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Sociedad mediocre, por Alfonso Campuzano
La sociedad española, entre masoquista y conformista, ya no elige entre los mejores de cada añada, sino entre los mediocres, porque entiende como lenguaje los tonos bajos referidos a los casi desaparecidos valores morales.
La sociedad española, tan arropada por la mediocridad, ya no diferencia entre lo bueno y lo mejor, sino que se queda en la medianía de los últimos cuarenta años, al soportar estoicamente una Ley Electoral tan injusta que premia a partidos independentistas, nacionalistas, supremacistas, que teatralizan su chalaneo mediante la pedigüeñez aceptada.
La sociedad española, tan mentida como advertida, ya no distingue entre el asentimiento y el asentamiento cuando elige a personajes de pasarela bien arrebozados por sus palmeros.
La sociedad española, tan sedada como anestesiada, confunde la ficción con la realidad, al aspirar a que todo sea gratis, a cambio de aceptar sin rechistar, la costumbre de votar a los políticos mantenidos con los impuestos ya marcados.
La sociedad española, tan aquejada de una enfermedad tumoral –léase políticos–, incubada institucionalmente durante los últimos 40 años, cuyo tratamiento, sí o sí, es extirparla mediante el voto adecuado, aunque si no acierta, pese a la prevención, no se admiten quejas, mientras corre hacia el futuro a la velocidad de tortuga.
La sociedad española observa cómo los políticos arrastran una culpabilidad penal de la que fácilmente se zafan –por ahora–, cada vez que delinquen malversando supuestamente el dinero de los impuestos, casi esquilmatorios.
La sociedad española contempla cómo los políticos acarrean una responsabilidad política cuando no aceptan rectificar cada ocasión que incumplen sus promesas, que hoy en día no son juzgadas ni penalizadas, aunque ya se verá en el futuro.
La sociedad española percibe cómo los políticos originan una transgresión moral, en cada oportunidad que se les presenta, para engañar la confianza de los votantes.
La sociedad española advierte cómo los políticos atraen un compromiso metafísico –que probablemente no sepan de qué se trata–, en cuanto ponen en riesgo la vida de los ciudadanos humillados hacia la pobreza. La sociedad española asiste atónita a la exhibición de currículos falseados de políticos sin propósito de enmienda, y sin dimitir.
La sociedad española está estupefacta ante el mercadeo de la libre designación de personas para cargos importantes sin capacidad meritoria y sin necesidad de acudir a desempeñarlos, aunque con nómina cienmileurista.
La sociedad española está pasmada ante autoridades –con el sello de su partido impreso a fuego–, que disfrutan de medios oficiales –pagados por los contribuyentes– para eventos privados, incluso juergas, pensando que tienen un crédito para gastar un dinero que no es el suyo propio.
La sociedad española está desconcertada ante el zalameo político de dirigentes –que con absoluta desidia incumple las leyes, pero con su boquita dice ser constitucionalista–, con anticonstitucionalistas, golpistas civiles, independentistas, proetarras defensores de delitos de sangre, esbirros portadores de antecedentes penales por asesinatos, demostrando patentemente la debilidad del Estado español.
Lo que ocurre en la sociedad española no es por pura casualidad, sino por pura causalidad política, ya que quienes tienen que poner orden y concierto no consiguen coordinar bien sus neuronas en cuanto ascienden algún peldaño.
BIBLIOGRAFÍA:
Alfonso Campuzano. 5 de septiembre de 22015; 21:23
Alfonso Campuzano. 15 de diciembre de 2014; 17:37
Alfonso Campuzano. 29 de enero de 2015; 10:46
Alfonso Campuzano. 11 de mayo de 2015; 19:44
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Comentarios(1):
Excelente y reflexivo artículo