El Puente, por Manuel Olmeda
En un extremo divisiamos este país arruinado sanitaria y económicamente, y en la otra orilla, encontramos una Europa intrigada por los diseños económicos-sociales que formula el Gobierno en su conjunto
En un extremo divisamos este país arruinado sanitaria y económicamente a cuyo frente se encuentran parte de los culpables directos, eso sí, difuminados por una propaganda artificiosa, mediática y maniquea. Constituyen el gobierno social-comunista (único en el llamado mundo civilizado) con sus “intachables” apoyos —también coadjutores necesarios del lamentable paisaje— de independentistas, nacionalistas, Bildu (hipotéticos sucesores de Eta) y otros partidos escuálidos, asimismo adscritos mayoritariamente al desacato. Unidas Podemos de extrema izquierda, para ser comedido, emboza su totalitarismo tiránico (doctrina prohibida en Europa) bajo una capa democrática, aunque con evidentes ataques a la economía liberal —no peor que la comunista— y a las libertades. Su justicia social implica subsidiar sociedades siempre deprimidas.
Los independentistas catalanes desean a toda costa fracturar la unidad nacional, conseguir su emancipación y con ello debilitar España. ¿Qué patriotismo, qué cohesión estatal, por utilizar otro término, puede aportar un gobierno que se asienta en tales partidos? ¿Qué percepción internacional suscita un ejecutivo que tolera/permite delincuentes prófugos de la justicia mientras los que han sido juzgados y encarcelados mantienen un estatus sui géneris? ¿Qué puede pensarse de partidos asociados al gobierno (ERC) que anteponen la salida de presos a los intereses comunes? ¿Qué puede decirse de algunos (PNV, verbigracia) que se venden al mejor postor, siempre de forma insolidaria? ¿Y de los que amparan manifestaciones de odio (delito penal) contra la guardia civil?
Todo esto lo va percibiendo la sociedad española y un Sánchez que desaparece porque su inutilidad le impide proponer soluciones realistas. Más allá del escaparate, de la foto oportuna, de la triquiñuela, ignora respuestas —incluso poco eficaces— a la crisis sanitaria, institucional y económica, todas ellas de una gravedad indescriptible. Cualquier gobernante comprometido, ante una emergencia nacional, tomaría el timón del país para superar tan pavorosa coyuntura. Nuestro presidente, al contrario, cobardemente, deja que las Comunidades agonicen, sucumban, con la pandemia y el inminente problema escolar sobre enseñanza presencial o telemática. Ignoro si la sociedad le consentirá escudarse en las competencias autonómicas para encubrir una incapacidad absoluta, pese a los esfuerzos de medios y comunicadores por proyectar un estadista de prestigio.
En la otra orilla encontramos una Europa intrigada, con la mosca tras la oreja, por los diseños económico-sociales que formula el gobierno en su conjunto. La extralimitación no proviene solo de Unidas Podemos, pues Sánchez avala (así lo parece) cualquier disparate que tenga su sello. El agente perturbador no es España, que lo es, sino quien paraliza ese maná del dinero vital, urgente, que necesitamos para hacerla viable y robustecer la Unión. Algunas naciones (Holanda, Dinamarca, Suecia, etc.) cuestionan nuestra fiabilidad como país para librar los ciento cuarenta mil millones ofrecidos. De ahí la extremada cautela a los Presupuestos en gestación. Hasta hace dos días, Iglesias ansiaba una subida importante de impuestos, “a los ricos” para satisfacer el gasto social que le encumbrara entre sus votantes —falta le hace— y algún ingenuo foráneo.
A propósito de la pandemia, Sánchez dijo: “Me preocupa Madrid”. Esto no es grave, desde el punto de vista económico-político, porque ninguno de ellos dispone de capital para minimizar la dificultad financiera que atenaza al gobierno. Sin embargo, a Europa le alarma Sánchez (sobre todo su par, Unidas Podemos) y esto sí que entraña un ahogo absoluto. Pasar de una orilla a otra, precisa un puente con “solvencia”, con “satisfacción”. El paripé Ciudadanos constituye un placebo balsámico del PP, verdadera plataforma anhelada por la CE. Hubo originariamente cierta desazón del partido morado —tal vez celos electorales— y desaires cuya lectura pudiera aproximarse a reto bravucón. Sin que sirva de precedente, Sánchez actúa en este caso de manera sabia: Iglesias jamás renunciaría a tocar poder y aprobará los presupuestos, aunque hubieran sido pactados con Vox. Unidas Podemos, sus líderes, fuera del gobierno es la nada diluida en el vacío.
Ciudadanos (Inés Arrimadas), ese puente ocasional favorecido, intuitivo, pelín ingenuo, gana protagonismo, pero quien sale beneficiado es Sánchez. Pese a analistas que predicen la salvación económica gracias al partido naranja por aprobar los presupuestos y ser impulsor magnético del ambivalente crédito europeo, quizás posibilite —según y cómo— ocasionar una catástrofe mayúscula, pero con efecto retardado. Me explico. El mayor riesgo que tiene España hoy es “la conjunción planetaria” Sánchez-Iglesias. Los conflictos que provoca este tándem han superado fronteras y hoy generan desasosiego internacional. No en vano es el único gobierno comunista en nuestro marco liberal-capitalista. Además, conociendo el grueso sumario del presidente, cuando tenga aprobados los presupuestos rechazará a Ciudadanos por apegos personales como ha ido haciendo con todas las pantallas protectoras, una vez conseguidas sus apetencias.
Conservará en el gobierno a Unidas Podemos porque así somete ese ansia escapista, demagoga y taimada que le caracteriza. Fuera es peligroso. UP, tampoco quiere romper la coalición porque, aunque pierda, gana. Desde luego, el puente (con total seguridad) lo va a demoler un PSOE malicioso ante el bullir censor de partidos izquierdosos en los arrabales patrios. Solo surge un obstáculo: los ciento cuarenta mil millones de euros, básicos para conservar la paz social. El dilema es medular. Si se radicaliza, no hay fondos y si opta por una moderación postiza, conseguiría deserciones inapelables. Me parece imposible compaginar apoyos tóxicos con las presuntas exigencias europeas. PP y Ciudadanos debieran tener un papel providencial, decisivo, en el futuro inmediato.
Europa no quiere a Unidas Podemos ni a Vox, populismos nocivos para el proyecto de la Unión, básicamente el primero. No obstante, ¡cuidado! porque la sociedad continental no va a tolerar otro fracaso de esta extraña, confusa, socialdemocracia; sea de izquierdas, derechas o centro. Entre tanto, Sánchez “engaña” y utiliza al Ibex jugando con él al palo y la zanahoria a costa del tan traído y llevado dinero europeo. Europa —por el contrario, y según parece— le apremia a observar unas condiciones leoninas. No quiere reparar que los fondos mandan y dicho acatamiento le aleja letalmente de sus socios originarios. Como ocurría antaño, cuando el cuerpo —aterido de frío— necesitaba algún consuelo vivificador y se agarraba a la desesperanza, el carbón se acaba. Jugar a dos bandas siempre acarrea sinsabores y sorpresas, incluso a gentes duchas, expertas, siempre bordeando la estafa tradicional y societaria: el tocomocho.
Para terminar, una reflexión. Muchos políticos españoles no sabrán quien fue Fernando VI, pero (presuntamente) deben conocer al dedillo todos los paraísos fiscales. Y más ahora, con la que se avecina.
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