¡Gordos no!
Si fuese una persona coherente y un poco chapada a la antigua les diría que no se dejen engañar, que al final esto es una moda y que si tal que si Pascual… pero como provengo de una época anterior y como me han clonado sucesivas veces por técnicas que los servicios de la CIA aún no se han atrevido a reconocer… les diré que me han puesto en el mundo para que ustedes, social-demócratas convencidos, me consideren el mismísimo diablo.
Primera parte: nuevos mitos en mi santoral.
Hoy me desperté sin resaca (no es extraño, ya tengo el hábito adquirido). Acudí al establecimiento habitual para tomarme un desayuno (bueno, un par de ellos) y tomé un periódico. En su contraportada aparecía una “señorita” con muchas curvas que, la verdad, me alegró el día, aunque mi alegría no proviniese precisamente de sus curvas asiliconadas ni de su sonrisa playboynesca.
La modelo de 23 años a la que hago referencia lleva por nombre Sanziana Buruiana y es la presidenta del partido de los guapos en Rumanía (repito, por si alguien se queda con dudas o está resacoso: Partido de los Guapos). La que llegó a ser conejita del año 2003 (lo leí en el mismo periódico, no crean que leo esas cosas (que sí)) propone medidas presupuestarias muy serias: multar con 10 euros por kilo que se pase del Índice de Masa Corporal. Dícese: yo peso más o menos 500 kilos (estimado según novia) y debería pesar 78. 500-78= 422 euros de multa. Bien, alguien dirá que la chica no tiene cerebro. También nuestra rubia aspirante a diputada tiene algo que decir al respecto: propone que los que hagan chistes de rubias deberían estar en la cárcel por el mal gusto que ello supone. Para que luego digan que sólo hay un chiste sobre rubias (el resto, según dicen, son historias reales). Y es que esta historia real que hoy nos atañe tiene puntos de tragedia shakesperiana: multas (también) de 100 euros a los infieles (no sé el porqué de esta cifra, pero ella parece que lo ha tenido siempre muy claro, y no pretendo llamar a esta política “prostituta” ni nada parecido). También veo yo muy mal la infidelidad (sobre todo si soy yo la víctima) y también creo que el problema con mi obesidad es un asunto que debería tratar (como reza la canción “mañana empiezo”, que hoy no tengo ganas).
Para quien dude de la veracidad de lo que digo, que ponga en algún buscador de fotos su santo nombre: Sanziana Buruiana. Nota para los chicos que vivan con su mujer o pareja: procurad que ella no esté presente.
Segunda parte: maravillas de la tecnología.
El bar al que acudo normalmente tiene puesta la televisión. Bien… cadena estatal. Programa de las mañanas de lo que sea: infartos, tos crónica, alcoholismo, qué malo es el café y… ¡ay Dios si se te ocurre fumar! Un presentador con bigote rompe ante la cámara una cajetilla de cigarrillos ante la algarabía de un público entre octogenario y moribundo. Después del drama… unas chicas (jóvenes, a saber de dónde las sacaron) bailan no sé qué canción. Pronto se unen dos octogenarias de muslos no precisamente prietos y pronto la orgía llega a su clímax con una recomendación publicitaria.
Tercera parte: conclusiones (más o menos irónicas) de lo anterior.
Esta nueva época social-demócrata cambiará los hábitos ciudadanos por unos nuevos hábitos más sanos. Detrás de todo ello se esconde una verdad menos evidente: el propio sistema necesita convencer a los ciudadanos de la bondad del sistema para así hacer que entreguen sus voluntades al sistema. Esto se consigue mediante pequeños slogans que ellos entiendan tipo “no fumes” o “come sano” o “recicla”. La segunda fase (que ahora vivimos) consiste en, una vez concienciados los ciudadanos de estos pequeños principios, penar al que no los cumpla (como proponen varias “conejitas” en varios países).
La aquiescencia para estos valores ha de ser plena o ha de ser comprendida como absoluta por parte de los ciudadanos y es por ello que emplearemos a los medios de comunicación con toda su fuerza. Presionaremos durante años y haremos a los ciudadanos partícipes en nuestra causa de tal manera que sean los nuevos social-demócratas convencidos los que se alíen con nosotros y, así, tendremos a un nuevo proselitista que se ponga enfermo cada vez que alguien fume cerca de él o vea a alguien tomándose una anti-democrática copa de brandy.
Alguien dirá que nada tiene que ver la política con los hábitos alimenticios (ése tiene razón, lo sabemos todos). Será éste el mayor engaño, ya que podremos (y un buen social-demócrata así lo hará) llevar estos principios a conclusiones bastante más funestas que una simple multa de 100 eurillos de nada. Y es que estar obeso le plantea al social-demócrata una nueva vicisitud: ¿se puede quitar la patria potestad al que cumpla con los principios de la social-democracia? El mismo sistema nos responde desde idénticos argumentos: si un social-demócrata cría a un social-demócrata obeso podemos (y debemos, y estamos en nuestra democrática obligación) de quitarle a su propio hijo y así evitar que el nuevo social-demócrata caiga en los peligros de una sociedad anterior que aún no gozaba de los beneficios religiosos y sociales, que nuestros nuevos ídolos nos entregaron en forma de principios cuando bajaron de la montaña (o vinieron del gimnasio o de Marte, que lo mismo da).
Si fuese una persona coherente y un poco chapada a la antigua les diría que no se dejen engañar, que al final esto es una moda y que si tal que si Pascual… pero como provengo de una época anterior y como me han clonado sucesivas veces por técnicas que los servicios de la CIA aún no se han atrevido a reconocer… les diré que me han puesto en el mundo para que ustedes, social-demócratas convencidos, me consideren el mismísimo diablo: fumo, bebo y como fatal. La única pena es que no tengo hijos y los mismos que han dicho que la bicicleta mola, más aún que las flores en primavera, han dicho que la pena de muerte tiene que estar prohibida. Llegará el día en que no sólo me insulten por la calle, también llegará el día en el que me encarcelen porque no cumplo una sola norma de las que ellos pretenden imponerme (ni la cumpliré). No pasa un solo día en que alguien no me diga que me voy a morir si sigo así (debería responder: y tú también, pedazo de imbécil, porque todos vamos a morir), ni un solo día pasa en que alguien no mueva las manos ostentosamente para hacer notar que le molesta el humo de mi pipa (y a mí tus mórbidas carnes al sol, que en el siglo XV todos íbamos más tapaditos, me lo han chivado de la CIA), ni un solo día sin que alguien me mire mal cuando tomo mi primera copa a las doce (de la mañana, que ya puestos a arder en la pira…).
Si por todos estos hábitos merezco el infierno, acepto la condena. No soy ni un asesino ni un violador ni un genocida y, mucho me temo, que tampoco jamás llegaré a ser nada que tenga que ver con la política ni lo políticamente correcto.
Así, amigos míos, hoy os digo que quién esté libre de pecado… no, que suena demasiado religioso… mejor os digo: sed felices, que la vida son dos días y no merece pasarsela en un flagelo constante de normas estúpidas creadas con una sola razón: un nuevo esclavismo moral.
Ahí queda todo esto.
Lástima no ser rumano: votaría a la conejita ésa sin dudarlo (y es… al menos nos podríamos reír).
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