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Opinión 18-04-2021 15:48

¿Se puede mantener un gobierno amoral?Por Juan Goti Ordeñana Catedrático emérito de la Universidad de Valladolid

No se explica cómo en pleno siglo XXI pueda subsistir en la Comunidad europea, un gobierno basado en la mentira, y con dominio de una publicidad que le resulta muy rentable.

No se explica cómo en pleno siglo XXI pueda subsistir en la Comunidad europea, un gobierno basado en la mentira, y con dominio de una publicidad que le resulta muy rentable. De modo que ha logrado por este camino, ocultar la realidad, y que gran parte de sociedad padezca una somnolencia por la que no valora la crisis social y económica que esta situación está fomentando. Se trata de un Gobierno que huye de la aclaración de sus acciones, nunca se vio un obscurantismo similar, ni una irresponsabilidad parecida. Donde más claramente se ve esto, es en las charlas que con frecuencia se permite el presidente para darse autobombo, echar la culpa de los errores a todo el mundo, menos a su nefasta actuación y a su gobierno, y se cuida mucho con su verborrea de exponer cuál es la situación en la que estamos viviendo, y la ruina a la que nos conducido.

Creyó el presidente, cuando en aquel mes de marzo del año pasado, asumió toda la responsabilidad para atajar la pandemia, que con su inexperta actuación se iban a solucionar todos los problemas. Entre tanto el pueblo se vio agobiado durante un año entero sin ver ninguna solución. No se enteró este presidente del sufrimiento de la población con aquellos meses de confinamiento, una encerrona que dejó a muchos sin trabajo y en situación precaria, pero él, con el aumento de su sueldo y los gastos del gobierno, no vio el problema al que había dado origen. Al terminar se autoafirmó como salvador de la difícil situación, que no había hecho más que empezar. Todo fue una de sus tantas fantasías, por lo que al terminar el tiempo nos disparó un discurso alabándose de haber superado la pandemia, pero ésta no se retiró y volvió a rebrotar, y ha pasado el pueblo un año amedrentado, y sin esperanzas de que esto termine. No aceptó su fracaso, por lo que no se hizo cargo de la situación y expandió las culpas a todo el mundo, menos a su ineficacia,

Ingenuamente se había abocado la dirección y la forma de cómo tratar la pandemia, creyendo que con su indolencia se resolvería automáticamente, pero el covid-19 no le hizo caso, a pesar del duro confinamiento a que había sometido a la población. Como el remedio que propuso fue desastroso y a la ventura, lógicamente sucedió el parón y la destrucción de la industria que había en España. Pero como él no podía cargarse con la culpa, y la situación de pandemia continuaba, encontró una fácil solución liberarse de este trabajo, cargando de culpas a las personas y encomendando la labor a las Autonomías.

Mas, en cuanto presidente sin responsabilidad de los efectos de la pandemia, se declaró un factótum, se arrogó una supereminencia sin ninguna incumbencia, al tiempo que encomendaba a las Autonomías las cargas, obligaciones y culpas que aportara la pandemia. Aunque ha

endosado a otros los efectos de la pandemia, cuando llegan las vacunas y se auguran algunos resultados, le vemos atribuirse del éxito, cuando el trabajo ha sido de otros, y no están aún claros los resultados.

Si en todo este tiempo observamos lo que ha hecho la camarilla de ministros y sus equipos, nos encontramos con un Gobierno que ha estado cruzado de brazos, mientras ocupaban los sillones ministeriales, dejando que el tiempo fuera corrigiendo la problemática que ha ido surgiendo, y teniendo en sus manos la mentira publicada por sus medios, como la mejor arma no sólo para defenderse, sino también para crear un aura de aceptación por el público.

Es justamente tal la camarilla que ha creado a su alrededor, que con tantos desaciertos lleva a ocultar las arbitrariedades de la cabeza. Y dentro de este desbarajuste es inexplicable que un vicepresidente, que ha estado disfrutando de un sillón vicepresidencial, «sin dar un palo al agua», como clásico cortesano durante dos años, haya presentado su dimisión, no gratis, sino con exigencias de sueldo, y de señalar su sustituta y una nueva ministra en las competencias que él no había conseguido realizar una labor efectiva.

Examinado en su conjunto la corte que ha creado el presidente del Gobierno, no puedo menos de recordar un párrafo de Montesquieu, cuando describe un gobierno, creado para disculpar y alabar a su príncipe, y sin ninguna consideración del pueblo. Se trata del siguiente texto Del espíritu de las Leyes (Lib III, cap. 5) donde se refleja bien lo que ha sido el equipo de nuestro Gobierno autoritario, en los años que les estamos sufriendo, dominando la prensa, que oculta los desafueros de esta oligarquía, sin posible critica, pues la prensa bien pagada oculta su despotismo: «La ambición en la ociosidad, la bajeza en el orgullo, el deseo de enriquecerse sin trabajo, la aversión a la verdad, la adulación, la traición, la perfidia, el abandono de todos los compromisos, el olvido de la palabra dada, el menosprecio de los deberes cívicos, el temor del presidente a la virtud, la esperanza en sus debilidades y, sobre todo, la burla perpetua de la virtud y el empeño puesto en ridiculizarla, forman a lo que yo creo el carácter de la mayor parte a los cortesanos de todos los tiempos y de todos los países. Pues bien, cuando la mayoría de los principales personajes es tan indigna, difícil que los inferiores sean honrados».

Este monstruo de Gobierno, está quedando tapado por una publicidad que no expone la situación real de la sociedad. Cuando te pones a hablar con la gente en la calle adviertes el caos al que se dirige este equipo de Gobierno, pero se ha creado la idea de que no se puede hacer nada, que no se tienen medios para apartar a estos dirigentes, que no tienen idea de lo que es el bien del pueblo, sino sólo el acrecentamiento de sus bienes. En la doctrina clásica de nuestros teólogos del siglo XVI se decía que para el desarrollo de una sociedad

democrática se requiere una población con suficiente formación para que pueda criticar, y fuerza para renovarlo a su tiempo. Pero hoy que hablamos de una juventud de gran formación, no se ve con claridad el poder de la sociedad para resolver el atropello de este Gobierno amoral

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