ETA, serpiente descabezada
De nuevo ETA pretende hacerse notar. Ha ido perdiendo jirones desde el momento en que perdieron la cabeza sus fundadores en el seno radical del PNV y con el aplauso de la Iglesia vasca.
ETA y su entorno son conscientes de que no tienen salida posible, de ahí la patochada del “inicio de un ciclo nuevo”, además de recalcar “la importancia política” de la excarcelación de sus presos, con excepción de quienes han firmado la carta contra la lucha armada o han cursado su arrepentimiento de pertenecer a la banda asesina.
Lo que más sorprende es la hipocresía de la banda cuando habla de presos de cara a la galería: los presos son ‘material quemado’ por y para la banda. No hay que olvidar que muchas familias de presos etarras ingresan importantes cantidades económicas procedentes de ayudas y subvenciones que, además, el Gobierno vasco del PNV ha amparado, patrocinado y otorgado.
El preso etarra es un chollo, siempre que permanezca preso. Y lo es por dos motivos: primero, porque los familiares seguirán pasando las famosas huchas para la recaudación en varios momentos del año (Navidad, Día de la Patria Vasca,...) y, segundo, porque mientras haya hucha hay dinero cercano y su destino generalmente no llega donde debería llegar. Cada vez es más difícil que muchas familias sigan disimulando inútilmente.
Hay varios aspectos concretos sobre el terrorismo etarra. Aspectos que se han negado a entender desde el ámbito abertzale, a saber: Los presos de la banda no son negociables. Deben cumplir íntegras las penas. Es urgente un nuevo Plan Penitenciario de alejamiento de presos y un paso atrás en las medidas adoptadas recientemente por el Ministerio de Interior; no es que sea sospechoso, simplemente huele mal y es desconcertante. Más desconcertante aún mientras Pérez Rubalcaba continúe al frente del ministerio; no hay más que recordar aquello de “España no se merece un Gobierno que mienta”, sin recordar que otros no solo mintieron sino que tuvieron el cuajo de negar los GAL, el terrorismo de Estado y la existencia de cloacas en el mismo.
Otro dato a tener en cuenta es que en la España democrática no hay presos políticos. Tampoco hay más conflicto en el País Vasco que el que ETA ha venido creando a diario desde hace cincuenta años. Llegaron a engañar, incluso, al Parlamento europeo, pero ya no se engañan más que a sí mismos; prueba de ello es que han declarado un "alto el fuego" por su cuenta. A los españoles nos trae sin cuidado.
Es precisamente ahora cuando el Estado debe arreciar y aprovechar para acabar con la banda de una vez por todas. ETA está diezmada, esquilmada y con muy poco apoyo, pero con decenas de zulos operativos, como se ha podido comprobar esta semana. No existe naturaleza política en lo que llaman "conflicto vasco"; por cierto, mal definido, pues es puro y simple terrorismo. La nueva tregua-trampa no es más que un impulso para rearmarse y volver a reírse del Estado de Derecho español.
A estas alturas del siglo XXI, la territorialidad y la autodeterminación son una simple y vulgar ‘patochada’. La amnistía de etarras a nadie se le pasa por la cabeza. A todo ello hay que añadir que la banda tiene un camino firme y despejado: rendición, entrega de las armas y cumplimiento íntegro de las penas.
La sociedad española se lo está repitiendo hasta la saciedad. Sin duda, es el mejor momento para cortar la cabeza a la serpiente y arrojarla al abismo del tiempo.
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