Memoria climática
La uniformidad no existe en la vida, todo es variable, ¿qué razón de peso tendría el clima para no serlo cuando se observa que cada comarca dispone de uno totalmente diferente?
El cambio climático, descubierto hace unos años como noticia entrometida cotidianamente, gracias a estudios de modelos tecnológicos adecuados, ha existido desde que el planeta Tierra lo es. La uniformidad no existe en la vida, todo es variable, ¿qué razón de peso tendría el clima para no serlo cuando se observa que cada comarca dispone de uno totalmente diferente? Sin embargo, hay demasiadas contradicciones que afectan a la meteorología y, sobre todo, demasiada prisa para que se materialice lo que se descubre y se dice, aunque sea una boutade. La evolución humana tiene un precio y evoluciona quien está dispuesto a pagarla.
El desarrollo de la especie humana en cualquier territorio del planeta ha derivado en un cambio de la cultura, en general, variando usos y costumbres de generación en generación, pues hasta las mitologías primitivas tienen archivadas en su memoria histórica que el planeta Tierra ha estado sometido a múltiples procesos, ya sean periódicos o cíclicos, de destrucción y renovación mediante cataclismos, llámense diluvios, fuegos, meteoros, tempestades, en los que han tenido, y tienen, gran influencia ciertos elementos cósmicos de los que apenas se habla.
Estos avatares han conducido a que los asentamientos de los pueblos primitivos nunca hayan sido definitivos, sino que han desembocado en desplazamientos bajo la dependencia de aquellos recursos naturales de las tierras que habitaban, tales como agua, frutos, animales, etcétera, que al agotarse les obligaban a emigrar.
Algunos indígenas actuales, originarios de diferentes selvas, sin disponer de medios adecuados de comunicación, sostienen la creencia que tras un ciclo climático viene otro, porque ha habido muchos, según la tradición oral transmitida por sus antepasados, lo que significa que, sin haber pasado por la Universidad, han llegado a la misma conclusión que algunos científicos.
Cada cierto tiempo, las televisiones proyectan diferentes imágenes, no sin estupor, aunque similares por su contenido ante riadas/inundaciones, cuando la cámara lo facilita y no lo secuestra, consciente o inconscientemente, cómo la embestida apresurada del torrente de agua discurre precisamente por su cauce natural obstruido, buscando su salida, removiendo tierras, profundizando barrancos, que se encuentra totalmente interrumpido por la invasión de autopistas, caminos, carreteras, huertas, vehículos, sobre todo viviendas, etcétera, que jamás debieron proyectarse ni autorizarse, pero que sirven como acicate de noticia y publicidad.
Porque nunca pasó nada hasta que pasa, y con qué cargos; con o sin permiso municipal, que viola normativas de obra y edificación en zonas prohibidas como vaguadas, curso natural ampliado de los ríos; y ahora, tras lo imprevisible, lo incomprensible, lo propio, como defensa indefendible, aparece en el horizonte cercano la queja, el lloro, el moqueo, ante una sociedad asombrada, pues nadie pidió su opinión ni tan siquiera fue invitada, le toca pagar los desperfectos.
Cuando a David Karl, catedrático de oceanografía de la Universidad de Hawaii, le preguntan cómo detener el ya famoso calentamiento global responde que no tiene la solución; sin embargo, otros muy osados parece como que sí la tienen, pero ¿presumen de su desconocimiento?
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