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Opinión 15-09-2021 07:00

Memoria recuperada, por Alfonso Campuzano

Las asociaciones para la recuperación de la memoria histórica, cuyo ejercicio más sobresaliente con más o menos éxito, y con cargo a los impuestos de los contribuyentes, trata de ejecutar exhumaciones en fosas clandestinas identificadas o no.

Las asociaciones para la recuperación de la memoria histórica, cuyo ejercicio más sobresaliente con más o menos éxito, y con cargo a los impuestos de los contribuyentes, trata de ejecutar exhumaciones en fosas clandestinas identificadas o no. Sin embargo, parece ser que se olvidan de que aún existen por parte de los dos bandos enemigos, y no sólo de una de las partes, con una antigüedad de casi nueve décadas, han olvidado la premisa de que han sido consecuencia de una cruel y desgraciada guerra civil. En los últimos quince años han gastado 31 millones de euros en localizaciones y exhumaciones, sin llevar al día el estado de cuentas, peor aún, ignorando los resultados, sin que conste un cómputo, una base oficial de datos o informatizada o codificada, lo que significa malversación de dinero de los contribuyentes.

Una guerra civil donde no había leyes ni normas que se cumplieran y si las había nadie las cumplía, o mínimamente?, donde parientes, amigos, vecinos, se trataban no demasiado bien, incluso con desprecio, quizá por envidia acumulada, y según soplara el viento de cada día, incluso por un quítame allá esas pajas.

En las diferentes versiones escritas por historiadores oriundos y extranjeros se entrelee lo que el sentir popular ha dicho, y redicho, pero que cierta parte de la sociedad no ha querido escuchar a los políticos de turno.

En vanguardia, el cuerpo a cuerpo en raras batallas se dio, porque lo habitual era ver de lejos al enemigo, incluso no verlo, con o sin disparos. Sin embargo, en la retaguardia también se libró otra guerra civil, si bien diferente en su concepción, donde en la distancia corta, pueblo a pueblo, barrio a barrio, vivienda a vivienda, actuaba un sicariado con órdenes muy precisas donde las personas paseadas ?con nombres y apellidos? eran ajusticiadas, sin juicio previo, casi a diario.

Casi todos los pecados capitales "unos más que otros", tuvieron su protagonismo en las llamadas sacas nocturnas. Los participantes hacían eco de su debilidad material emponzoñada por el adoctrinamiento que largos años duraba. Se trataba de un juego macabro en el que predominaba la avaricia, la envidia, la ira, concluyendo la propaganda publicitaria de boca a oreja que enfangaba al bando contrario, al adversario, al enemigo, cuando estaba claro que sus allegados, más o menos lejanos, habían apretado el gatillo, pues con nocturnidad y alevosía se cometían asesinatos entre personas que no se aguantaban, aunque fueran del mismo partido o del mismo sindicato, con el fin de aprovechar el momento para rapiñar y usurpar latifundios y negocios.

Los partidos políticos como PSOE (Partido Socialista Obrero Español), IR (Izquierda Republicana), UR (Unión Republicana), ERC (Esquerra Republicana de Cataluña), PCE (Partido Comunista de España), II (Independientes Izquierdistas), FAI (Federación Anarquista Ibérica), POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) y sindicatos del Frente Popular CNT (Confederación Nacional del Trabajo), FAI (Federación Anarquista Ibérica), UGT (Unión General de trabajadores) se odiaban entre sí, eran el espejo donde se miraban los diferentes gobiernos entre 1931 y 1939.

Desaparecidos ha habido en los dos bandos contendientes, aunque políticamente correcto, hasta el momento, es hablar sólo de uno y olvidarse del otro, por victimismo, por resentimiento, por revisionismo, por revanchismo, porque documentación histórica para analizar con detalle hay más que suficiente, pues nada tiene que ver con la propaganda política, que envenena a mentes ignaras, que no desean salir de su espacio confortable y facilón al hablar de represaliados.

En ambos bandos contendientes había republicanos, lo que habitual e interesadamente se olvida. Y como en toda contienda hubo un vencedor y un perdedor. Nada extraño. Hablar de genocidio es un vocablo extremadamente grueso e infundado. Tras el final de la confrontación hubo juicios "como en todas las guerras" para conocer  quienes tenían delitos de sangre, que eran pagados con la vida o bien conmutada la pena a cambio de trabajos como la construcción del monumento a los caídos de ambos rivales en el valle de Cuelgamuros, en plena sierra de Guadarrama.

Transcurridas más de ocho décadas, y con el fin de recuperar una memoria indulgente debería ser necesario abandonar el espectro político, y sin acritud, abundar en el olvido del odio sembrado por políticos sectarios que ha prendido en la ciudadanía.

Hurgar en el pretérito con ánimo utópico de tener razón no conduce al perdón, sino a soliviantar, porque quienes no han vivido el pasado no tienen obligación ni derecho a juzgarlo en el presente, y menos aún en el futuro.

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