La voladura, por Manuel Olmeda Carrasco
Ignoro qué circunstancia, aparte una precipitación indecorosa tras la gestión picaresca antes y después del 10-N, ha llevado a Meritxell Batet a liberar los últimos días (27, 28, 29 y 30) de diciembre y los primeros (2, 3, 4 y 5) de enero para investir al señor Sánchez.
Nos emplazan, según parece, de Santos Inocentes a Reyes Magos; es decir, de la inocentada candorosa al mito infantil. Presumiblemente, no ocurrirá en ninguna de las fechas señaladas porque quienes manejan e imponen las conversaciones se arman de exigencias nuevas, intimidatorias, imposibles. Eso, pese a la fe que pone en ellas el candidato -amén del silencio expectante, casi un ¡ay!, de Iglesias- hasta desmantelar al PSOE y ser el hazmerreír internacional. ERC, por otro lado, guarda los flancos no vaya a ser que el “malvado Carabel” adelante las elecciones generales y termine, según apunta la crónica taurina, como Cagancho en Almagro.
Va calando (poco a poco, incluso entre sus acólitos) la grave irresponsabilidad de quien ambiciona presidir el gobierno, por el canon que debe pagar y no solo económico. Cierto es que, salvo mayorías absolutas, todos los presidentes abonaron tasas costosas e incluso denigrantes. Sin embargo, en este caso se están batiendo récords históricos pues apostamos la propia estabilidad del Estado y la quiebra nacional. Hacer uso indebido de Instancias, más o menos altas, del país constituye un deterioro de difícil restitución. Retorcer la semántica, única evidencia conocida hasta el momento, conlleva sospechas engorrosas anejas al secretismo con que llevan la farsa. Sabemos que se ha cedido a la bilateralidad entre gobiernos, soslayando parlamentos y ajando -si no transgrediendo- el refrendo constitucional. Preocupa profundamente que nadie del Comité Federal alegue alto y claro el camino peligroso iniciado por el PSOE, cuyo final inapelable, con esta línea, es la práctica desaparición del mismo. Mirémonos en el espejo de Europa.
Salvando a Felipe González, nunca el PSOE pudo identificarse rigurosamente con la socialdemocracia y sí con el marxismo radical, relegado casi a antisistema o poco operativo para el siglo XXI. Paradojas ahora hay para vender y regalar. Hoy mismo, un contertulio, ha afirmado que Albert Rivera hizo un daño irreparable a España al rehuir un gobierno de coalición con el PSOE. O dicho señor disponía de información privilegiada o fantaseaba a hora temprana, pues Sánchez jamás ofreció tal posibilidad al partido naranja. Así, al menos, ha llegado al común. Habitualmente tales lances son maliciosos porque unos y otros los inclinan al extremo, al vicio, a la ficción. La siguiente constituye un hecho insólito, desmesurado, fuera de todo arbitraje jurídico. Que el Tribunal Supremo pida al Tribunal Europeo de Justicia un informe sobre la inmunidad de Junqueras sin haber recogido su acta de eurodiputado (las formalidades dictadas por el Parlamento Europeo para ser investidos eurodiputados, aunque confusas, siguen correspondiendo a cada Estado miembro) me parece inocente. Incluso individuos exaltados, puntillosos, airean la posibilidad de “gato encerrado”.
Sospecho que la conjunción de una clarividencia exigua, a tenor del jugo exhibido; un mesías radical sin praxis alguna fuera de equívoca oratoria, oída, cansina, espuria y unos independentistas -cargados de abalorios retóricos- en permanente enfrentamiento, pueden conformar el gobierno de España. La pregunta surge espontánea, inercial: ¿Será capaz esta camada de despejar las contrariedades visibles ya y las más peliagudas que asoman por el horizonte inmediato? No, diría la calle en un acto de cruda sinceridad. A quienes analizamos fríamente el devenir nacional en sus variados aspectos, nos asaltan dudas razonables. Desde mi punto de vista, el Estado Autonómico presenta cada día heridas profundas, en las llamadas autonomías históricas, de imposible remedio salvo suscribir sus objetivos independentistas o cambio drástico y decidido del gobierno. Incluso les incomoda el concepto plurinacional porque su masa -amorfa, necia- se inclina por la opción menos favorable: independencia.
El ser o no ser ontológicos están separados por lo “que hay” o “no hay”. No obstante, al ser o no ser atributivos los separa una decisión personal. Los independentistas pretenden agarrarse a un ser atributivo idealizado, onírico, para conseguir su concepción ontológica. Dicho a fin de iluminar mentes obtusas, ERC, JxCat y CUP no quieren ningún diálogo que pueda entorpecer, desviar o retrasar la independencia de Cataluña a cuyo remate aspiran millones de catalanes que han superado la irrelevancia de sus líderes y han sido adoctrinados, a lo largo de cuarenta años, con beneplácito incluido de PSOE y PP. Los datos muestran claramente la derrota de los partidos nacionales (PP, Ciudadanos y Vox) cuando en las últimas elecciones generales sacaron seis diputados de cuarenta y ocho. Ignoro al PSC porque este partido solo es nacional los fines de semana.
Ahora, la sentencia del Tribunal Europeo sobre la “inmunidad, que no impunidad” de los eurodiputados Junqueras, Puigdemont y Comín, embarra más si cabe el terreno de juego jurídico. Se han lanzado campanas al vuelo prematuramente y temo que la frustración a medio plazo destroce ilusiones. Tantas, y tan lunáticas, como Sánchez ha depositado en partidos que desean segregar territorios, leyes y personas. Carecen, al mismo tiempo, del apego necesario para convivir, ni a regañadientes, con el resto de predios que, bajo las botas de reyes y dictadores, han sufrido atropellos sin límite. Hoy, para no dañar la imagen bastante maltrecha de una justicia encastillada, pero frágil, el gobierno en funciones presiona con perentoria delicadeza (sí, que no se note demasiado) a la Abogacía General del Estado para emitir un informe que influya en el Tribunal Supremo y favorezca a Junqueras en su viacrucis. Si lo hace, adiós cordera.
Ciertamente estos desalmados, junto a Podemos, quieren efectuar una voladura controlada -sin prisas, pero sin pausas- del país. Estoy convencido de que importantes centros de poder internacionales (reflexionemos sobre algunas señales notorias) anhelan liquidar nuestra jurisdicción y a una Europa de por sí bastante quebradiza. España es nación con la suficiente enjundia económica y estratégica como para que alguien intente asentar en ella una maquinaria disgregadora. Saben que fragmentar es el germen de toda derrota y la afección se extiende rápida. Ayer León propuso una autonomía independiente de Castilla formada por León, Zamora y Salamanca. Si empezamos con catas (porción de algo que se prueba) la “fruta” se pudre. No hay mayor advertencia ni se necesita.
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