Aldabonazo a la conciencia.
La marcha negra de los mineros se está convirtiendo en un aldabonazo frente a la pasividad de una sociedad que tolera, estupefacta y en silencio, como se rompe el estado del bienestar.
Con sus linternas encendidas cruzaron Madrid a altas horas de la noche acompañados por miles de hombres y mujeres que les gritaban "sois nuestro orgullo". Ni la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, ni la alcaldesa, Ana Botella, que se negaron a darles cobijo después de su largo caminar, habían imaginado este apoyo popular.
De repente, una masa ciudadana adormecida y resignada ante los continuos recortes, descubre la épica de unos trabajadores que son capaces de pelear hasta la extenuación por sus puestos de trabajo. Que no se resignan ante la desaparición de un sector que constituye la única forma de vida de numerosas comarcas de España. Quieren que el Gobierno, y en concreto el ministro Soria, negocie una graduación de la retirada de las subvenciones que se pacto hasta 2018 y que ahora se quiere retirar de golpe.
Necesitan una reconversión de la minería como se hizo con la industria. No admiten el "se acabó" y apáñensela como puedan. Acostumbrados a durísimas condiciones de vida en el interior de las minas son capaces de recorrer cientos de kilómetros bajo el calor de julio para luchar por el carbón. Es esa capacidad de sacrificio la que ha despertado la solidaridad de todos. Y, también, el signo de la fatalidad ante lo inexorable que llevan en sus rostros. Porque la minería del carbón está llamada a desaparecer por su alto coste y la contaminación que provoca su combustión.
Las medidas anunciadas ayer por Rajoy, que van a suponer otra pérdida de poder adquisitivo, más sacrificios y más penalidades, sin ofrecer alternativas de crecimiento que proyecten una luz de salida del túnel de la crisis pueden incrementar el malestar social y la indignación de unos contribuyentes a los que solo se les dan sablazos. Rajoy repitió ayer en el Congreso que España va a salir de esto. La pregunta es en qué estado de depauperación vamos a llegar después de años de penuria.
Sin crecimiento económico no se podrá pagar la deuda. No habrá ingresos en las arcas públicas por mucho que suban los impuestos y no se crearán puestos de trabajo. Los españoles ya saben de la capacidad del Ejecutivo para "recortar", ahora necesitan saber si, además, tiene un plan para sacar a la economía de la terrible recesión en la que está sumida.
Por eso, porque hay alternativas a la política económica de un Gobierno conservador, los mineros con su marcha por el carbón se han convertido para mucha gente en un ejemplo de que la resignación solo conduce a la melancolía.
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