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Opinión 14-03-2023 13:15

¿Por qué el corazón no es lugar para el cáncer? Dr. José Manuel Revuelta Soba

El cáncer constituye la mayor causa de muerte en el mundo, tras las enfermedades cardiovasculares. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los más de 200 tipos diferentes de cánceres ocasionaron alrededor de 10 millones de muertes en 2020;

 

El cáncer constituye la mayor causa de muerte en el mundo, tras las enfermedades cardiovasculares. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los más de 200 tipos diferentes de cánceres ocasionaron alrededor de 10 millones de muertes en 2020; siendo los más frecuentes de mama, colorrectal, pulmón y próstata. Sorprende que el cáncer de corazón sea una enfermedad rarísima, tratándose de un órgano tan expuesto a los múltiples oncogenes ambientales por sus importantes demandas energéticas y ser lugar de paso de unos 7.200 litros de la sangre cada día.

La mayoría de los tumores del corazón son benignos (9 de cada 10). En los lactantes y niños predominan los rabdomiomas, tumores benignos asociados al síndrome de esclerosis tuberosa -trastorno genético de herencia dominante en el que aparecen tumores benignos en múltiples órganos, entre ellos del corazón-. En los adultos, el tipo de tumor benigno más común, aunque de rara aparición, es el mixoma que se adhiere habitualmente al tabique interauricular mediante un pedículo que ocasiona la obstrucción parcial o total de la válvula mitral, de forma intermitente durante los movimientos del corazón -actúa como el badajo de una campana-. Los mixomas requieren ser intervenidos con cirugía a corazón abierto para su completa extirpación.

El cáncer del corazón es extremadamente raro y, cuando aparece, suele tratarse de una metástasis -propagación de un foco canceroso en un órgano distinto- procedente de órganos o tejidos cercanos (pulmones, esófago, mamas, timo, tiroides, linfoma). Estas metástasis son 40 veces más frecuentes que el cáncer primario del corazón, como el sarcoma y angiosarcoma que son muy raros (1 caso por 100.000 personas al año), pero de una elevada mortalidad.

 Células cancerígenas

 

 

 

Crecimiento de las células normales y cancerosas

Los 37 billones de células que componen nuestro cuerpo sobreviven gracias a un proceso biológico denominado fosforilación oxidativa, o sea dependen del oxígeno para la producción de la energía necesaria para su funcionamiento. Este proceso metabólico tiene lugar

en unas pequeñas estructuras localizadas dentro de las células -mitocondrias-, que constituyen su órgano productor de energía, utilizando la vía oxidativa -oxidación aeróbica del piruvato-, compuesto orgánico esencial en el metabolismo celular. Por el contrario, las células del cáncer producen su energía a través de la glucolisis anaeróbica, proceso denominado Efecto Warburg: las células cancerosas crecen velozmente, sin control alguno, ni necesidad de oxígeno, aunque deben consumir enormes cantidades de glucosa (azúcar) para propagarse rápidamente.

Debido a su consumo excesivo de glucosa, puede detectarse la localización y propagación del cáncer mediante una prueba diagnóstica de Medicina Nuclear, llamada tomografía por emisión de positrones o PET (del inglés, Positron Emission Tomography). Se inyecta al paciente el radiofármaco 18FDG (fluorodesoxiglucosa) que es digerido enseguida por las células cancerígenas por su insaciable avidez por la glucosa y, al no poder digerirlo, queda atrapado en su interior, permitiendo obtener las imágenes de los lugares dónde se acumulan estas células cancerígenas.

Normalmente, cuando uno de los 250 millones de espermatozoides (eyaculación promedio) logra fecundar al único óvulo receptivo, se unen para crear el cigoto que, 3 a 5 días después, penetrará en el útero. Bien protegido en el interior de este órgano, continuará su división celular hasta convertirse en una mórula ?masa de células por segmentación del cigoto-. Alrededor de 6 días después de la fecundación, tras numerosas divisiones, se origina una bola hueca de células -blastocito- que se implanta en la pared del útero. Durante esta primera semana, las células no disponen de suministro de sangre, aunque continúan su división y crecimiento acelerados para la formación del feto. Estas células primigenias son anaeróbicas -no utilizan oxígeno-, ni están aún especializadas; su multiplicación y metabolismo acelerado recuerdan el comportamiento de las células cancerígenas.

A partir de la segunda semana de la fecundación, se produce un drástico cambio biológico con la llegada del suministro de sangre de la placenta, transformando estas células anaeróbicas -sin oxígeno- en aeróbicas -dependientes del oxígeno-, comenzando su diferenciación en los diversos tipos celulares (neuronas, cardiomiocitos, hepatocitos, linfocitos, etc.). Estas células especializadas cambian radicalmente su acelerada multiplicación previa, para desempeñar su nueva misión ordenada en la formación de un determinado órgano o tejido -corazón, pulmones, hígado, riñones, piel, etc.-, gracias a la beneficiosa presencia del oxígeno.

