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Opinión 26-04-2022 06:58

DE LA SEPARACIÓN DE LA IGLESIA Y EL ESTADO Por Juan Goti Ordeñana Catedrático jubilado de la Universidad de Valladolid

Por ello en los países protestantes todos los reyes son jefes de las Iglesias nacionales, a pesar de que la doctrina de la separación de la Iglesia del Estado es clara en la enseñanza de Jesús, cuando ante la pregunta de los fariseos, si hay que pagar tributo al Cesar contestó: «Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es Dios» (Mat. 22, 21).

 

La razón de la separación del derecho de la Iglesia y del Estado comenzó por un problema moral, porque que el derecho del Imperio romano no encajaba bien en la doctrina procedente del evangelio y desarrollada por los santos Padres de la Iglesia. Ya que se advertía la falta de ciertos principios que afectaban a la dignidad de la persona, a la igualdad y a la libertad. Principios ajenos al Derecho romano, y esenciales para la doctrina cristiana, por lo que la normativa de la Iglesia, en ciertos puntos, se oponía a la legislación romana. Principios que han pasado a ser eje y base del derecho moderno.

Cuando se empezó a formar el derecho moderno en la Edad Media, fueron imprescindibles estos principios de la doctrina cristiana, para dar el gran vuelco que se dio al comienzo de los estudios en la primera Universidad de Bolonia. Los estudios del derecho se iniciaron, cuando Irnerio asumió la Compilación de Justiniano, como base de su glosa. Su labor se ordenó al comentario de lo que se llamó Corpus Iuris Civilis, y suponía una continuación del sistema romano. Frente a la rigidez de la normativa romana surgió a la par un derecho nuevo y abierto a la ideología del momento el Corpus Iuris Canonici, el compendio del Derecho de la Iglesia en la obra de Graciano. Del encuentro de ambos derechos más las costumbres de los bárbaros emergió el derecho europeo.

En el nacimiento del nuevo derecho coincidieron dos hechos importantes: por una parte, el enfrentamiento del papa y el emperador, al objeto de independizar la Iglesia del poder civil, y por otra, la creación de los estudios del derecho en la Universidad de Bolonia. Estos dos acontecimientos guardan estrecha relación, porque el papa Urbano II, miembro de la reforma de la Iglesia, actuó como protector y valedor de Irnerio en la creación de los estudios de la primera universidad en Bolonia.

En cuanto al primer hecho aconteció en el siglo XI, y supuso el enfrentamiento del papa Gregorio VII con el emperador Enrique IV de Alemania, que se conoce como la «lucha de las investiduras». Independientemente de las diversas interpretaciones que se han dado a este hecho, lo cierto es que con él se inicia la diferenciación del poder político y el religioso. Separación de poderes que ha sido muy problemática en la historia, hasta constituir un punto decisivo de la desviación protestante.

Para estudiar el tema conviene recordar, cómo habían sido las relaciones de la Iglesia con el poder civil hasta ese momento. Haciendo una breve referencia histórica a las relaciones de los cristianos con el Imperio, hay que considerar el edicto Milán (a. 313), donde se había propuesto la libertad de cultos. Pero para Constantino el Grande, esto no rompía la sacralidad que había iniciado el emperador Octavio al calificarse de «augusto», término que indicaba el carácter sagrado del emperador. Esta forma de aceptación de la autoridad personal, que Augusto hizo hábilmente, fue luego afirmándose cada vez más, hasta deificar al emperador. Idea que la autoridad del Estado lo ha utilizado por motivos míticos para confirmar el poder, ya por la necesidad o conveniencia de justificar la potestad, ya por la presunción de que la divinización de la persona que manda tiene una mejor autoridad.

Constantino el Grande tenía esta concepción sacra del poder, cuando en el siglo IV adoptó el cristianismo como una de las religiones del Imperio. A la vez que los cristianos, con el cambio de actitud del Imperio, aceptaron su patrocinio, y como éste era muy favorable cayeron en la trampa de someterse a su poder. Ahora bien, el emperador, considerándose «Pontifex Máximus» en materia religiosa, comenzó a dominar, también, la Iglesia cristiana. Así empezó a nombrar o aprobar obispos, a convocar concilios, como el de Nicea, para dirimir las discusiones que se planteaban en la nueva comunidad. Costumbre que siguieron sus sucesores con varios concilios aún en la misma sede del emperador en Constantinopla, y durante siglos interviniendo en los nombramientos del obispo de Roma, pues el designado como papa tenía que ser aprobado por el emperador de Bizancio. Costumbre que asumieron más tarde los reyes de los diversos reinos que se fueron formando por todo Europa, con lo que se identificó el poder en la Iglesia con el de los reyes. Esto lo vemos con más claridad al restaurarse el imperio en Occidente en las personas de Carlomagno y Otón, quienes se creyeron protectores de la Iglesia, y por ello intervenían aún en la elección del papa

A esto que en un principio no se había dado importancia, con el paso del tiempo se advirtió que en realidad había degenerado la institución, pues los reyes y señores nombraban a los obispos, dirigentes de las diversas comunidades eclesiales, entre sus adeptos para que actuaran como sus representantes políticos sin ningún sentido religioso, por lo que se convirtieron los obispos en simple peones del poder político.

El planteamiento de este problema en el siglo XI, va a ser el punto de partida de la separación de poderes y el motivo para los estudios del derecho. Separación que fue difícil y con muchos altibajos hasta que el Estado se ha declarado laico en los territorios católicos, aunque a pesar de ello los Gobiernos no aceptan reconocer la libertad a la Iglesia. Pero no es así en el mundo protestante, donde fue un punto muy importante, cuando se produjo la herejía de Lutero, puesto que triunfó porque entregó la dirección de las Iglesias a los príncipes, y pasó a ser una de las materias de acusación al papa de desviar la doctrina eclesial, con el intento de llegar a ser un poder despótico. Por ello en los países protestantes todos los reyes son jefes de las Iglesias nacionales, a pesar de que la doctrina de la separación de la Iglesia del Estado es clara en la enseñanza de Jesús, cuando ante la pregunta de los fariseos, si hay que pagar tributo al Cesar contestó: «Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es Dios» (Mat. 22, 21).

De toda esta lucha quedan algunos puntos que deben ser defendidos: la separación de lo político y lo religioso, y los principios creados por el cristianismo: la dignidad de la persona humana, la igualdad y la libertad, principios que los progresistas pretenden eliminar en su política con la creación de una nueva organización de una ingeniería socialista.

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