Konigsberg es Europa, Kaliningrado no es Rusia
Europa empieza en Lisboa y acaba en los Urales. A veces la historia está para contarnos sucedidos de los que antes pasaron por nuestras tierras y, se quiera o no, se dan fenómenos que coinciden. O se hacen coincidir.....
Europa empieza en Lisboa y acaba en los Urales. A veces la historia está para contarnos sucedidos de los que antes pasaron por nuestras tierras y, se quiera o no, se dan fenómenos que coinciden. O se hacen coincidir. Como las invasiones arias, las primeras del mundo, que trajeron a Europa los conceptos de aristocracia, de monarquía, de oligarquía, de los pueblos arios nómadas, de la zona euroasiática, del indostán, de más allá de los Urales, en cualquier caso. Curiosamente esto fue esgrimido por gente que se abrogaba el papel de descendientes de los arios en la Segunda Guerra Mundial para advertir del “peligro amarillo” de más allá de los Urales. Una Segunda Guerra Mundial que ni empezó ni terminó cuando se nos dice, porque, como se comenta, el diablo está el los detalles. Pero es que, carajo, los detalles son lo importante.
En Europa, dicen, la Segunda Guerra Mundial comienza el 1 de Septiembre de 1939. Seguro? Y la guerra civil española? Y el pacto de Munich? Y porqué no más tarde? Porque si bien la guerra de invierno es anterior, cuando la Unión Soviética decide invadir Finlandia, ese país que había sido parte de su imperio cuando había zares blancos, y que ya no lo era con los zares rojos. Entre Agosto de 1939 y Junio de 1941, en esos dos años, Alemania y la Unión Soviética fueron aliados. Y, para la Unión Soviética, su guerra, distinta, empieza dos años más tarde que el resto, cuando el Reino Unido en solitario, repitamos, en solitario, soporta el peso de una guerra contra el régimen totalitario nazi-fascista en Europa y el mundo, porque los Estados Unidos entran en la guerra tras el 7 de diciembre de 1941 y por declaración de guerra por parte de Hitler a Roosevelt. Y es que Nazis y Comunistas volvieron a encontrarse en Brest-Litovsk para repartirse Polonia, Ucrania o Rumania, como lo hicieron después de la Primera Guerra Mundial, que para Rusia tampoco empezó ni terminó como para los demás países. Porque cuando acaba la guerra para Rusia, en 1917, el zar rojo Lenin había sido financiado, vía Suiza, con el oro del Kaiser del Reich Alemán, que, incluso, escoltó el tren de un Lenin que volvía a San Petersburgo para tomar las riendas de la revolución. Ah, pero, ojo, que si la oposición dentro del soviet de petrogrado en un momento dado no hubiera echado la toalla a un lado quizás los bolcheviques y su historia hubieran sido algo distinto. Esto lo confiesa un tal Trotsky, el lider del soviet, que se encontraba, como los bolcheviques, en minoría. Y, aún así, acabaron ganando el poder. Ni todo está predestinado ni el futuro está escrito, sin duda, se puede cambiar. Como se cambia el pasado cuando se cuenta a los demás.
Decíamos que la Segunda Guerra Mundial comienza por Polonia. Por unos fingidos ataques alemanes vestidos con uniformes pseudo-polacos. Y, cuando acaba, termina con la inteligentsia polaca, y cambiando una dictadura nazi por otra soviética. Conviene recordar un detalle, y es que cuando en Agosto de 1944 los soviéticos se encuentran a las puertas de una devastada Varsovia, pisan el freno en seco, se plantan semanas a tomar el té tranquilamente mientras los nazis les hacen el trabajo sucio a los soviéticos, en la limpieza de una clase dirigente polaca. Obvio decir la matanza de oficiales y miembros del gobierno en Katyn en 1940. Matanza, por cierto, que, presuntamente, se volvió a repetir con el derribo del avión oficial polaco en 2010. Y añadir otra obviedad, y es que en vez de reconocer el gobierno polaco en el exilio, se montaron, los soviéticos, un gobierno provisional comunista en la ciudad de Lublin. Y ese sería el embrión del gobierno polaco hasta 1991. Sólo que con una mudanza de la Polonia de antes de la guerra sobre Alemania, hacia el oeste, en beneficio de la Bielorrusia y Ukrania soviéticas. Y con la desaparición de la Prusia Oriental, con un reparto de la misma entre Rusia y Polonia.
