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Opinión 18-10-2019 19:48

Mochilas de odio y violencia, por Jesús Salamanca Alonso

Sabe que debe mucho al separatismo, al independentismo, al perverso nacionalismo y al grupo proetarra de Bildu; tal vez por eso se siente con las manos atadas.

 

No hace mucho me preguntaba un compañero si nos habíamos puesto de acuerdo los analistas, articulistas y periodistas para criticar al presidente funciones, a lo que le contesté que no, pero es que teníamos la sensación de que había perdido los papeles; es decir, había puesto todo su interés en un muerto de hace 44 años y se había desentendido de otros problemas más actuales y de extrema gravedad. Curiosamente, esa respuesta coincidía con la que ayer daban a los medios los señores Casado y Rivera. Eso quiere decir que cada vez somos más los que empezamos a ir en la misma dirección y tener semejantes sensaciones, pero curiosamente contrarias a las que lleva el presidente Sánchez

El muerto --que no es otro que Francisco Franco-- no nos va a resolver nada a estas alturas de la película. A muchos nos da igual el paripé presidencial. Si en su día nos daba igual donde lo enterraran, imagínense ahora que ha pasado tanto tiempo; máxime si tenemos en cuenta que es una cuestión familiar por encima de todo y del que una parte de la ciudadanía duda hasta de que siga enterrado en el Valle de los Caídos, tras lo que ha transcendido sobre marzo de 1976. ¿Se imaginan que descubrieran el Gobierno, los profanadores y la propia familia que el ‘abuelo Pachi’ no está ahí? ¿Acaso es simple estrategia?

No está de más recordar que el forense contratado por el Gobierno del presidente ‘cum fraude’, no lo ha sido para efectuar pericia alguna sino únicamente para comprobar el estado del ataúd de Zinc para el traslado. La visualización del presunto cadáver que ahí estuviere tan solo podrían realizarla los familiares en un acto íntimo y privado, pero ya en el cementerio receptor y previo acto a la inhumación, nunca antes. Como decía esta mañana un viejo amigo: “¿A que nos han tangado a todos desde entonces?” En fin, Pedro cree haber ganado la guerra civil ochenta años después. Allá él con su ignorancia, su odio acumulado y su vigente ley de Memoria, califíquenla ustedes como deseen; es decir, histórica, histérica, sectaria, ruin o intransigente.

El problema del que sí debería preocuparse el presidente es el de Cataluña. Solo una sentencia, propia de una tarde de parrillada, puede calificar de sedición lo que todos vemos, comprobamos y advertimos que es una rebelión con mayúsculas. Cuando no se habla claro, llegan los problemas, bien es verdad que en este caso iba a pasar lo que está pasando, resultara lo que resultara en la sentencia tras un juicio plena y absolutamente garantista. No es ningún secreto que Joaquín Torra --con su mochila de odio y su carga ‘fascistoide’-- está fomentando el desorden público, como tampoco es secreto el hecho de que no entendemos que siga en libertad. Acabará habiendo un muerto: sí, tal vez ese muerto que Carme Forcadell y los Jordis querían que hubiera el 1-O para poder echárselo a la Guardia Civil y a la Policía Nacional.

A nuestro presidente en funciones le ha superado la situación y no sabe a qué carta quedarse, pero lo peor de todo es que ha escuchado a los líderes de algunos partidos de la oposición sin decidirse a tomar medidas. Sabe que debe mucho al separatismo, al independentismo, al perverso nacionalismo y al grupo proetarra de Bildu; tal vez por eso se siente con las manos atadas, sin darse cuenta de que las encuestas le van dando mordiscos día a día.

Eso de “no descartar ningún escenario de los posibles” suena a música repetida sin partitura y a tontería barata. Prueba de ello es que él se va a Bruselas, el rey a los premios Princesa de Asturias junto a varios miembros del Gobierno, el ministro de Interior de copas y juerga a Chueca (su irresponsabilidad hizo que movilizara a nueve personas para su protección) y al retén de la Guardia Civil lo mantienen aislado en Cataluña, sin intervenir ante los terroristas de CDR y los antisistema llegados de media Europa.

A todos ellos parece darles igual eso de la escalada de violencia. Esta mañana escuché como un grupo de violentos amenazaba a los vecinos, no sé de qué barrio eran, y les decía algo así como que “la noche del viernes al sábado y la siguiente arderá la Sagrada Familia y Barcelona entera”, ahí es nada, como para que nuestros políticos presuman de irresponsabilidad y de desentendimiento. Espero, confío y deseo que eso no sea así. Me refiero a lo de los lugares que arderán. Lo de los políticos ya me trae al fresco.

Si Sánchez dice tener todo escenario previsto, eso quiere decir que no tiene previsto nada. Ya nos hemos acostumbrado a que nos mienta en todo: en lo académico, lo personal, lo político y lo social, incluso en lo mortuorio. Ni hay firmeza ni proporcionalidad ni gaitas marineras. Ha demostrado que el cargo le queda muy grande y la principal medalla que le vamos a poner es la de la irresponsabilidad. No reconocer la labor de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad de Estado, no instar a Joaquín Torra a que reconozca la violencia, permitir que se amedrente a la ciudadanía, consentir que se rompa la convivencia en Cataluña y hacer la vista gorda a las juergas de su ministro de Interior es más grave de lo que se imagina.

No tengo ninguna duda respecto a que tenemos un presidente legal y en funciones, pero indigno por los cuatro puntos cardinales. “La causa real y determinante que ha hecho perder el poder a los hombres ha sido siempre el haber llegado a ser indignos de ejercerlo”, decía el pensador, jurista, político e historiador francés, Alexis de Tocqueville. Al tiempo.

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