MEMORIAS APÓCRIFAS DE ANGELA MERKEL. Santi M. Hernández
Hay ejemplos mil de memorias políticas que el mejor destino que hubieran podido tener hubiese sido la chimenea como hacía el detective Carvalho con los malos libros o la piscina como solía hacer Umbral. A este respecto el difunto A. Perez Rubalcaba fue claro y contundente; cuando le preguntaron, estando ya fuera del gobierno, si no tenía intención de publicar sus memorias respondió:
El fin de semana pasado hojeando la abultada prensa dominical en papel, observé que el diario que está en la avanzadilla de la refriega cultural bajo el estandarte WOKE, o sea EL PAÍS, traía una larga entrevista con la excanciller alemana acerca de la publicación de sus memorias.
Con desgana entré en ella y ya desde el principio sentí que iba a resultar una pérdida de tiempo; el entrevistador con la primera pregunta marcaba el tono condescendiente, reverencial, de la entrevista: «¿No siente a veces la tentación de volver a la política para poner de nuevo su experiencia al servicio de los ciudadanos?» A pesar de este primer chasco seguí adelante y como presumía la cosa no mejoró pero tampoco empeoró: fueron veinte minutos de una línea que indicaba un encefalograma plano, el del entrevistador y en buena medida el de la entrevistada, aunque en descargo de esta última hay que reconocer que como cualquier político que publique sus memorias lo hace por el simple motivo de juntar palabras (cuantas más mejor) para no decir nada ya que en realidad nada de lo que mereciera la pena decir podría revelarlo.
Hay ejemplos mil de memorias políticas que el mejor destino que hubieran podido tener hubiese sido la chimenea como hacía el detective Carvalho con los malos libros o la piscina como solía hacer Umbral. A este respecto el difunto A. Perez Rubalcaba fue claro y contundente; cuando le preguntaron, estando ya fuera del gobierno, si no tenía intención de publicar sus memorias respondió: «Pues no, mire usted, por la sencilla razón de que lo que podría decir no le interesa a la gente y lo que le interesaría a la gente no podría decirlo».
Luego está la motivación inconfesable de los derechos de autor que devengue la publicación, pues en el caso de la señora Merkel, estrella planetaria que fue durante su mandato, imagino que no serán desdeñables.
Bien, pues si la entrevista tuvo este cariz descorazonador, que no tendrá un volumen de ochocientas páginas escrito con la ayuda de su fiel colaboradora y que por título lleva la excitante palabra ?LIBERTAD?. Palabra esta chocante, desusada, que rara vez aparece en boca de políticos de uno u otro signo. No, no seré yo quien se zambulla en las aguas heladas del Mar del Norte; la única motivación seria para hacerlo sería si me pagaran por ello; a mil euros por página no estaría nada mal. Pero no lo haré por varias razones; en primer lugar por que la respuesta de Perez Rubalcaba deja tocado todo intento, más o menos honesto, de trasladar al papel los años que, en funciones de gobierno, haya pasado cualquier político. Después, ¿qué podría decir la señora Merkel sobre algunos de los episodios fundamenales que marcaron los deiciseis años que estuvo como Canciller?
Me refiero, por ejemplo, a la crisis iniciada en 2008 cuando el euro estuvo en la cuerda floja y Alemania, principal país beneficiario desde su puesta en marcha, puso contra la espada y la pared a paises como España, Irlanda, Grecia?El caso de Grecia fue sangrante: « O aceptáis mis condiciones o ya sabéis lo que os espera...» ; ese fue el dilema; Grecia tuvo que claudicar. O a sus amistosas relaciones comerciales con la Rusia de V. Putin ancladas en el gas barato que fluía a través del gasoeducto Nord Stream para mantener la indispensable base industrial de su país? O si los acuerdos de Minsk que siguieron a la primera crisis en Ucrania en el año 2014 fueron simplemente una coartada para ganar tiempo y preparar, abastecer, al ejército ucraniano para el choque inevitable que se avecinaba con Rusia? Ahora se sabe que la señora Merkel, muy involucrada en el asunto, sabía que eran una simple estratagema. Se podría continuar enumerando asuntos que la excanciller podría tratar en sus memorias con cierta dosis de suspense, pero me temo que también le está vedado. El secreto de confesión no es sólo prerrogativa del sacerdocio.
En cuanto al posible legado que su paso por la Cancillería recoja la Historia, que es otra de las cuestiónes que parecen preocuparle al entrevistador, ¿ qué pòdria decirse ? Hay una frase que alguien dijo en el año 1968 durante un congreso del partido conservador británico que ha pasado a formar parte del bagaje cultural de los enterados en biografías políticas:
« ¡Todas las carreras políticas acaban en fracaso?!» , aulló... Puede que sea cierto.
Santi M. Hernández
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