Ayudas a la manipulación.
En momentos como los que estamos viviendo, cuando los nuevos presupuestos repelan los huesos del Estado del bienestar.
Cuando treinta alumnos por clase se hacinan en las aulas públicas, no se sustituyen las bajas de profesores, se despide a los interinos y se acaban las becas de comedor, el Gobierno de Mariano Rajoy decide conceder una subvención de cien mil euros para el mantenimiento y actualización del polémico Diccionario Biográfico Español, dirigido por la Real Academia de la Historia.
Con un claro sesgo ideológico, que el presidente de la Academia se ha negado a corregir, la obra no se refiere a Franco como un dictador del siglo XX; describe la sublevación militar contra el Gobierno legitimo de la República como "Alzamiento Nacional" y la manipulación alcanza también a los generales que acompañaron a Franco en la represión.
El escándalo que se montó al conocer los nombres de los autores, a quienes se había encomendado la glosa de determinados personajes del siglo pasado y en concreto del terrible periodo de la guerra civil, no sirvió para que la Academia se planteara una revisión crítica. Ante tal cerrazón, el entonces gobierno socialista decidió suspender la subvención hasta su revisión. La llegada del PP a la Moncloa sirvió para que la polémica obra recobrara el dinero público perdido y ya, en los presupuestos de este año, ha recibido casi doscientos mil euros. No contentos con esa cifra y sin que se haya introducido ninguna enmienda en un Diccionario que causa sonrojo entre la mayoría de historiadores, el ministro Wert les premia para el año próximo con cien mil más.
No es de extrañar dado que algunos dirigentes del PP, aunque no gocen de la especial simpatía de Mariano Rajoy como es el caso de Esperanza Aguirre, salen reflejados como providenciales para la vida de su comunidad.
El PSOE, que en esto si se ha puesto las pilas, reclama que esa partida presupuestaria se destine a las asociaciones de padres de alumnos que tanto están peleando por mantener la calidad de la enseñanza pública y que han visto reducida su subvención en un catorce por ciento. Pero seguro que a la ciudadanía, tan harta de recortes, se le ocurrían miles de destinos mejores para ese dinero que ha salido del bolsillo de los contribuyentes.
Suponemos que el ministro Cristóbal Montoro no se refería a la ayuda al contestado diccionario cuando calificó a los presupuestos de 2013, (que han superado con los votos del PP las enmiendas a la totalidad) como los más sociales de los últimos tiempos.
Cuando se mencionan propuestas alternativas para el recorte del déficit que no supongan tanto deterioro para las economías familiares este podría ser un ejemplo de despilfarro en el gasto público que tan celosamente se debe vigilar. Difícilmente ese veinticinco por ciento de la población en situación de desempleo podrá entender que se destine ese o cualquier otro recurso del Estado a una obra tan carente de interés.
Son tiempos duros y hay que mirar con lupa a donde van las ayudas públicas.
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