Noticias de Cantabria
07-10-2013 17:43

Sanidad o el debate inacabado.

La sanidad pública española es una de nuestras señas de identidad; nuestra "joya de la corona", el logro más apreciado por los españoles y envidiado por todos aquellos que no lo son.


   La sanidad pública española es una de nuestras señas de identidad; nuestra "joya de la corona", el logro más apreciado por los españoles y envidiado por todos aquellos que no lo son. La sanidad, como las pensiones, las infraestructuras, requiere de dinero, de mucho dinero. Esto ha sido siempre así, sólo que cuando nadábamos en la abundancia, cuando España era el país en el que era más fácil y rápido hacerse rico como en su día dijera Carlos Solchaga, aquí, todos, hemos atado perros con longaniza. Durante muchos años hemos sido un país que había cerrado la puerta a la adversidad y ahora , cuando la adversidad se ha adueñado de nosotros  se imponen las reflexiones urgentes.

   En realidad, el debate sobre la sostenibilidad de nuestra Sanidad pública no es nuevo. Ya surgió en los años 80 con Felipe González en Moncloa, cuando se optó por ir dando transferencias sanitarias a la autonomías sin que esta medida lograra el consenso interno de los sucesivos gobiernos socialistas. No todos veían claro que la sanidad pública debiera salir de las competencias del Gobierno central. Al final el traspaso se realizó. En paralelo a este proceso de descentralización de la sanidad, surgieron ya las primeras reflexiones sobre su sostenibilidad. Fernando Abril Martorell, en un amplio informe, hoy claramente vigente, ya advirtió que "así, esto no aguanta".

   Eran tiempos de vino y rosas, aún así fue la catalana Marina Geli, consejera de sanidad de Cataluña desde 2003 al 2010 y miembro del PSC osó dar voz a una reflexión personal en la que abogaba por algún  tipo de copago. Nadie le hizo caso y además le costó más de una crítica. En el País Vasco, Iñaki Azkuna, hoy el mejor alcalde del mundo, fue también consejero de Sanidad. Uno de los fuegos que tuvo que apagar fue el relativo a las lista de espera. Se lo tomó con calma porque tenía claro el problema: "a coste cero, demanda infi nita, pero di esto en alto". Recuerdo la conversación en plena Gran Vía de Bilbao.

   Hoy el informe de Abirl Martorell y las reflexiones de Geli y Azkuna cobran plena actualidad. La adversidad ha llegado a nuestro país y aun no hemos resuelto el debate sanitario porque se ha optado por el parcheo y el desmadre en la medida que a la hora de la verdad cada comunidad autónoma hace lo que quiere, salvo en cuestiones muy puntuales y siempre después del correspondiente recurso del Gobierno central.

   La última polémica son los famosos y tristes 4,20 euros que como máximo tendrán que pagar por envase los enfermos más graves que por serlo son también enfermos polimedicados. La polémica ha surgido ahora pero la medida está aprobada desde finales del año pasado. Reconozco que me pasó inadvertida como a la inmensa mayoría de ciudadanos y ahora ha caído como un mazazo. Si la economía, como dicen algunos, es también un estado de ánimo que no será la enfermedad. Cuando el desánimo es general hay que cuidar de manera especial a los colectivos con motivos añadidos para sentirse especialmente vulnerables y la enfermedad grave es un factor objetivo de vulnerabilidad. Nunca deberían haberse establecido los 4,20 euros, ni podemos estar día sí y día también con nuevas propuestas, con nuevas ideas. ¿Es imposible afrontar el debate en su globalidad?. La sanidad pública, al igual que las pensiones, está basada en la solidaridad. Los sanos también pagan sus cuotas para curar a los enfermos de hoy, sabiendo que ellos, nosotros, seremos los enfermos de mañana. ¿Por qué no acudir de una vez por todas al copago racional y solidario del que estén exentos parados, crónicos y pensionistas con percepciones mínimas?. ¿Por qué no establecer el euro por receta como hizo Madrid logrando un ahorro de 22 millones de euros en gasto de medicamentos habituales que no hospitalarios?. ¿Por qué no modificar la rigidez normativa y excesiva burocracia que preside la sanidad publica para que no sea necesaria la externalización de servicios?.¿Por qué no acudir a una leal y regulada cooperación entre la pública y la privada?

   La cuestión no es fácil pero todo lo relacionado con la Sanidad es lo más parecido a la gota malaya. No hay día sin nueva idea. Iñaki Azkuna lo tuvo bien claro pero se escapaba a sus competencias: "a coste cero, demanda infinita", y no se refería a los enfermos graves, ni a quienes les da un infarto. Nadie pide una enfermedad autoinmune ni un infarto.

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