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Opinión 14-06-2021 07:47

Pretensión de la nueva ideología. Por Juan Goti Ordeñana Catedrático emérito de la Universidad de Valladolid

Como decía en el artículo anterior que la cultura europea nació y se desarrolló gracias a la forma de razonar de la doctrina evangélica, y que fue muy creadora. Pero al convertirse en una cultura secularizada, han surgido grupos que tratan de desarraigarla y andan buscando ideologías que conducen al caos, y llevan a caer en el disparate.

 

Como decía en el artículo anterior que la cultura europea nació y se desarrolló gracias a la forma de razonar de la doctrina evangélica, y que fue muy creadora. Pero al convertirse en una cultura secularizada, han surgido grupos que tratan de desarraigarla y andan buscando ideologías que conducen al caos, y llevan a caer en el disparate.

Ante la crisis que padecemos hay que preguntarse, si se ha agotado el ideario cristiano, que ha estado durante muchos siglos rigiendo la sociedad de Europa. En verdad, sufrió un gran impacto con la Revolución francesa a finales del siglo XVIII, pero no hubo cambio. Los revolucionarios de aquel momento terminaron por asumir el esquema de la ideología cristiana: libertad, igualdad y fraternidad, que era la enseñanza de la Iglesia, con la sola mutación de cambiar la razón de ser de estos principios, pues los revolucionarios franceses se apropiaron de ellos como si fueran de su invención, quitando a Dios del fundamento de los mismos, y afirmando que inauguraban una nueva era. Muchos creyeron que era algo nuevo, pero no fue así, y la ideología cristiana todavía está en la base del ser de la sociedad occidental.

Las pretensiones de las ideologías de estos tiempos, sí aspiran a una total innovación, soñando con crear una sociedad sobre la ideología de género. Es clara la desviación, pues desaparecen la igualdad y la fraternidad, y según se expresan también la libertad. Ahora bien, esta nueva ideología, que nos presenta la moderna progresía, ¿tiene algún porvenir? La historia muestra que cualquier ideología, que pretenda ordenar la sociedad, ha de tener como base el concepto de persona. No obstante, ante las nuevas pretensiones de la actual ideología uno se pregunta: ¿sobre qué fundamento quieren montar la filosofía, que califican de progreso, si no ponen como base una consideración de la persona? Si es verdad, que las principales promotoras de esta corriente, Irene Montero e Ione Belarra (traducido del euskera Juana Oreja), dicen haber hecho estudios de psicología. ¿Qué idea de la persona han sacado de sus estudios? Pues quien contempla desde fuera las ideas que muestran, ve que empiezan distorsionando la concepción del ser humano, y con ello destruyen la misma esencia de la sociedad, según lo ve cualquier ser inteligente que estudie la naturaleza.

Comparando la doctrina tradicional que ha regido hasta ahora en el pensamiento de la cultura occidental, y la nueva ideología de género, que se propone como un dogma laico, es fácil advertir que estamos ante una «contradictio in terminis». La cultura europea que nació y se desarrolló gracias a la forma de razonar de la doctrina evangélica y fue tan creadora, se ha convertido en cultura secularizada, y desde ese momento ha perdido toda creatividad, y anda buscando ideologías que le den sentido, pero está cayendo en el disparate.

Esta nueva corriente habla de progresismo, y plantea como progreso: la destrucción de la familia, el derecho al aborto, el matrimonio homosexual, la eutanasia, que los hijos son del Estado, (menos los de la Irene Montero que los protege con cuidadoras que cobran del Patrimonio Nacional), y lo que quieran añadir, pues se pueden multiplicar los despropósitos. Es decir, califican de progreso y modernidad, lo que en la mentalidad de la sociedad es un retroceso de la condición humana, y una preocupante regresión moral.

En realidad, como lo presentan los promotores es, sin duda, una guerra ideológica de fondo contra la cultura cristiana. A la nueva Internacional Progresista no le basta exponer sus doctrinas para que las pueda asumir la ciudadanía libremente, sino que pugna por imponerlas con malas artes. Una vez que se han hecho con el poder, están convencidos de que tienen que barrer toda la ideología que ha estado vigente hasta este tiempo. Y, en verdad, se han constituido en una nueva inquisición, con leyes que condenan toda discrepancia de sus decisiones. Y propugnan calificar de ultraderecha, con una condena social de reaccionarios, a los que osen mantener una actitud crítica a sus posiciones.

La actitud de este movimiento ideológico contra la Iglesia no es un asunto accidental o circunstancial, sino esencial, porque supone una oposición a su pensamiento. Además, tienen la necesidad de erradicar de la sociedad la concepción de persona que ha creado la ideología cristiana y que está vigente en la convivencia hasta hoy día. El problema es de fondo, ya que es una contradicción absoluta de la concepción de la persona. Por tanto, es real la persecución que han iniciado contra la Iglesia católica, porque es el origen de la ideología social que hoy rige la sociedad occidental.

De modo que los progresistas de la nueva ola han venido a renovar contra la Iglesia aquella expresión de Catón contra Cartago en el senado romano: «Delenda est».

Estas progresistas, desde el Gobierno, no ven la naturaleza humana, conforme a su ser, según el Derecho natural, sino que quieren, ya que se encuentran en el poder, construirla acorde a su capricho en el Derecho positivo. Como disponen de la capacidad de legislar pretenden construir una persona ajustada a la locura con la que se han propuesto crear una sociedad nueva. Cuán lejos están estas ministras de cumplir con los objetivos que dicen los títulos de sus ministerios: la ministra de la Igualdad, toda su acción ha sido promover la desigualdad, creando un feminismo que rechaza la mayoría de las mujeres, y mandando a los hombres al infierno del desprecio y de la condena. Mala vía para crear una sociedad de igualdad. En cuanto a la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030 del Gobierno de España, se ha comprometido con los objetivos de un Desarrollo Sostenible que son: pretender acabar con la pobreza, luchar contra la desigualdad y la injusticia, proteger el medioambiente y combatir el cambio climático, que eran los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU, que expiraron a finales del 2015. Por lo que parece un ministerio que llega algo tarde y que pretende configurar una persona que haga juego son su sistema, esto es una persona transhumanista, carente de identidad, sin raíces ni sentido crítico y, sobre todo, sin vinculaciones afectivas (de familia, amigos, comunidad). Asume, a la vez, la persecución de la Iglesia, en lugar de comprometerse con los objetivos de su departamento; en el Parlamento no le hemos oído más que acusar a la religión cristiana, en lugar de promover Derechos sociales; además, se presenta muy activa en la elaboración de una ideología progresista, en los medios próximos al actual Gobierno, y no cesa en una premeditada compaña de desacreditar a la Iglesia por el indebido comportamiento de alguno de sus miembros.

Respecto a estas ideologías progresistas Felipe González, sólo hace unos días, recordaba algo que dijo en el siglo primero, aquel rabino judío Gamaliel respecto a la fe cristiana: «Vinieron Teodas y Judas el Galileo, muertos ellos, desaparecieron todas sus doctrinas; llegó Jesús de Nazaret y dejadlo, si es obra de los hombres desaparecerá, pero si es obra de Dios es inútil vuestro empeño de deshacerla, se desarrollara por sí misma».

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