Kalinin fue, de los dirigentes soviéticos de primera hora, el único que no fue laminado, procesado y deglutido por la maquinaria de Beria, en la Lubianka o en cualquier río, y pudo llegar, saludablemente, y de manera natural, a una cierta vejez. Y es a el a quien le dieron el nombre de la ciudad antigua de los caballeros teutónicos, la capital de Prusia Oriental, Konigsberg, ciudad ocupada por Rusia hasta el día de hoy, una entidad que merecería estar dentro de la lista de la ONU de territorios a descolonizar, salvo porque su poseedor dispone de armamento nuclear y derecho a veto en el Consejo de Seguridad. El Zar Pedro el Grande construyó San Petersburgo en el siglo XVIII como un balcón de Rusia al báltico, a Europa y a la modernidad. Unos zares, los rusos, muy dados a contraer matrimonio con damas alemanas. Dicen que el actual zar negro conoció a su par germana cuando ambos eran de sus respectivos servicios secretos. Ella habla ruso y el alemán. Dicen, asímismo, que Rusia no puede desprenderse de Ucrania o Bielorrusia realmente porque, de esa manera, perdería su dimensión europea. Absoluta tontería, puesto que México, que perdió California, Arizona, Nuevo México y Texas a manos de los Estados Unidos, con ello, no perdió su dimensión europea. Y, Turquía, que tiene un pedazo de tierra pequeño en Europa, no deja de tener su dimensión europea, y ansía en entrar en el club de la UE, en el que seguramente nunca llegue a ingresar. Como Kazajistán, que posee más terreno que Turquía en Europa, y, es parte del temor geoestratégico de Rusia hacia el futuro. Tanto por el lado europeo como por el chino. Un redimensionamiento del espacio natural de Rusia no debería disminuir (ni aumentar) su dimensión europea, ni su acervo cultural europeo. Salvo por decisión de ellos, claro está. Konigsberg, su Kaliningrado, nunca ha sido más que un botín de guerra, esa es la razón de su existencia, la razón de la fuerza, que hizo estado, y se ha perpetuado con el cambio de régimen en Rusia, y llegará el momento de dejar marchar una parte de Rusia que nunca debió ser Rusia, lo mismo que Estonia, Letonia o Lituania ya no tienen nada que ver con Rusia.
La Unión Soviética, en 1985, veía el mar Báltico un mar mitad soviético, mitad neutral. Rusia mira el mismo mar en 2015, 30 años después, y ve un 20% ruso, un 40% otan y un 40% neutral. Y la neutralidad se puede acabar con el aumento sustancial de apoyo a una hipotética entrada de Finlandia y Suecia en la OTAN, más si cabe si Rusia sigue enredando de manera imperialista en Ucrania. Y este hecho debiera hacer reflexionar a los líderes europeos en la conveniencia de afirmar que, como en Crimea, en Konigsberg, su Kaliningrado, se debe dar un proceso de asunción democrático, de su futuro, sin presiones externas, con un censo racional y bien formado, y ofrecer salidas europeas a dicho territorio, para que se re-incorpore a Europa. Sea como entidad independiente, sumándose a Polonia, Lituania, Alemania u otra que no alcanzo a imaginar, hay que ofrecerles, de nuevo, un futuro no ruso a una colonia rusa, la última en el continente, podemos decir, que es una colonia interna. Y que, por eso, no se la ha señalado como tal. Pero es un reto a afrontar. Y a superar.
Ahora, en Ucrania, dicen, combaten nazis y comunistas en la misma trinchera, para buscar la liberación de Rusia por parte de Ucrania. A eso en psicología se llama proyección, y es decir del de enfrente lo que en realidad es uno. Y es que, es evidente que Ucrania no ha invadido Moscú. Pero es que Polonia no invadió ni Alemania ni Rusia, y se la pretendía hacer ver como agresora. Y cuando la URSS entra en la pelea, que no en la guerra, es para tomar su parte del pastel acordado por Molotov y Ribbentrop. Otra cosa es que, al de dos años, Stalin se desayunara con que Hitler tenía otros planes. Y es que si esos muchachos de hoy querían liberar algo, podían, aparte de liberar las zonas invadidas por Rusia a Ucrania, devolver las zonas de Ucrania invadidas tras la Segunda Guerra Mundial y asumidas por la propia Rusia, más allá de la actual frontera entre ambas naciones. Aunque proliferen los adanistas, de los que dicen que el mundo empezó con ellos, y aunque la historia no puede encauzar ni condicionar el futuro, no se puede negar la oportunidad a una historia plural, veraz, democrática, popular y, aún con la reiteración, histórica.
Charles de Gaulle en los años 60 del siglo XX abogaba por una Europa desde los Urales al Atlántico, que fue lo que luego Gorbachov adoptaría como la gran casa europea, la casa común europea, que ha sido un imposible, una utopía, de dificil conclusión, por las características descritas con precisión en “La impotencia del Poder. La Rusia de Putin” de Ruslan Khasbulatov, publicado en castellano en mayo de 2014, y prohibido y perseguido en Rusia, Vernezuela, Cuba y Argentina. Pero zonas como Ucrania, Bielorrusia o Konigsberg (su autodenominada Kaliningrado) si deben tener encima de la mesa una viabilidad dentro del club comunitario. Para cuando quieran asumirla, voluntariamente. Porque aunque la estructura política no coincida con los límites geográficos del todo, si debe ser posible poner rumbo a un hogar común en el mundo, una casa bien estructurada, con sus ritmos y sus formas, con bases sólidas, democráticas y viables, desde Lisboa hasta los Urales. Esa Europa en la que Kaliningrado no encuentra cabida porque no existe, pero Konigsberg si puede recuperar su status en plenitud e igualdad en el seno y corazón de una Europa que avanza hacia su integración, y que no puede hacer dejación, en el camino, de su integridad.
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