aseaba, se afeitaba su larga barba y se ponía la mejor ropa que tenía para presentarse a la Virgen; cuando el próximo agosto, los romeros vuelvan a Valvanuz, más de uno le echará en falta, pues era un icono viviente para muchos.
        

Carpio era bastante conocido; no sólo en los verdes valles pasiegos, sino que había sido protagonista de algún corto cinematográfico, como el que hicieron no hace mucho los hermanos Sainz; había sido objeto de crónicas periodísticas con ocasión de un incidente que tuvo hace no muchos años, cuando un vehículo colisionó con una de sus vacas que se había escapado de noche y el incidente acabó en los tribunales de justicia…
        

La modernidad le había hecho a Carpio una carretera al lado de su finca y una noche veraniega de Santiago un joven de La Vega que venía de la verbena de Abionzo, se cruzó con una de sus vacas que había salido a la carretera a ver el asfalto y la modernidad; en este encontronazo con el vehículo a motor, la vaca pereció y el vehículo resultó muy dañado, razón por la que su dueño reclamó los daños del mismo, recurriendo a los tribunales de justicia, los cuales le dieron la razón.

En el Juzgado de Solares se presentó Carpio, sin abogado que le defendiera, con su bonhomía de siempre; después, una joven abogada de Selaya  se hizo cargo, de forma desinteresada, de su defensa y pudo sacarle de aquel trance, que tuvo repercusión en los medios de comunicación regional y nacional. Carpio se estaba haciendo muy conocido y reflejaba la vida en otros tiempos, pues era una imagen del pasado, un revival del mundo pasiego de antaño…

Los tribunales le condenaron a pagar los desperfectos del vehículo -3.365 euros- y él decía: “Y a mí, ¿quién me paga la vaca?”… La Justicia le llegó a embargar lo que más querías, sus vacas, y esto desató una tempestad de solidaridad hacia Carpio, especialmente en Selaya.
        
 Cuando de esto se enteró Eufrasio Sainz Peón, fue a visitarle, pedirle permiso y abrir una cuenta en una entidad bancaria de Selaya; para eso, Carpio debió autorizarlo y firmarlo, a su manera pues no sabía leer ni escribir. Sin embargo, no se llegó a abrir la cuenta, pues pronto llegó un anónimo de tres mil euros que casi paga el gasto; el resto lo hizo una urna que se colocó en un conocido bar de Selaya, que Carpio solía frecuentar cuando bajaba a esta localidad. Cuando se le fue a entregar el dinero para saldar la deuda, hubo un gran despliegue informativo y uno de los periodistas presentes, le preguntó que le faltaba y Carpio contestó: “…Una mujer”.
        
Hoy, las redes sociales e Internet están inundados con los avatares de Carpio, dónde miles de páginas y mensajes están dando la vuelta al Mundo. ¿Quién se lo iba a decir, al bueno de Carpio?

Carpio, “el último pasiego de la Braguía” como dicen algunos, continuó atendiendo a sus gallinas, perros y vacas; a su edad, otros no lo harían, pero él afirmaba que “se han podrido ya muchos de mi tiempo” y la vida se la han dado esos montes, esas vistas, el contacto con la naturaleza y los animales... y el principio de que no siempre se elige, pues a veces toca “hacer de la necesidad virtud” y él vive de sus vacas y de la paupérrima pensión que le ha quedado. Y eso que “ya los viejos comemos hasta poco, y con esto de la vaca y los disgustos, menos”, afirmaba.

Carpio estaba cerca de cumplir los ochenta años, hasta que una enfermedad pulmonar, ocasionada quizás por sus deficientes condiciones de vida en aquellas alturas de Cantabria, ha acabado con él. Estuvo ingresado en Valdecilla, pues el mal le había hecho mella en su correoso cuerpo y pasó el final de sus días en Santa Clotilde, de dónde llegó a decir que “nunca había dormido en una cama con sábanas”, en la visita que Frasio y sus amigos le hicieron.
        

Socarrón, huraño, algo desconfiado… era afable con todos los que se paraban a hablar con él y se hizo harto conocido, especialmente de los senderistas que pululaban por estos picachos pasiegos, muchos de los cuales se han hecho eco en las redes sociales digitales, de las que Carpio, lógicamente, era ajeno.
        

Adiós, Carpio; hasta la Eternidad.
        

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Comentarios(1):

Vecino - 17-12-2012

Pues al pobre Carpio, cómo se levante de la tumba se dará cuenta de que ya le han robado hasta las gallinas.