¿De verdad informan los telediarios? Por David Pasarin-Gegunde
Tengamos, al menos, un mínimo de sentido crítico para valorar los sutiles mecanismos de control mental e ingeniería social que despliega el poder ?en su vertiente mediática- en estos inciertos tiempos de la modernidad.
Estos últimos años los noticieros se han plagado de un tipo de contenidos ?los biempensantes los llaman ?blancos?- que inundan de ternura y simpatía nuestras tediosas vidas. Entre pandemias, conatos de guerra, manifestaciones y revueltas se cuelan en nuestras casas pequeños momentos apacibles que relajan nuestros cerebros de tensiones y los preparan para ser más receptivos a los mensajes externos. Cuando bajamos la guardia, cuando estas imágenes candorosas nos envuelven, somos más proclives a aceptar los estímulos publicitarios o a las proclamas políticas con las que nos bombardean; quienes controlan estos mecanismos de trasmisión lo saben. En la mayoría de los casos, los protagonistas de estos espacios son animales -ya hay en nuestras sociedades más perros que niños-que son reconocidos por los programadores de contenidos como un valor seguro a la hora de acaparar nuestra atención. Zorros que escuchan música, crías de osos polares, refugios confeccionados con neumáticos para gatitos, el nacimiento de un orangután, árboles cubiertos de nieve o cachorros de panda nacidos en China son algunos de los temas que podemos contemplar a diario en nuestras televisiones. ¿De verdad quienes confeccionan estos espacios no han encontrado ninguna noticia más relevante para emitir en los programas de información?¿No ha sucedió nada más importante en todo el planeta merecedor de este fugaz sitio en el efímero trampolín de la posteridad? En nuestro mundo actual tan controlado y parametrizado, basado en la gestión de grandes cantidades de datos ?big data-, donde toda reacción colectiva es medida y analizada ¿alguien cree que es casual esta inundación de informaciones irrelevantes en los noticieros de máxima audiencia?
Es evidente que alguna intencionalidad debe haber detrás de la proliferación de estos contenidos irrelevantes y pueriles en los telediarios de la totalidad de las cadenas generalistas. Algún interés debe existir para que los espacios que tendrían que servir a los ciudadanos para recibir información y crearse una opinión basada en esos contenidos hayan sido copados por inofensivos gatitos u osos panda recién nacidos. Esta tendencia a ?desdramatizar? la realidad, a tratar unos temas pueriles -más propios de programas infantiles que de telediarios- no tiene nada de casual. El poder está generando por medio de diversos caminos ?reducción de exigencias educativas y disciplinas humanísticas, saturación de contenidos, utilización de emoticonos, fakenews, redes sociales?- un deliberado proceso de infantilización de la sociedad en su conjunto. No hay más que ver los contenidos y el lenguaje de ámbitos tan diferentes como la política, la publicidad, las redes sociales como TikTok ?paradigma de superficialidad donde los haya- para constatar este intento de reducción del individuo moderno a un estadio de candorosa inconsciencia. Y lo peor de todo es que las nuevas generaciones, los hombres y mujeres del futuro, ni siquiera conoce una realidad diferente a la actual, a la que perciben desde la pantalla de su teléfono. Seguramente no podamos hacer nada para evitarlo, pero seamos conscientes de que detrás de estas inofensivas noticias de perritos y momos recién nacidos se puede esconder una intencionalidad mucho más oscura de la que podemos intuir en un principio. Tengamos, al menos, un mínimo de sentido crítico para valorar los sutiles mecanismos de control mental e ingeniería social que despliega el poder ?en su vertiente mediática- en estos inciertos tiempos de la modernidad.
David Pasarin-Gegunde acaba de publicar su último libro ?Abajo la Modernidad?
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