 

Células del corazón sanas

 

 

La imprescindible división de tantos millones de células suele causar mutaciones en algunas células normales. La mutación consiste en un cambio al azar en la secuencia de los nucleótidos, la organización del ADN (genotipo) o ARN del genoma humano. Para entender este delicado y complejísimo proceso biológico, podríamos parodiarlo a una impresora que constantemente debe realizar millones de fotocopias diarias, algunas resultarán defectuosas y deben desecharse. El cuerpo dispone de un eficiente sistema inmunológico que destruye eficientemente las células defectuosas con mutaciones, pero si se les escapan algunas de estas patológicas se transforman en células cancerígenas, que no obedecen el asombroso orden del microcosmos humano.

A diferencia de las células de la piel o del colon, que deben reponerse continuamente por otras nuevas células especializadas, los cardiomiocitos -células contráctiles del corazón- no participan en este proceso de renovación permanente, solo cuando el músculo cardiaco sufre daños muy considerables. Los cardiomiocitos son células terminales, o sea que alcanzan su desarrollo en una época temprana de la vida, abandonando el ciclo de división celular; su crecimiento se produce por expansión de su tamaño, no por división citológica. Como las células del corazón no precisan de esta constante renovación, como ocurre en otros órganos, raramente se producirán errores -mutaciones-, por lo que es sumamente improbable que los cardiomiocitos se conviertan en células cancerígenas, de aquí que el cáncer primario del corazón sea muy infrecuente.

Los cardiomiocitos requieren una enorme cantidad de energía para su constante movimiento, precisando un consumo de oxígeno extraordinario. Existe una situación clínica en la que el corazón puede verse obligado a quemar predominantemente glucosa, debido a una respuesta al estrés desequilibrada de los cardiomiocitos. Cuando esto sucede, se pone en marcha una cascada de acontecimientos biológicos que termina causando un infarto de miocardio. Se ha demostrado que el aumento repentino y descontrolado de adrenalina por esta respuesta al estrés causa un aumento en la producción de ácido láctico dentro de las células cardíacas. Dado que resulta más rápido quemar glucosa, los cardiomiocitos la utilizan apremiantemente, pero con el inconveniente de ir acumulando ácido láctico e iones de hidrógeno en su interior, que conduce a un inminente ataque cardiaco. Sin la presencia de sangre, estas graves alteraciones metabólicas producen una disfunción miocárdica por isquemia -falta de oxígeno miocárdico- que, tras un corto periodo de tiempo, puede causar la apoptosis -muerte de los cardiomiocitos de una parte del corazón -infarto de miocardio-. Este repentino cambio metabólico, evita que las mitocondrias de los cardiomiocitos sufran mutaciones y se vuelvan cancerosas. En realidad, ?el corazón prefiere el infarto de miocardio que el cáncer?.

Factores medioambientales

Un agente carcinógeno es un elemento físico, químico o biológico potencialmente capaz de producir un cáncer al afectar determinados órganos y tejidos vivos. El asbesto, benceno y DDT (diclorodifeniltricloroetano) han sido calificados como cancerígenos. El tabaco constituye un factor de riesgo independiente para la aparición del cáncer de pulmón. Si bien los pulmones son susceptibles a ciertos carcinógenos conocidos (arsénico, asbesto, tabaco, gas mostaza), la piel (exposición al sol, arsénico, benzopireno), el hígado (cloruro de vinilo, alcohol, aflatoxina), el riñón (cromato de zinc, tetracloroetineno) o la vejiga (bencidina, tabaco, bencidina), no se conocen carcinógenos específicos para el corazón. El tabaco no es un agente carcinógeno para el corazón, sino un factor de riesgo para la cardiopatía isquémica -estrechamiento u oclusión de las arterias coronarias-, pudiendo ocasionar angina de pecho e infarto de miocardio.

Afortunadamente, el corazón humano, aparentemente delicado y expuesto a tantos factores de riesgo (emocionales, metabólicos, alimenticios, estilos de vida, infecciones, degenerativos, traumatismos, etc.), ha encontrado la forma de protegerse eficazmente del más dañino y común enemigo del ser humano, el cáncer.

 

¿El corazón tiene razones que la razón ignora?.

Blaise Pascal (1623-1662). Matemático y físico francés

 

 

Dr. José Manuel Revuelta Soba

Catedrático de Cirugía. Profesor Emérito de la Universidad de Cantabria

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