Noticias de Cantabria
25-06-2012 13:50

ETA y la liturgia del perdón.

El encuentro entre víctima y verdugo busca esencialmente el entendimiento; la respuesta a un pregunta dramática que marca la vida de la familia del asesinado: "por qué sucedió".

      Que el verdugo se enfrente cara a cara a su víctima es una catarsis para ambos. La víctima sabe como nadie las consecuencias dramáticas del crimen. Conocer al asesino puede ser el punto final de búsqueda de una explicación imposible. Quizá, para muchos, proporcione la paz que determina el final de un recorrido y la asunción de la falta de retorno de quien se ha ido.

   Entender no es en modo alguno aceptar; es un estadio de superación del terror pasado que no conduce al olvido pero que puede reconfortar. No hay reglas generales para la psicología que responde a la personalidad de cada individuo. Aceptar no es perdonar; solo un balón de oxigeno para seguir viviendo.

   Las personas no tienen por qué reconciliarse con sus verdugos. Basta con que sepan que no los queda más remedio que convivir con la existencia lejana de estos como impone una sociedad civilizada. ¿A dónde conduce este proceso litúrgico? A la subsistencia razonable de las víctimas y a la interiorización de la existencia miserable de los asesinos.

   La historia está llena de episodios de confrontación brutales que han tenido que cerrarse en algún punto. No sería razonable vivir en el odio hacia los franceses que invadieron España en el siglo XIX por muchas ejecuciones que llevaron a cabo de personas desvinculadas directamente de la guerra. Odiar no conduce a ninguna parte porque es un impedimento para la aceptación de lo ocurrido y para la paz de las víctimas.

   Los verdugos tendrán que vivir con la inutilidad del daño que causaron. ETA no ha conseguido nada de lo que perseguía. No podemos permitirlo. Sus asesinatos solo han cosechado sufrimiento pero ninguna recompensa. Esa es la mayor pena para quien hizo del delito una forma de vida.

   Pedir perdón no garantiza recibirlo. Las víctimas tienen derecho, desde su ética individual, incluso a la perpetuación del odio si ese es su deseo. No pueden marcar las reglas de la sociedad civil frente al final de la violencia. Pero sus sentimientos son intransferibles. A cambio, la sociedad tiene que garantizar que quienes les causaron daño no les puedan perjudicar más.

   El final de la violencia terrorista será un proceso necesariamente lento porque solo el tiempo es bálsamo suficiente para cerrar las heridas. Estamos recorriendo un camino poniendo a los verdugos frente a sus víctimas. Y los objetivos son múltiples, pero sobre todo que los hijos de quienes mataron no caigan en la tentación de reeditar el horror de las víctimas y también la terrible sensación de vacío de los verdugos. La sociedad tiene que decidir la cocina de elementos tan tóxicos

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